SENTIDO COMÚN
Gabriel García-Márquez
LA JORNADA DE 40 HORAS ¿PROGRESO O SIMULACIÓN?
En pleno siglo XXI, México mantiene una estructura laboral anclada en el pasado. La jornada semanal de 48 horas (vigente desde 1917) es, sin exagerar, un rezago histórico que contrasta con la tendencia mundial hacia esquemas de trabajo más humanos.
Por ello, el reciente anuncio de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo sobre el inicio de mesas de diálogo para reducirla a 40 horas semanales la jornada laboral ha sido recibido como una noticia alentadora.
No obstante, bajo la superficie del entusiasmo político y sindical, surgen interrogantes legítimas de si se trata realmente de una transformación laboral o de un gesto simbólico sin voluntad de concreción.
Reducir la jornada laboral sin disminuir salarios ni productividad no es una idea radical, sino una necesidad social. México ocupa los primeros lugares en horas trabajadas según la OCDE, pero no figura igual de alto en productividad o bienestar. La ecuación es clara: más horas no equivalen a mejores resultados.
LAS EXPERIENCIAS EN OTROS PAÍSES
Varios países han implementado jornadas laborales de 40 horas (e incluso menos) y sus resultados ofrecen valiosas lecciones:
En Francia con una jornada de 35 horas desde el 2000, se redujo el desempleo inicialmente y mejoró el balance vida-trabajo, aunque algunos sectores pidieron flexibilización.
En Chile se aplicó la transición a 40 horas para el 2028 con un apoyo popular muy amplio y las empresas la están adoptando de forma gradual con buenos resultados en retención de personal.
En Alemania se redujo entre 35 y 40 horas según el sector, con una alta productividad en jornadas reducidas, una fuerte cultura de eficiencia y negociación colectiva.
En Islandia se aplicó un plan piloto de 35 y 36 horas entre 2015 y 2019 logrando un mayor bienestar, con misma o mejor productividad, considerando la reforma como un éxito.
En Japón se aplicó una jornada oficial de 40 horas con presión social a extender, aunque la ley marca 40 horas, la cultura laborar impone jornadas largas, pero las reformas recientes intentan reducirlas.
En Colombia se aplicó una reducción progresiva a 42 horas para 2026, cuyo proceso gradual está en curso y se debaten los efectos en la informalidad.
En España el plan piloto es entre 32 y 36 horas en ciertos sectores específicos; la reforma está en evaluación con una mejora en salud mental y productividad en empresas tecnológicas.
En general los resultados apuntan a que la reducción de horas no afecta negativamente la productividad, siempre y cuando se acompañe de una buena planeación, cultura organizacional moderna y diálogo social. También es clave entender que la flexibilidad y el respeto a los derechos laborales son motores de innovación, no frenos.
VENTAJAS Y DESAFÍOS DE LA REFORMA
Como cualquier reforma estructural, la propuesta de reducir la jornada laboral a 40 horas trae consigo pros y contras que merecen ser analizados con seriedad:
PROS:
• Mejor calidad de vida: Dos días de descanso a la semana permitirían a millones de personas recuperar tiempo para su familia, salud mental, recreación y educación.
• Salud y productividad: Jornadas menos extensas se relacionan con menor estrés, menos accidentes laborales y, en muchos casos, con una mayor eficiencia en el trabajo.
• Modernización laboral: Alinearse con estándares internacionales daría una mejor imagen de México ante inversionistas con visión de responsabilidad social.
• Fomento a la formalidad: Si se implementa con incentivos adecuados, podría motivar a más empleadores a regularizar sus esquemas laborales.
CONTRAS:
• Impacto en pequeñas empresas: Sin apoyos fiscales o técnicos, muchas micro y pequeñas empresas podrían verse afectadas en su operación y costos.
• Riesgo de informalidad: Sin vigilancia adecuada, algunos patrones podrían optar por esquivar la ley y mantener horarios excesivos sin compensación.
• Desfase económico: En un entorno de desaceleración, algunos empresarios temen que la reforma llegue en el momento menos oportuno.
• Ambigüedad en la implementación: El plan de llevar la reforma hasta 2030, sin claridad legislativa, deja espacio a la postergación y la simulación.
¿OPORTUNIDAD PERDIDA O IMPULSO AL FUTURO?
La Coparmex y otras voces del empresariado sostienen que “no es el momento” para esta reforma, argumentando que podría ahuyentar inversiones y frenar la creación de empleos. Pero conviene preguntarse: ¿cuándo ha sido “el momento” para dignificar las condiciones laborales en este país?
Si se espera a que todos los indicadores económicos sean ideales, se estará postergando indefinidamente el bienestar de millones. Además, el mundo avanza hacia esquemas más humanos de organización del trabajo.
Chile y Colombia ya están en ese camino. ¿Queremos seguir siendo el país con más horas trabajadas y una de las peores calidades de vida laboral?
DEL DISCURSO AL COMPROMISO REAL
La propuesta suena bien, pero aún carece de dientes. Las “mesas de diálogo” anunciadas por el Gobierno pueden ser un paso positivo, pero también corren el riesgo de convertirse en una estrategia dilatoria.
Para que esta reforma no se quede en el papel, se necesita una hoja de ruta clara, con tiempos, presupuestos y mecanismos de fiscalización reales.
La reducción de la jornada debe ir acompañada de una reforma fiscal que incentive a las pequeñas empresas, de programas de capacitación laboral, y de una fiscalización laboral que sancione el abuso. Sin estos elementos, estaremos ante un gesto simbólico con poco impacto en la realidad cotidiana de los trabajadores.
EL OBJETIVO SE ALCANZARÍA EN EL 2030
México merece una reforma laboral de fondo, no un parche ni una promesa que se desvanezca entre discursos de celebración. La jornada de 40 horas es una medida urgente y viable, pero solo si se implementa con responsabilidad, justicia y visión de futuro. El reloj avanza, y el país no puede seguir esperando.
Según lo anunciado por la presidenta Claudia Sheinbaum, la implementación de la jornada laboral de 40 horas semanales en México sería gradual y el objetivo es alcanzarla en el año 2030. Esto quiere decir que no se aplicará de manera inmediata, sino que se establecerá un calendario progresivo que aún no ha sido detallado públicamente.
El proceso comenzará con mesas de diálogo entre gobierno, sindicatos y empresarios, donde se definirá cómo y en qué etapas se reducirán las horas.
Este enfoque busca evitar impactos negativos en la economía y dar tiempo a las empresas, especialmente las pequeñas, para adaptarse.
Las mesas de diálogo están programadas para el mes de mayo, para definir la reducción gradual, y cuya meta de 40 horas se alcanzaría en 2030. Sin embargo, aún no hay una fecha exacta ni un calendario legalmente definido todavía.

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