La vida detenida/ 22
Mauricio Carrera
-¡Ven, Tormenta, ven!
Troto, hago ejercicio para no dejar entrar los achaques, la vejez. Se agradecen las sombras de los senderos –algunos pinos, algunos eucaliptos-, palurdas defensas contra el calor infame y el sol amansalocos.
-¡Ven, Tormenta, ven!
Qué buen nombre. Al perro, porque tiene que ser un perro, lo imagino brioso y rebelde, un verdadero torbellino, como algunos cachorros que pegan carrera tras carrera y se muestran desobedientes e infatigables. Un perro curioso e intranquilo. Un bribón que a todo le ladra.
Volteo sin detener el trote. No hay ladridos, sólo algo así como una tos aguda y apagada. Es un chihuahua, casi del tamaño de una rata de mercado. Olisquea un árbol con orines de otros perros. Alza la pata y sale un débil chisguete; así marca, de manera risible, su territorio.
Su dueña se impacienta.
-¡Tormenta! –vuelve a llamarlo.
Es un sitio digital abierto a todas las ideas, emociones, libertades, política, literatura, arte y cultura.