Por Gabriel Gamar
El frío del mar es tan distinto al de la montaña,
cada uno va dejando a su paso
una sensación distinta en la piel;
el viento del océano trae un aroma submarino
con olor a conchas y caracoles de mar.
En cambio, el viento en la montaña
trae un aroma verde de bosque,
de eucaliptos y pinos
y de frescura terrenal.
Cada cosa en su propio sitio,
si en la playa hay un tronco
es a causa del extravío,
si en el bosque hay un pez,
es el cauce de un río
que lo hizo llegar ahí.
El mar siempre rechaza lo que no es suyo,
lo arrastra hacia la playa
igual que el cuerpo de un ahogado
después de tres días en el mar.
El mar y la montaña tienen lo suyo
de igual manera te atrapan,
sobre todo, si ahí tienes a quien amar…
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