Era 31 de diciembre, el último día del año 1793.
Magno Garcimarrero
Reproduzco aquí un excelente texto que me ha enviado mi querido amigo Marco Antonio Rodríguez Revoredo.
A 230 AÑOS
Texto: Marco Antonio Rodríguez Revoredo
Investigación: Julio Pompilio Aguilar Schroeder
«Era 31 de diciembre, el último día del año 1793.
Podemos imaginar que la ceremonia ocurrió por la noche y que en las calles, como luciérnagas veladas por la niebla, aparecían y desaparecían las lámparas de los invitados.
También podemos imaginar el ruido de los pasos en las piedras húmedas y el rumor de las palabras, cargadas con los sonidos de las c, z y de las v, maldiciendo la oscuridad, la invisible llovizna y a la niebla.
Algunas cosas no necesitamos imaginarlas, las sabemos.
Sabemos, por ejemplo, que diez meses antes de esa reunión, en las calles de la villa (Calle Real, Calle de la Amargura, Calle de Emparan) y en la Plaza del Rey, se dieron treinta pregones para anunciar la creación del
.
PRIMER AYUNTAMIENTO DE XALAPA.
Aun cuando en un principio los animó la vanidad, el interés comercial y el vago rumor del oleaje de la historia, algunos de los principales vecinos de la villa se desalentaron al saber los costos de los cargos: para cada Regidor Llano se había señalado un valor inicial de 200 pesos; para el Alférez, 450; para el Depositario General, 400. Los demás requisitos eran de una tentadora sencillez: buenas costumbres, honradez, edad y cualidades de cristiandad.
Pero hubo al fin quienes buscaron obtener un cargo en el primer ayuntamiento de la Noble e Ilustre Villa de Xalapa. Don Francisco Sáenz de Santa María pagó 252 pesos, dos tomines y siete granos de oro común para tomar posesión de su cargo de Regidor Llano en esa última noche de 1793.
Al final, Don Matheo Badillo, Primer Alcalde Ordinario de Primer Voto, seguramente abrazó al Alcalde de Segundo Voto, Don Pedro Garay, natural de la ciudad de Orduña, del señorío de Vizcaya; hidalgo que provenía de las casas infanzonas de Garay y Martínez de Veamurguía.
Quizás Don Carlos Díaz de la Serna y Herrero todavía dudaba de las hipotéticas ventajas de haber pagado a las cajas reales de la ciudad de Veracruz los 200 pesos en que se tasó el cargo de Alguacil Mayor.
¿Qué beneficios había comprado además del honor de recibir las llaves del sagrario el jueves santo y encabezar, con los demás integrantes del primer ayuntamiento de Xalapa, entre las enramadas hechas por los indios, la procesión del día de Corpus Christi?
Es posible que Don Joaquín Freiria, Regidor Depositario General, y Don Gregorio Ochoa de Amezaga, Síndico Personero, hayan compartido esas inquietudes meses después, cuando el ayuntamiento tuvo que contribuir para los gastos del Hospital Real del Divino Salvador para Mujeres Dementes de la ciudad de México, e intervenir en los problemas entre los hacendados de los ingenios azucareros de los alrededores.
Pero es aceptable suponer que mitigaban sus desasosiegos con el conocimiento de que su autoridad era absoluta en lo civil y lo criminal, solamente limitada por unos remotos tribunales superiores de apelación, el distante virrey y un casi fabuloso rey de España.
______ O ______
Hoy, más de dos siglos después de esa ceremonia, con un diferente sonido de las c, z y de las v; alisadas las palabras por el fluir durante cientos de años las sangres mezcladas, lejos de la memoria los cuatro barrios originales, casi olvidada la niebla, a los xalapeños nos cuesta imaginar el silencio que permitió escuchar en esa noche lo que juraron quienes integraban el primer ayuntamiento:
“…defender que la Santísima María Señora Nuestra, virgen antes y después del parto, fue concebida en gracia sin pecado original; defender y guardar así mismo los fueros, privilegios y ordenanzas de esta villa. Observar cabal secreto de lo que en cabildo o con ocasión y semejanza legítima de él se tratare, definiere o acordase…”
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El primer día de enero de 1794, tras la inconsciente confirmación de que la neblina de Xalapa seguía ahí, el vasco Don Gaspar de Iriarte, del pueblo de Segura, provincia de Guipozcoa, preparó el mensaje para hacer saber al Conde de Revillagigedo, Virrey de la Nueva España, que sus órdenes habían sido cumplidas:
LA NOBLE E ILUSTRE VILLA DE XALAPA TENÍA AL FIN SU PRIMER AYUNTAMIENTO. «
Texto: Marco Antonio Rodríguez Revoredo.
Investigación: Julio Pompilio Aguilar Schroeder.
Fuentes: Actas de Cabildo (1794) del Ayuntamiento de Xalapa.
Archivos del Ayuntamiento de Xalapa.
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