- El lingüista, miembro de El Colegio Nacional, ofreció la tercera sesión de su curso Historia del español de México.
- Nueva España: la convivencia del español y el náhuatl. Mestizaje cultural y mestizaje racial, fue el tema de la lección que ofreció.
- Señaló que fue hasta el siglo XX cuando el español se convirtió en lengua materna del 80 por ciento de los mexicanos.
La lengua española, el náhuatl, el otomí y las demás lenguas mesoamericanas “convivieron durante toda la época colonial y hasta principios del siglo XX, cuando el español logró imponerse como lengua materna del 80 por ciento de la población mexicana”, afirmó el lingüista Luis Fernando Lara, miembro de El Colegio de México, durante la tercera sesión del curso Historia del español de México 2022.
Nueva España: la convivencia del español y el náhuatl. Mestizaje cultural y mestizaje racial, fue el tema de la lección que el colegiado ofreció de manera presencial en las instalaciones de El Colegio Nacional, y también se transmitió a través de las redes sociales de esta institución.
Hasta antes del siglo XVIII, “cuando los prejuicios sociales en contra de los indios y mulatos se incrementaron en la sociedad novohispana”, dijo Lara, “la lengua náhuatl siguió teniendo un papel importante en el México central al grado de que el arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana, a su llegada a México en 1766, se encontró con que los indios de los contornos de la Ciudad de México sólo hablaban náhuatl o se rehusaban a hablar español”.
Y si bien el avance del español era cada vez mayor, “y el indio españolizado se volvió indistinguible de los mestizos”, agregó, “no sólo los indios conservaban el náhuatl sino que los mismos españoles, comerciantes y agricultores, tenían que hablarlo, al igual que las otras lenguas de cada región, para poderse comunicar”.
El lingüista, miembro de El Colegio Nacional desde 2007, repasó las primeras interacciones que la lengua náhuatl y el español tuvieron una vez consumada la conquista. Recordó que, en la primera sesión del curso, ofreció un panorama de los pueblos que poblaron Mesoamérica y su septentrión, antes de la llegada de Hernán Cortes.
Para la segunda sesión, titulada La lengua de los conquistadores. El castellano y sus dialectos. Andalucismo del español en América, relató cómo hablaban los españoles que llegaron en las primeras oleadas y que traían sus propias tradiciones de hablar constituyéndose en “nuestra primera herencia”.
El coordinador del curso se refirió entonces a la etapa de adaptación e hibridación entre el español y las lenguas originarias, principalmente el náhuatl. Como antecedente señaló que “fue Hernán Cortés quien dio el nombre de Nueva España a la región central mesoamericana, en donde impuso el dominio español asimilando, no destruyendo, las estructuras políticas y económicas mexicas y de los otros pueblos”.
Este sometimiento, dijo, fue negociado o se logró mediante la guerra, “sin las cuales le habría sido imposible no sólo su dominio, sino incluso su supervivencia. Los mexicas habían venido construyendo un imperio fuerte que tenía muchas relaciones de comercio y de tributo con el resto de Mesoamérica y que, por lo tanto, había dado lugar a peleas con pueblos de otras culturas, como los tarascos de Michoacán, los tlaxcaltecas y los totonacas”.
“Nuestra ideología nacional nos hace pensar que llegaron los españoles, se impusieron totalmente y los indios no tuvieron nada que ver, pero no: colaboraron, y no por traidores, sino porque les convenía”, señaló Lara.
Una vez lograda la conquista, dijo el lingüista, “el español se impuso junto con el dominio político por dos medios: el mestizaje racial y la educación. En cuanto a la educación hay que considerar especialmente el papel de la Iglesia; los frailes que llegaron al continente con los primeros conquistadores, como Pedro de Gante, que llegó en 1523, vivió en Texcoco y luego en México, construyó la iglesia de San José de los Naturales, junto al convento de San Francisco, donde ahora está la iglesia de San Felipe, en la calle de Madero”.
Además de enseñar el evangelio, el canto y el aprendizaje de ciertos oficios, los frailes “muy pronto asumieron la tarea de defender a los indios de la esclavitud y de la explotación”, pero también “debemos a las órdenes religiosas: a franciscanos, dominicos, agustinos, imbuidos por el espíritu renacentista, y a los jesuitas más tarde, la educación de los nobles aborígenes, a la vez que enseñarles el español y el latín, los esfuerzos por conservar las lenguas indígenas, particularmente el náhuatl como lengua general de Nueva España”.
Además de escribir obras que ahora permiten entender y apreciar el pasado prehispánico, fueron los religiosos quienes crearon las gramáticas y diccionarios de lenguas amerindias como el Arte de la lengua mexicana de Fray Andrés de Olmos, “quien además se ocupó de estudiar las lenguas huasteca o totonaca o el Arte de la lengua mexicana y castellana junto con el Vocabulario de Fray Alonso de Molina; son parte de un conjunto fundamental e imprescindible de estudios para conocer las lenguas amerindias mesoamericanas”, señaló.
Primeras palabras
Maíz, tabaco, canoa, barbacoa y cacique, “entre varios vocablos más se suelen considerar representativos de un importante acervo léxico del primer español americano”, señaló Lara. Este acervo se incorporó de manera tan inmediata “que cuando llegaron los españoles a Mesoamérica ya formaba parte del léxico del español que comunicaron a los indios”.
Así, “maíz desplazó a los vocablos correspondientes nahuas y su importantes diferencias semánticas que distinguían entre la planta misma (tlayolli); la mazorca cuando no se ha desprendido de la planta —xochicentli (alimento en flor)—; la mazorca misma (centli); la mazorca cuando está curada y seca (élotl); la mazorca cuando empieza a crecer (xilotl) y la mazorca cuando se la han quitado los granos (ólotl)”, repasó Lara.
Enfrentados a una cultura distinta, “muchos objetos parecidos a los de su cultura se nombraron con vocablos españoles lo que sigue dando lugar a confusiones, son los casos de calabaza, con que los españoles llamaron a varias cucurbitáceas que encontraron en Mesoamérica, diferentes de la lagenaria española”. Pero en similar situación se encontraban los indígenas, quienes adoptaron “nombres de objetos” al náhuatl.
Por ejemplo, “animales que los nahuas no conocían como el caballo, el burro, la oveja y la gallina, en un primer momento optaron por significarlos echando mano de sus propios recursos”. De esta manera, “al caballo lo llamaron maxatl, que era el nombre del venado; y al burro, lo llamaron axno conetl”.
Aún ahora, dijo Lara, “la penetración del español en el náhuatl no se ha detenido como efecto del mestizaje, tanto racial como cultural, que se ha producido en México”; sin embargo, “faltan estudios léxicos que estudien más a fondo el modo en que la semántica del náhuatl ha evolucionado. La lengua náhuatl está hoy fragmentada, según el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas en 30 dialectos o variantes, quizá la totalidad de sus hablantes, cerca de un millón y medio, son bilingües con español”.
El lingüista aseguró que “el estudio del náhuatl del siglo XVI, a diferencia de lo que sucede con las demás lenguas de México, cuenta con suficiente documentación que permitiría aumentar y continuar los estudios”. Desgraciadamente, lamentó, “la lingüística hispánica ha desdeñado la realidad del contacto con las lenguas amerindias, un contacto complejo como corresponde al inicial enfrentamiento entre dos civilizaciones y dos ámbitos culturales: el español y el mesoamericano”.
Nueva España: la convivencia del español y el náhuatl. Mestizaje cultural y mestizaje racial se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.
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