Los textos gratuitos de la SEP de 2020 recuperaron imágenes prototipo de los murales mexicanos y tuvieron tirajes de entre 2.3 y 2.5 millones de ejemplares.
El trabajo que como ilustradores de revistas, periódicos y demás impresos realizaron muralistas mexicanos como Diego Rivera ha pasado desapercibido, pese a ser parte importante de su perfil artístico y permitirles diseminar imágenes del muralismo a lugares recónditos del país e incluso a otras naciones.
Así lo expuso María Andrea Giovine Yáñez, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, durante la charla Del mural a la página. Diego Rivera, ilustrador de impresos, en la que detalló que, por ejemplo, los libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) de 2020 recuperaron imágenes prototipo de los murales mexicanos y tuvieron tirajes de entre 2.3 y 2.5 millones de ejemplares.
“No es lo mismo ver un mural en Palacio Nacional que en la cubierta de un libro, pero es interesante que esas imágenes viajaron a los espacios cotidianos de los lectoespectadores”, afirmó la especialista en relaciones entre imagen y texto, y cruces entre literatura y artes visuales en los siglos XX y XXI.
La experta universitaria explicó que los murales están relacionados en su contexto con el espacio en que fueron pintados; mientras que las imágenes del muralismo en libros pierden características de contemplación, pero ganan mucho en difusión.
“Aunque se atenta con su materialidad original, cumple con la función de dispersar imaginarios y posturas ideológicas y artísticas”, comentó al recalcar que el muralismo fue un proyecto nacional de educación, de alfabetización del pueblo a través de imágenes.
Cien años
Al cumplirse cien años del muralismo mexicano, recordó que la Biblioteca Nacional de México resguarda la obra impresa de artistas a partir de sus colaboraciones en periódicos, revistas y carteles. En el caso de Diego Rivera, se tienen ilustraciones desde 1906 hasta 1957.
Sin embargo, el pintor mexicano como otros artistas plásticos no recogieron sus trabajos como ilustradores en sus archivos de obra ni hicieron mención de ellos en sus biografías, ni dedicaron sección alguna en exposiciones retrospectivas, quizá porque era una encomienda con un pago distinto. “Para algunos la ilustración fue un trabajo previo a consagrarse como artistas”, comentó.
La experta mostró ilustraciones que Rivera hizo exprofeso para “El soldado desconocido”, poema de Salomón de la Selva y que incluye sus iniciales D.R., así como la portada de Los de abajo, de Mariano Azuela. También expuso ejemplares de la revista Mexican Folkways, dedicada al arte popular y que fue clave en el trabajo de Rivera como ilustrador. Allí quedaron plasmadas imágenes que después pasaron a su obra plástica y a otros impresos, que estaban presentes en los quioscos de periódicos y ya no era necesario ir a un museo o circuito de artes plásticas, “eran parte de la vida cotidiana de los consumidores de la prensa de la época”.
Otro ejemplo de los viajes y difusión que tuvieron las imágenes de Rivera a través de publicaciones son 20 acuarelas que realizó para un texto del Popol Vuh que se ilustraría en Japón, en 1930, pero que no se terminó.
Sin embargo, hoy sí existe una edición español-japonés de este texto maya con ilustraciones del pintor mexicano. “Estas imágenes se difundieron hacia muchas latitudes por medio de un libro. Quizá no muchos lectores de esa edición han visto un mural original de Rivera, tal vez tampoco han visto una pintura prehispánica, pero a través de las posibilidades de circulación de los impresos pueden llegar hasta sus manos”, dijo.
Fotos de video: Benjamín Chaires.