Magno Garcimarrero
Hagamos un sesudo estudio sobre el olvido que se apoya en el Boutique Open Síndrome (B.O.S.) o síndrome de la botica abierta, igualmente traducible por Olvido de Zipper, en virtud de que fue el famoso farmacéutico W.C. Zipper quien por primera histórica vez fue sorprendido en el descuido de no abrocharse la parte del pantalón que permite el ejercicio de la función acuática.
Y bien, en aquél trascendental momento lo acompañaba su entrañable amigo y colega científico Main Hi Torio a quien se debe la patente del receptáculo que lleva su nombre.
Como todos los grandes inventos, este fue casual en casi un ciento por ciento, pues los amigos se encontraban tomando su acostumbrada botana de la una de la tarde, sentados en sendos cartones de cerveza de Bavaria, en el famosísimo bar de esa ciudad llamado “La fiebre del orín” cuando ocurrieron los hechos que dieron paso al gran descubrimiento.
Al principio el científico no quiso aceptar que su omisión era debida a lo avanzado de su edad, sino que trató de justificarla con la vieja teoría del spress pasport o entrega inmediata, apoyándola además en el entonces muy difundido uso de botones en ese rumbo de la indumentaria.
No era totalmente descabellado su argumento; en efecto, desde el siglo XVI la botonadura para ajustar la ropa vino a sustituir al arcaico sistema de cintas con que se anudaban las prendas como camisas, calzones y, en fin, todas aquellas que dieron origen al concepto de desnudarse por desanudarse.
Los botones efectivamente no cumplieron su función de abotonar hasta que se inventaron los ojales, pero cuenta la leyenda que el primer objetivo de la botonadura la impuso el príncipe de Gales al ver que los guardias se limpiaban los mocos con la manga de la guerrera; ordenó entonces que en las puntas de las mangas se les cosieran unos grandes botones metálicos, mismos que conservan los guardias de palacio y que con el tiempo pasaron a formar parte de la moda de corte inglés, trascendente hasta el siglo XXI, pues los sastres modernos siguen aplicando botones en las mangas de los sacos, aparentemente inútiles pero que, conociendo su origen, se explica la razón de su existencia.
Los ojales y los botones en un principio dieron dificultades a los usuarios, pues no faltó quien, por el total desconocimiento de su uso, sufriera enfermedades de la columna vertebral al incurrir en el error frecuente de abrocharse el botón del cuello de la camisa con el ojal del calzoncillo.
Pero W. C. Zipper finalmente aceptó que su olvido no se debía a variables externas, sino al complejo que ahora lleva su nombre; sin embargo, antes de llegar a esa conclusión, tuvo que experimentar con la modificación de variables de las cuales mencionaremos algunas.
Variable Nothing beer o sea Nada de cerveza. Supuso que al no tomar su botana y “chelas” de la una de la tarde, evitaría el uso frecuente de la botonadura, pero no contó con que la cerveza no era el único diurético, así que fracasó su hipótesis por lo que optó por una segunda.
Variable fieltro pega solo o despega fácil. Mediante el uso de este sistema avanzó muchísimo en sus experimentos, pero encontró el inconveniente de que así como pega fácilmente con una sola pasada de mano, también se despegaba con la misma facilidad, sobre todo al sentarse en el banquillo del laboratorio, que lo obligaba a tener una pierna sobre éste y otra tocando tierra como lo indica la regla en el tiro de marrano de buchaca.
El control de la tercera variable lo puso en el mismo camino correcto pues fue cuando utilizó por primera vez la cremallera simple, que después perfeccionó dando origen al cierre de doble acción y más adelante a la introducción de materiales diversos para su confección, pues siendo metálico el primero, en tiempos más modernos se substituyó por el plástico y otras substancias flexibles y resistentes.
W. C. Zipper llegó finalmente al éxito de su investigación cuando partió de la hipótesis de que la decrepitud no es más que una regresión a la primera infancia, etapa en la que el humano no tiene noción de la función social del control esfinteriano, ni de las partes correspondientes en la vestimenta; por lo tanto la tendencia al B.O.S., acusa dos vías: una parasimpática y otra simpática.
Algunos estudiosos añaden una tercera: simpatiquísima, pero no se necesita ser científico para observar que se trata de la segunda con solamente un grado mayor de intensidad.
Bien, la vía parasimpática implica una inconsciente resignación ante la disfunción generacional que se recrudece conforme avanza la longevidad. La vía simpática contiene una fuerte carga social, pues implica rechazo inconsciente a todos aquellos que conforman la mayoría del grupo que conservan intactas sus funciones.
Es pues el B.O.S. una omisión portadora de repudio social, y no como pudiera suponerse, un acto de exhibicionismo, pues carece totalmente de compulsión libidinal.
Por último y para abrochar con cierre de oro, conviene aclarar que W. C. Zipper por esta teoría fue nominado para obtener el premio Nobel de la micción.
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