Por Laura García J., Ciencia UNAM-DGDC
Convertirse en una de las investigadoras más relevantes en México sobre el tema de las desapariciones, no ha sido tarea fácil para Karina Ansolabehere, una mujer que vivió en carne propia las injusticias de la dictadura argentina y para quien las detenciones arbitrarias y las noticias sobre los crímenes perpetrados por el Estado marcaron por completo su infancia.
Nacida en el seno de una familia sumamente comprometida con las problemáticas políticas y sociales, desde muy joven Karina experimentó las desigualdades de la dictadura cívico militar que dominó Argentina entre los años 1976 y 1983. Gobierno, que según algunas organizaciones fue responsable de la desaparición de por lo menos 30 mil personas.
El concepto de desaparición forzada está ligado a los crímenes de Estado.
Pese a que en su infancia le tocó vivir con el miedo de ver soldados en la calle, en 1983, su país dejó atrás la dictadura para migrar a un gobierno más liberal e igualitario, a través de la llamada primavera democrática. Esto le permitió involucrarse de lleno en causas de derechos humanos, acudir a marchas para exigir justicia para las familias de todos los desaparecidos y finalmente, decidir estudiar la licenciatura en Sociología.
Luego de años y años de dedicar su vida a entender más sobre las dinámicas sociales, en 2000 decidió viajar a México, un país que recién acababa de romper con 70 años de hegemonía política y comenzaba una nueva etapa de reorganización social.
Un mal que se repite
A su llegada a la Ciudad de México, Karina decidió involucrarse de lleno en la investigación, primero en el FLACSO México (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales) y posteriormente en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, donde se enfocó en temas relacionados con la política jurídica, los derechos humanos y la defensa de la población en contextos de violencia.
Sin embargo, en 2014 cuando desaparecieron 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, ella junto a la doctora Bárbara Frey de la Universidad de Minnesota y la doctora Leigh Paynea de la Universidad de Oxford se preguntaron qué podían hacer desde la academia para entender lo que estaba pasando y contribuir a la búsqueda de verdad y justicia.
“Sabíamos que había desapariciones en otros lugares, así que pensamos que había que entender lo que estaba pasando: quién estaba desapareciendo, por qué estaba desapareciendo y los que circulaban en torno a la personas que ya no estaban, fue así que nació el Observatorio sobre Desaparición e Impunidad”, cuenta la especialista.
“Aunque el Estado no sea quien lleva a cabo las desapariciones, eso no significa que no sea responsable y que no tenga que dar respuestas”. Karina Ansolabehere
Mediante un trabajo colaborativo entre diferentes especialistas, el Observatorio sobre Desaparición e Impunidad permitió conocer las vertientes e ir desmenuzando las razones por las que las personas desaparecen en el país, ya que como explica, éstas ocurren dentro de un contexto social y en donde hay gente más vulnerables que otra de ser víctimas de este crimen, como son: los jóvenes, las personas pobres, los migrantes y las niñas.
“Ahora sabemos que hay diferentes actores que intervienen en las desapariciones. Es verdad que a veces los responsables son agentes estatales o policías municipales, quienes actúan por cuenta propia o en colusión con grupos del crimen organizado. Pero también, los responsables pueden ser grupos criminales que desaparecen a miembros de grupos rivales o que se llevan gente para hacer reclutamiento forzado. En otros casos, la gente puede actuar por motivos personales”.
Hacer visible lo invisible
La investigadora explica que en el Observatorio se siguen varias líneas de investigación:
–Contexto. Por una parte se analizan tanto el contexto como las dinámicas políticas y sociales que se dan en cada región para entender mejor cómo, porqué y quiénes están desapareciendo dentro de una localidad.
–Análisis del trabajo del Estado. Se les da seguimiento a las respuestas que han dado las autoridades frente a las demandas que presentan las familias de las víctimas, cómo va el proceso de búsqueda, de identificación y de investigación de cada caso, así como se valora qué tan efectivos han sido los procesos seguidos por las instituciones.
–Documentación de desapariciones. Una de las principales tareas del Observatorio es crear repositorios de información en los que se almacenan los informes legales, las carpetas de investigación, los reportes y las respuestas que han dado las autoridades en cada caso.
–Capacitación. Como el principal objetivo del Observatorio es hacer visible lo invisible, continuamente crean cursos o talleres para ampliar y para compartir la experiencia que han tenido y así crear un mayor número de personas sensibilizadas e involucradas con este tema.
Un largo camino por delante
Dentro de los hallazgos, que ha encontrado es que las desapariciones son generalizadas en todo el territorio, pero que en cada localidad se dan dinámicas espaciales y temporales muy específicas.
“Por ejemplo, en el noreste, lo que observamos fue un pico de desapariciones entre 2009 y 2011, después en Nuevo León observamos un segundo pico en 2018, esto solo nos indica que la práctica de desaparición se produce como ola, no todo el tiempo la gente desaparece de la misma magnitud, sino que hay momentos más críticos”.
Con nuevas luces sobre las desapariciones, la especialista sabe que aún hay un largo camino que recorrer, pero mantiene el compromiso de que mientras una persona falte, ella desde su campo de estudio le dará voz a su historia.