En el entendido de que la vox populi subió al cadalso al ex presidente Luis Echeverría, quiero y debo defender la verdad de lo que me consta.
Desde luego la condena mayor viene de los jóvenes que no llegaban a cigoto cuando Echeverría era mandatario. Lo peor no leen, no se enteran pero tienen otros datos.
A esta cauda desinformativa contribuyen pseudo intelectuales que parten de una premisa balín: fue culpable de crímenes contra la humanidad que para simplificar el manejo se apilaron en el término de genocida.
No, el genocidio implica la intención de desaparecer una cultura, un grupo social o racial. Y nada de eso sucedió en nuestro país.
La gente en esta campaña absurda contra el ex ocupante de Los Pinos, olvida las obrad e instituciones que heredó a la nación.
En el nivel social, pensemos en el Infonavit y el Fonacot. En la educación, una sola pero muy sólida institución, la Universidad Autónoma Metropolitana y los Colegios de Ciencias y Humanidades.
Nunca conoceremos con exactitud los miles de asilados argentinos y chilenos que libraron la muerte inclusive de sus familias. Muchos hoy son paisanos.
Este es grosso modo lo que puede decirse de Echeverría y que no podría equipararse con mandatario alguno, ni antes ni después.
Aclaro que salvo una frustrada entrevista mi relación con el presidente se concretó a cubrir pocos actos oficiales. Sin relación alguna.
Con Gustavo Díaz Ordaz tuve lamentables acercamientos. Quiso encarcelarme pero ante la firme actitud del embajador cubano, Sanchez de Armas, optó por secuestrar a mi segundo de a bordo en Prensa Latina. Apoyado por los corresponsales extranjeros sostuvo en mi presencia que yo había solicitado la expulsión del chileno Víctor Vaccaro.
No se le movió un músculo cuando José Quiroga de O’Estado de Sao Paulo le señaló mi presencia. Simplemente dio por finalizada la reunión.
Posteriormente en la recepción al presidente gringo en Puerto Vallarta, donde el Servicio Secreto me negaba una acreditación que les impuso don Fernando Garza.
Cuando abrían los túneles para la primera línea del Metro, departimos en el bar del Hotel Aristos, de Reforma.
Hosco, malhumorado respondió todo lo que querían saber los corresponsales. Reiteró y quiso dejar muy claro que Él y sólo Él, era quien mandaba y tomaba lad decisiones.
Posteriormente lo acompañamos al recorrido dl Metro, ya acabado, espléndida obra. Curioso, el viejo malacariento ocupó un asiento, solitario y no volvió a mirar a nadie.
En mis inicios repartía mis esfuerzos periodísticos entre la revista Sucesos y el quincenario Política de Marcué Padiñas.
Las hordas ordacistas no sólo nos perseguían sino nos encerraban, por ejemplo en las oficinas de Prensa Latina
Ya a cargo de la oficina de Prela en México, intentó clausurar las operaciones informativas. El auxilio de un abogado súper transa, nos evitó el amargo trago.
Cuando llegó Echeverría al poder, vimos una luz en el camino. Por cierto, Díaz Ordaz en corto con los corresponsales, dijo que las decisiones en el país sólo las tomaba él. Reclamó la paternidad de Tlatelolco…
Periodista antediluviano, corresponsal en el exterior y reportero en méxico.