Relatos dominicales
En la memoria amorosa
Miguel Valera
Ese día pasamos a Cardel por un licuado de guanábana a los “Jugos El Manantial”. Son los mejores, le dije a Eunice, quien sabía de mi afición por esta fruta y que siempre, también, adivinaba mis pensamientos, cuando de gustos sobre comida y bebida se trataba.
Paladeamos esa delicia casi hasta llegar a Laguna Verde, antes de tomar la nueva autopista que nos dejaría, en un abrir y cerrar de ojos, en Papantla. Afuera del auto la temperatura estaba a 34 grados. ¡Es un infierno!, grité, mientras ella encendía la radio y en las bocinas se escuchaban las notas introductorias de “In Loving Memory”, de Alter Bridge. Es un Sol, un Mi menor séptimo, un Re, le dije, con cierta presunción, mientras en la bocina se escuchaba “Thanks for all you′ve done” (Gracias por todo lo que has hecho). “I’ve missed you for so long” (Te he extrañado por mucho tiempo); “I can′t believe you’re gone” (No puedo creer que te hayas ido) “And you still live in me” (Y aún vives en mí).
Llegamos a Papantla con esa canción en la cabeza. Yo le dije que quería comer en Casa Pardo, enfrente del parque, pero ella me insistió en que prefería Nakú (corazón) un restaurante de moda, con una construcción de piedra laja, con inmensas vigas, sostenidas por horcones, que le recordaban la casa de sus abuelos. —Sé que ya no es hora del desayuno, le dijo Eunice muy propia al mesero, pero quiero las empanadas “Tutunakú”, acompañadas con frijoles de olla, como dice aquí, señaló con su dedo. Yo pedí dos tamales de cuchara (Wate xa paxni, se leía en la carta) y una sopa totonaca de tortilla (Makampin). Tomamos agua de frutas y de postre compartimos una pieza de Pipitoria con helado de vainilla.
En la atmósfera que nos rodeaba sólo se hablaba de una cosa, el asesinato, presuntamente a manos de policías municipales de Poza Rica, de Magdaleno Pérez Santes, un hombre de 41 años, cuyo delito habría sido el seguir buscando a su hija Diana Paloma Pérez Vargas, estudiante de bachillerato, desaparecida en noviembre de 2019 cuando se dirigía a la escuela.
“No hay peor dolor para un ser humano, que perder a un hijo o una hija”, le dije a Eunice, para comentar del tema. “Este pobre hombre, me contestó, no perdió la esperanza por encontrar a su hija y mira, ahora, le cortan la vida de esta manera brutal”.
Después de esa golpiza Maleno fue liberado y llegó a su casa de Tres Cruces, en el municipio de Papantla. A las pocas horas le dijo a su familia que se sentía mal y murió.
Sus compañeras y compañeros del colectivo de búsqueda “María Herrera” se pronunciaron: “Otra vez fue el Estado. Así como desaparecieron a muchos de nuestros familiares, es el Estado el que hace alianza con el crimen organizado. Y es el Estado el que pretende criminalizar a nuestros desaparecidos y a todas nuestras familias… Cada golpe recibido por Maleno es un golpe a las madres, padres, hermanas, esposas e hijos e hijas buscadores de este colectivo”, indicaron. Se nos hizo un nudo en la garganta.
Todo el pueblo de Papantla estaba conmocionado. “Qué tristeza”, dijo quedito Eunice. “Había renunciado a todo para buscar a su hija y encontró la muerte”. Pero ella está viva, nos dijo el mesero totonaco. No supimos si su frase era literal o se refería al “Ninín”, el culto que en esa región se ofrecía a “los que no han muerto”.
Al otro día, cuando nos montamos en el vehículo y encendimos la radio, nuevamente estaba ahí “In Loving Memory”. Nos miramos sorprendidos y dejamos que en las bocinas se escuchara “I never knew what it was to be alone” (Nunca supe lo que era estar solo”; “I carry the things that remind me of you” (Llevo las cosas que me recuerdan a ti).

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