KAIRÓS
Francisco Montfort
Debiéramos tener claro que ninguna de las dos candidatas presidenciales posee la llave para acceder a la construcción del Estado nuevo que le urge al país: un Estado exitoso. Éste esta bloqueado por problemas profundos que ni siquiera están en el debate actual.
Ningún Estado mexicano, desde su Independencia hasta la fecha, ha conseguido resolver los grandes problemas nacionales, aquellos que hoy conforman los elementos del llamado Estado de bienestar universal: legalidad, seguridad pública, salud, salario de desempleo, retiro digno y pensiones y también seguridad alimentaria, energética…y agregue.
El Estado mexicano posee una debilitada capacidad de realización de las políticas públicas. Ahora más debido a la exigencia del señor López: 90% de lealtad a él y a su partido y 10% de capacidad profesional de los trabajadores.
Tenemos un cleptoestado minado por una cultura organizacional fincada en el robo de los recursos públicos mediante todas las triquiñuelas posibles. Carlos Urzua y Héctor de Mauleon demostraron que Oportunidades, el programa insignia de combate a las pobrezas es también el buque insignia de la corrupción estilo señor López: con hipocresía, cinismo y flujos de efectivo.
El narcoestado mexicano, surgido desde los años noventa del siglo XX ha sido consolidado en el sexenio del señor López. Ahora es, inclusive, una fuerza electoral al servicio de Morena.
El pacto fiscal es débil y causa central de la desigualdad socioeconómica. El federalismo y la división de poderes están contrahechos. Amenaza la restauración del hiperpresidencialismo si triunfa Claudia Sheinbaum. Por esta misma razón, el Poder Judicial, auténtico poder de los ciudadanos en toda democracia, está a punto de perder su esencia y autonomía.
El mayor problema actual concierne a las capacidades del Estado para restablecer el orden legal: que el presidente respete la ley, que desaparezca el crimen organizado como autoridad paralela.
Estructuralmente, al Estado le urge contar con una organización pertinente: que dirija democráticamente la articulación entre los procesos de la democracia, del desarrollo y de la modernización.
Para contar con una mejor organización urge resolver un tema primordial, ancestral: el presidencialismo mexicano.
El actual sistema surgió de la llamada Revolución Mexicana. Ya ha rebasado los 100 años de antigüedad.
No es su edad histórica la que produce sus achaques. Es la organización del Estado que gira alrededor del Señor Presidente.
Nuestra sociedad padece gran fascinación por el hombre providencial, el Mesías que llegará para solucionar sus problemas. Este Deus ex Machine les gusta también a nuestros políticos, que sueñan encarnarlo. El actual presidente satisface esas dos cuestiones culturales. He aquí el problema: el premodernismo de nuestra cultura democrática.
Y si continuamos por esta ruta, la nación estará condenada a seguir por la vía del Estado fracasado: los mexicanos somos unas “víctimas de la espera…victimas de aguardar, una metáfora sobre la permanente expectativa por lograr el progreso y la prosperidad que en nuestro país parece una lucha interminable por llegar a la cima, solo para encontrar…que cada vez que se acerca la meta, todo se viene abajo” (Luis Rubio. “En marcha…” Reforma. 10/III/2024).
Gran parte de la sociedad vive fascinada en la creencia de que el actual Mesías Tropical reaccionario, conservadurismo revivido, que reconstruye un Estado tipo cardenista, de “izquierda de la Revolución Mexicana (Jorge G. Castañeda/Joel Ortega Juárez. Las dos izquierdas. Debate. 2024) es la ruta para alcanzar el anhelado desarrollo moderno. Luis Echeverría lo intentó. Sabemos del gran costo que pagó la sociedad mexicana por esta locura.
Esta fascinación por el hombre fuerte y providencial no es exclusiva de México, existió en varios países hoy exitosos. Inglaterra dejó atrás las leyendas de sus poderosos reyes. Optó por un sistema parlamentario y dejó a la Corte como figura tutelar de sus tradiciones.
Cerca de nuestra cultura y tradiciones tenemos el ejemplo de España.
La modernización de su Estado es reciente y muy exitosa. La figura del Monarca prevalece con poderes políticos acotados. Es la figura tutelar de sus tradiciones. El poder de conducción del Estado recae en un sistema parlamentario.
En México las fuerzas políticas le han dado la vuelta a la reorganización profunda del sistema de gobierno, pese a las evidencias del agotamiento del Estado presidencialista.
La reflexión hacia un nuevo orden y organización no empezaría desde cero. Porfirio Muños Ledo impulsó el sistema semipresidencialista, como el modelo existente en Francia.
Frente a las delirantes propuestas del señor López para regresar hacia un Estado autoritario, y las debilidades reales del Estado actual para hacer efectivos los anhelos de progreso de las mayorías nacionales, parece viable impulsar la idea de una auténtica transformación de raíz, pero civilizadora, del Estado mexicano.
Una contrapropuesta racional, emotiva y superior a la realizada por la corriente neopopulista del señor López y apoyada por su calca, la señora Sheinbaum.
francisco.montfort@gmail.com
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