Rodolfo Chena Rivas
El pensamiento de Edgar Morin sobre la adolescencia, contenido en “La Vía para el
futuro de la humanidad”, posee una profundidad innegable: “La adolescencia favorece la
toma de riesgos y las transgresiones y, por lo tanto, también la delincuencia. El
reconocimiento del hecho de que la adolescencia constituye una edad plástica, en la
que el individuo puede transformarse y reformarse, debe conducir a una política de
prevención y de redención, no de represión. Las medidas de apoyo y comprensión
pueden disminuir, y hasta eliminar, la delincuencia juvenil, mientras que el
encarcelamiento de los adolescentes encierra de por vida a los adolescentes en la
criminalidad.
El único remedio verdadero contra la violencia y la delincuencia infantil
radica en la comprensión, la benevolencia y el amor, que, en muchos lugares del mundo,
sobre todo en los países del Sur, han inspirado iniciativas en las que la música, la danza, el
teatro, la pintura, el deporte y los trabajos comunitarios abren vías para prevenir la
delincuencia”. El análisis de Morin no solamente es racional, es también
extraordinariamente vivencial, existencial, y sus afirmaciones sobre los aspectos de
delincuencia y criminalidad los hace anteceder de datos de indudable sensibilidad social: “La
adolescencia constituye el fermento necesario para toda sociedad. Está animada por
el espíritu de aventura y por el de resistencia a la vez. Fue la que aportó más efectivos a
la lucha contra la ocupación nazi en Francia.
Su capacidad creativa se manifestó en la
contracultura californiana (el movimiento hippy, el auge de las comunas), así como en el
mayo del 68 francés. La adolescencia encarna, frente a la resignación domesticada por la
integración social, la aspiración milenaria de la humanidad a la armonía y la felicidad. Se
trata, pues, de reconocer la verdad humana de los <<secretos de la adolescencia>> (que tan
poéticamente expresó Rimbaud o describió James Dean en el cine) y saber asociarlos con
los <<secretos de la madurez>>. Así pues, la adolescencia es, a un tiempo, el eslabón
débil (por su falta de inserción sociológica) y el eslabón fuerte (por su energía) de la
cadena de nuestras sociedades”. ¿Qué concepto de adolescencia adoptó el legislador
mexicano para instaurar el sistema de justicia penal para adolescentes en nuestro país?
Ninguno. ¿Qué elementos de orden psicológico, biológico, antropológico, existencial o
sociológico se valoraron para formalizar tal sistema? Ninguno. ¿Al legislar, se pensó antes en
la condición adolescente como una categoría vivencial compleja que requiere apoyo antes
que punibilidad? No. Al “espíritu del legislador” le fue más fácil pensar la adolescencia como
una etapa cuyos conflictos y transgresiones había que legalizarlas con ojos de criminalidad.
La reinserción social durante o después del encierro está destinada al fracaso. No hay
penalista que no lo sepa. Está demostrado que después de la experiencia de la privación
legal de la libertad, no se reingresa o devuelve al adolescente a la sociedad “curado” o
“mejorado” de conductas transgresoras o de los fantasmas que lo aquejan. ¿Cuándo
tendremos la legislación constitucional preventiva que disponga obligaciones para el estado o
posibilidades ciertas para los padres o tutores, de apoyo real y material para que el
adolescente pueda desplegar y canalizar sus enormes inquietudes en forma creativa?
¿Cuándo…cuándo…cuándo? Cuidemos a nuestros adolescentes. Nos necesitan mucho.
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