Mauricio Carrera
Cumplo años. El tiempo es cada vez más incómodo, arrecia en el corazón inquieto de los relojes en la infancia perdida de los huesos de mi alma. Persisto en la inmodestia de vivir ante la perseverante nada. Estoy decepcionado de mí mismo, pero también contento. Llego a una edad en que los pequeños secretos de la vida son datos vitales en los recovecos de mi sabiduría. Converso a besos con la amada, pierdo el tiempo como cuando joven, tengo un hijo con el que comparto risas y nuestras certidumbres de hombres en la turbulencia de estar vivos, escribo libros que ahuyentan los fantasmas de la mortalidad simple, me aburro pronto de los rencorosos y las despechadas, contemplo el cosmos como si conversara conmigo mismo, echo relajo cuando quiero, me alejo de quienes solo ofrecen testimonio de desamor, envidia e hipocresía, envejezco con la valentía y afán soñador y aventurero de la inevitable juventud que aún me habita.
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