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Araucaria

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Magno Garcimarrero

Cuentan que, en el año de 1771, un naturalista, viajero, llamado Joseph Banks, (1743-1820) pasó por la isla, aún sin nombre, que poco después se llamaría Norfolk, ubicada al oriente de Australia, donde vio por primera vez un árbol endémico al que, de momento llamó “pino australiano”. Lo registró, recogió sus semillas y se encargó de cultivarlo e introducirlo en el acervo botánico del mundo occidental. Por la misma época estuvo en Brasil y Chile, en donde también registró para la botánica a la preciosa buganvilia. 

Este científico, descubrió entonces, que, en el hemisferio sur de América, crecía un árbol de la misma especie del que había visto en Norfolk, y que era un fósil viviente; los mapuches, nativos del cono sur le llamaban “Pehuén”, ellos se auto nombraban pehuenches, (dueños del pehuén), pero por la región en que se daba esa planta (Arauco), se le dio el nombre de araucaria. 

Posteriormente los científicos se encargaron de ordenarlo en una familia distinta al pino. Se dijo de él que era el árbol más bonito del planeta, lo que no obstaculizó su uso para hacer mástiles de los barcos de la armada británica que en aquel entonces surcaba los mares, en expediciones científicas, de conquista y de colonización. Como siempre, la explotación no sustentable llevó al árbol hasta el borde de la extinción.

Dato técnico: Género: conífera. Familia: araucariaceae. 19 especies en el género, distribuidos en el hemisferio austral. En América subsiste en Patagonia, Argentina y Chile… y Xalapa en el hemisferio norte. Dicho sea, con humildad. Son de especie “dioica” es decir, hay árboles machos que florecen, y árboles hembra que dan los frutos: grandes piñas de semilla comestible. 

En la jardinería con propósitos de ornato público, deben usarse los árboles machos, porque las piñas de reproducción caen pesadamente en el verano, siendo peligrosas pues suelen pesar más de uno o dos kilos, y caer de alturas que pueden sobrepasar los quince metros. Son de lento desarrollo y suelen vivir cientos de años. La araucaria del mercado Alcalde y García, era machito.

Alrededor del año 1890 el embajador de Chile en México, le trajo de regalo a don Porfirio un cargamento de araucarias transportadas por mar desde su país. Posiblemente fueron las primeras que hayan llegado a México. De aquellas araucarias algunas subsisten en la Plaza de la Corregidora en la ciudad de Querétaro; otras en el Parque Juárez de Xalapa, inaugurado en 1892 para celebrar el 400 aniversario del primer viaje de Cristóbal Colón, y otras más en los atrios de varias iglesias jalapeñas. Recuerdo la que estaba en el patio de ingreso de la escuela Revolución, junto al templo de “El Calvario”, que antaño fuera atrio de esa iglesia. A esa araucaria le cayó un rayo, en tiempos de Chirinos, y se secó, siendo substituida, por otra pequeña sembrada por los niños, asistidos por maestros y viejos egresados de ese añoso plantel. 

Me tocó vivir con gran alegría ese momento y la anécdota, cuando el pequeño encargado de poner la peaña en el agujero hecho ex profeso, se volvió con cara de duda hacia otro niño para preguntarle cómo se sembraba, y el interpelado, después de pensarlo unos segundos le contestó: “pus con lo verde para arriba”. Técnica simple que, obviamente, usó también Sebastián el escultor, en tiempos de tío Fide, solo que a mayor precio.

La otra araucaria de las traídas por el embajador chileno, estaba en lo que fuera el atrio del templo de San José; con el tiempo convertido en plazuela del mercado Alcalde y García. Ese árbol de más de cien años, acabó por ser victimado por el ayuntamiento de Xalapa que, ignorante de los valores históricos que la ciudadanía incautamente ha puesto en sus manos, mandó a asesinar y, con él, un siglo de historia humana. Aunque después de una protesta ciudadana lo repuso con un nuevo árbol.

Quede aquí contada la historia de la especie en vías de extinción, que desde el cretácico se afana y ufana de haber creado el árbol más bello del planeta.

Neruda cantó: (fragmento)

“Araucaria, follaje de bronce con espinas, gracias te dio la ensangrentada estirpe, gracias te dio la tierra defendida, gracias, pan de valientes, alimento escondido en la mojada aurora de la patria: corona verde, pura madre de los espacios, lámpara del frío territorio, hoy dame tu luz sombría, la imponente seguridad enarbolada sobre tus raíces y abandona en mi canto la herencia y el silbido del viento que te toca, del antiguo y huracanado viento de mi patria”.

M. G.

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