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A propósito del desfile militar

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POR Francisco L. Carranco

15 y 16 de septiembre, la fiesta más importante de México, donde el estado, año con año, refrenda el compromiso militar para defender la soberanía y mantener el respeto por los héroes que nos dieron patria y que, desde hace 209 años quedó instituido con el grito de Independencia y la parada militar para honrar el espíritu y orgullo patrio de los habitantes de nuestro país.

Año con año, los mandatarios de México han emulado aquel trascendental “grito” de sublevación atribuido a Don Miguel Hidalgo y Costilla que, con un puñado de hombres y mujeres patriotas, llamaron a los mexicanos a luchar por un México libre y a acabar con mal gobierno, iniciando la revuelta que al final nos dotó de libertad y espíritu patrio que incluye el honor, respeto y orgullo de haber nacido aquí.

209 años han pasado de aquella gesta de valientes que ofrecieron la vida por un cambio, héroes nacionales encumbrados por dirigir a las fuerzas vivas, pero, también, héroes anónimos que fueron a la cargada por la libertad porque, por las condiciones de vida tan precarias, no importaba morir por la esperanza de mejorar la existencia popular.

209 años han pasado de aquella lucha, que duró 11 años y que tardó en estabilizarse para dar paso a la pacificación del país e iniciar la construcción social liberados de las injusticias, los abusos, discriminación y ejercicio inhumano que ejercían los españoles a los mexicanos.

Todos los años subsecuentes, las fiestas patrias, se volvieron el icono de conmemoración donde los mexicanos  salíamos a las calles a festejar el espíritu de libertad protegidos, sí protegidos por las fuerzas militares en el cielo, tierra y mar, donde los efectivos habían cumplido guardar la soberanía nacional y la no intromisión de “…ningún extraño enemigo” como dice alguna estrofa del Himno Nacional.

Nuestras fuerzas armadas: ejército, marina y fuerza aérea, etiquetados como milicia de paz que, cotidianamente, salvan a la población en actividades de rescate ante embates climáticos y catástrofes naturales que, anteriormente, quemaban plantíos de estupefacientes y perseguían guerrilleros en la sierra, que acabaron con movimientos sociales de protesta y obedecen institucionalmente al Presidente de la República, por ser el Comandante Supremo de las fuerzas armadas.

Los soldados, marinos y pilotos desfilaron en todo el país, acompañados en algunas regiones por con un gran contingente de la guardia nacional, armamento de última generación, especialistas en todo tipo de combate, que demostraron a la sociedad mexicana el alto nivel de adiestramiento, disciplina, marcialidad, equipamiento, aviones, helicópteros y lo más importante la organización de las fuerzas armadas mexicanas y la Guardia Nacional.

La reflexión que hacemos, ante el paso de los contingentes militares, nos hace pensar en el por qué o que falta para qué esos soldados cumplan su misión y salvaguarden la integridad física de los mexicanos, los territorios convertidos en zona de guerra por la delincuencia organizada y el crimen que, nuevamente, la violencia que generan, el daño, los delitos, las muertes, tienen esclavizada a la sociedad con miedo y viviendo los daños colaterales, quizás, igual o superior a las muertes de mexicanos en la guerra de Independencia.

Y aún más, el deterioro en los últimos espectáculos donde la población ha ofendido a las instituciones militares, vejando,  humillando, ofendiendo, agraviando a los soldados que reciben los insultos de criminales y miserables que atentan contra e le estado de derecho y vulneran  la confianza de los ciudadanos que piensan que si el ejército no reacciona ante la mínima provocación que esperan los mexicanos cuando la guerra sea de verdad: Responderán los ejércitos mexicanos o de plano seguirán de ornato en los cuarteles.

Las víctimas seguirán exhibiendo las estadísticas negativas que ubican a México como uno de los países más violentos del mundo, donde la muerte de ciudadanos es escandaloso, pero, también los soldados que mueren emboscados.

Estas fiestas mexicanas de este año no serán como la de años anteriores, poco que festejar, en algunas poblaciones del país de plano se suspendieron las fiestas, en las casas y ciudades los ornatos para evocar, honrar a la patria y héroes de independencia, son modestos y tristemente los mexicanos intentan exhibir alegría y felicidad para echarnos un escandaloso “Viva México”.

Estamos seguros que en el desfile del 16 de septiembre, los mexicanos que salgan a las calles y sigan el magno desfile militar, por televisión, mantendrán la esperanza de que en los cuarteles hay una posible solución contra la delincuencia y crimen organizado, los mexicanos quieren recordar a las honorables potencias militares como lo hacen cuando actúan ante los desastres naturales con el efectivo PLAN DN III.

Pero, mientras el comandante de las fuerzas armadas no emita la orden de devolver la pacificación de este país con el uso de las fuerzas armadas contra los enemigos del país, la desesperanza por los peligros en que viven los mexicanos tendrá un costo social muy elevado.

Por consiguiente:

¡Viva México! Señores, porque a pesar de estar viviendo la peor crisis social que todos los se deteriora por las olas de crímenes y violencia ya constantes, aún quedan esperanzas de que las cosas cambien, mientras por esas esperanzas mexicanos que viva México.

Puente sumergido

Lo demás es lo de menos, ya luego lo pagamos.

fl.carranco@gmail.com

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