¡Y ahora resulta que la villana de la película electoral recién estrenada es la clase media! ¿Cómo se les ocurrió no votar por Morena para seguir descendiendo en su nivel de vida y en el caso de la clase media baja retornar al proletariado para convertirse en heroína del Movimiento de Regeneración Nacional?
Pareciera que el voto en las urnas, colocado por millones de mexicanos en las ciudades se ha convertido en la razón de existir de miles de convencidos que cobran buenos salarios, son militantes, pero les guste o no forman parte de LA CLASE MEDIA.
¿Si usted tiene un rancho (heredado o no) de 36,175 metros cuadrados, es decir más de 3 hectáreas, cuyo valor actual es de más de 25 millones de pesos, pertenece al proletariado o a la clase media-alta? Sí porque además es propietario de la casa de 400 metros de construcción.
Aunque todo depende del cristal con que se mire y de la publicidad que lleva a cabo para permanecer en el poder per saecula saeculorum, ese pedacito de tierra registrado en 2007, en otros tiempos sería catalogado como un minifundio y hay que aclarar que ese “ranchito” es aparte de su casa en Tlalpan, su departamento en el sur de la ciudad y su actual morada en Palacio Nacional.
Nada que ver con lo que dijera Arturo Warman, en su trabajo “La Reforma Agraria Mexicana: una Visión a Largo Plazo”, en el cual indicaba que en aquellos tiempos…
“Durante el largo período que se extiende de 1911 a 1992 se entregaron a los campesinos algo más de 100 millones de hectáreas de tierras, equivalentes a la mitad del territorio de México y a cerca de las dos terceras partes de la propiedad rústica total del país. Según las Resoluciones Presidenciales de dotación de tierras, se establecieron unos 30 000 ejidos y comunidades que incluyeron 3,1 millones de jefes de familia, aunque según el último Censo Agropecuario de 1991 se consideraron como ejidatarios y comuneros 3,5 millones de los individuos encuestados. A fines del siglo XX, la propiedad social comprendía el 70 por ciento de los casi 5 millones de propietarios rústicos y la mayoría de los productores agropecuarios de México”.
¿Esto significa que López Obrador pertenece a la clase media? Es evidente que sí, aunque reniegue de la misma y la acuse, un día sí y el otro también, de todos los males.
Y por cierto, no solamente en las ciudades hay clase media, sino también en las capitales de las entidades de la República y además en cientos de los municipios del país, independientemente que a veces quienes radican en el campo en casonas y ranchos también forman parte de la clase media, pero… alta.
Sí, porque la clase media baja, por ejemplo, es aquella en la cual el jefe de familia (hombre o mujer) cuenta en promedio con un nivel educativo de secundaria o primaria completa. Dentro de las ocupaciones se encuentran taxistas (choferes propietarios del auto), comerciantes fijos o ambulantes (plomería, carpintería), choferes de casas, mensajeros, cobradores, obreros, etc. (de acuerdo a economía.com)
Y miles de ellos votaron contra el actual gobierno debido a que, en estos tiempos de pandemia, crisis económica y palos de ciego, perdieron sus empleos y hoy forman parte de los ejércitos de la economía informal.
En cambio, la clase media a secas, es aquella en la cual hombres y mujeres tienen la capacidad para solventar sus necesidades básicas de alimentación, transporte, salud, vivienda y diversión.
De acuerdo a la Secretaría de Economía en México hay 6 clases sociales: la baja-baja; la baja-alta; la que ya señalamos la media-baja; la media-alta; la alta-baja y la alta-alta: Pues bien, miles y miles de pertenecientes a cuatro de estas denominaciones no votaron por Morena.
Esa repartida villana, pues, le puso un “estate quieto” a las políticas desarrolladas desde el poder y no hay vuelta de hoja, aunque como decimos en México se busquen distintas maneras, sobre todo en el discurso, de taparle el ojo al macho.
Perooo, nada está dicho… en definitiva. Ya veremos cómo se suceden los hechos y las respuestas políticas ante el dolor causado por los malvados clasemedieros…
POR: Nidia Marín