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El rey

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Eduardo Casar

Allá va el tiempo pero va descalzo,
somos nosotros los que le colocamos
botas en siete lenguas cuando menos
porque queremos que nos deje huellas
para reconocerlo y para que alguien
reconozca el diseño que le hicimos
y nos deje algún premio entre las manos.

Pero el tiempo es el rey y va desnudo.

Que nadie diga nada solamente
por hacerse presente. Hay que tener
el valor de callarse y dejar que se siga
sintiendo la gran cosa.

De todos modos todos ya nos vamos.

La otra

Agarrar a la sombra por los hombros.
Encararla. Decirle sombra recuerda que eres mía.
Argumentar con ella. Escuchar
sus razones oscuras,
pulir los argumentos
y tratar de que adopte nuestra cara.

Poco a poco
convencer a la sombra de volverse un espejo.

Y luego darse cuenta de que no tiene caso
el esfuerzo invertido (ni el precio del espejo)
porque al pasar el tiempo nos desaira la sombra.

Porque tanta insistencia, durante tanto tiempo,
la fue volviendo noche. Y desaparecemos
cuando lo cubre todo.

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