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Condonación

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Magno Garcimarrero

El delegado de la Secretaría del Medio Ambiente ha condenado el desuso del condón, con tanta vehemencia como la Iglesia ha condenado el uso. Dijo el funcionario que los condones que se van por el desagüe, complican el manejo de las aguas residuales, ¡son tantos! que rebasan la capacidad de la institución que tiene a su cargo la defensa del medio ambiente.

Los moteles diseminados por la ciudad, son los que aportan el porcentaje más alto de condones desechados, pero no son los únicos; domicilios poco obedientes a las recomendaciones de la Iglesia, también entregan alguna cuota de ese condenado condonado sacrilegio. Tienen razón los padres de la Iglesia en cuanto al rechazo a ser padres de familia, mediante el uso del condón, porque no sólo constituye una falta de lesa familia, sino que ahora se descubre que es una falta de lesa ecología.

Se tienen noticias del uso del preservativo en Egipto, desde mil años antes de la era. Se manufacturaban con tripas de animal y eran cosidos a mano finamente en un extremo, en el otro extremo se sujetaba con una cinta con la que, supongo, se podía hacer un coqueto moñito.

En 1980 en Inglaterra se hicieron algunas excavaciones en el castillo de Dudley, y se encontraron algunos preservativos bien conservados a los que se les atribuyó data de los siglos XVI, XVII y XVIII. Ahora se exhiben en el museo británico de Londres, están hechos de la porción intestina del ciego de cerdo.

Fue hasta hace muy poco tiempo, quizá en la década de los 80, cuando en México comenzó a generalizarse el uso del condón masculino, y el femenino aún está en ciernes; así que el atentado a la ecología por el desuso, o sea: después del uso del condón es también muy reciente.

Yo recuerdo que tomábamos como curiosidad, hace 45 años el sintonizar en alguna radio de onda corta una estación cubana que anunciaba: “Pique, pique a su novia sin temor al embarazo, use condones Pegaso”. Nos divertía mucho el anuncio, por el contenido de ofensa a la moral cristiana, pero no nos parábamos a pensar que la convocatoria al uso del profiláctico llevaba una gran dosis de seguridad en contra de las enfermedades venéreas y embarazos no deseados. Tuvieron que pasar muchos años para que llegáramos a entender que era asunto de salud pública.

Pero ciertamente tenemos que ayudar a pensar en una solución a la abundancia de condones desechados que van a parar seguramente al mar. Debe ser nauseabundo pedir un guachinango al mojo de ajo en algún restaurante boqueño y que, al partirlo nos encontremos dentro un condón de segunda mano… y digo mano para que no se apene.

Es posible que en algún país civilizado que invierta dinero en investigación, se invente el condón soluble, que inmediatamente después del uso se vuelva agüita. Podría hacerse de la misma galleta de los barquillos o conos para helado que después de comerse el mantecado se puede masticar el barquillo.

O posiblemente se invente el condón integrado y permanente con puertecita enfrente como los sostenes maternales, pero con broche de seguridad, claro está.

Quizá no sea tonta la idea de los condones multiusos que no se desechen a la primera, sino que permitan varios kilómetros de rodamiento y vulcanizaciones periódicas como las llantas para taxi.

Otra posibilidad que, si está a nuestro alcance, es que se hagan centros de acopio como se hace ahora con las pilas eléctricas que, desde que alguien inventó que son altamente contaminantes, nadie se ha puesto a pensar si es cierto o no, sino que grupos y comerciantes altruistas ponen viejos botellones u otra clase de recipientes para que la gente consciente, eche allí sus pilas viejas y con eso alivie su conciencia ecológica.

De igual modo podrían ponerse en las puertas de los moteles depósitos para que pase la gente a dejar sus profilácticos después del último uso.

Otra cosa más me imagino, que, así como hay ahora talleres de reciclado de cartuchos de tinta para impresoras, podría haber dentro de poco, multitud de talleres de reciclado de condones donde los laven, los planchen, los enrollen, los re empaqueten y los dejen listos para un re uso por unos cuantos centavos en las farmacias del Dr. Simi, aunque el guachinango que nos íbamos a comer en Boca del Río, se quede esperando, o se conforme con tragarse un six pak de chelas, aunque no tienga tanta vitamina. M. G.

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