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La deconstrucción es un término muy interesante y extremadamente polémico: Christopher Domínguez Michael 

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  • Con el título “Crítica literaria y deconstrucción”, se llevó a cabo una nueva sesión del ciclo Grandes críticos literarios, dictada por Christopher Domínguez Michael, miembro  de El Colegio Nacional.  
  • “La prosa de Derrida es muy difícil de leer: está llena de chistes, artificios, juegos pirotécnicos, medias verdades, muchas mentiras y, desde luego, atisbos de genio”.  
  • “La lectura de Derrida está llena de ideas formidables o produce corajes que son una amenaza para la bilis, pero fermento para el pensamiento”, destacó el colegiado  

Jacques Derrida hizo sumamente popular un concepto confuso, “equívoco, muy interesante y extremadamente polémico, que fue el de la deconstrucción”, fue el protagonista de la cátedra “Crítica literaria y deconstrucción”, dictada y coordinada por Christopher Domínguez Michael, miembrode El Colegio Nacional, como parte del ciclo Grandes críticos literarios.  

Durante la conferencia, celebrada de manera presencial desde el Aula Mayor de la institución, y transmitida por sus redes sociales, el crítico literario aseguró que más allá del concepto, “muchas de las cosas que ocurren actualmente en el pensamiento vienen de la deconstrucción”, siendo Derrida (1930-2004) uno de los personajes fundamentales en la difusión de esta manera de acercarse a la crítica literaria, incluso, por encima de las polémicas a las que sobrevivió.  

Una de ellas, muy famosa en la historia de las ideas del siglo XX, al tiempo en el que fue  extremadamente útil para abordar el tema, su escuela tuvo como protagonista al gran amigo de Jacques Derrida, el crítico literario de origen belga Paul de Man, quien hizo su carrera académica en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y falleció en 1983.  

“En 1987 —compartió el colegiado—, se descubrió una serie de artículos que Paul De Man había escrito en su juventud en la Bélgica ocupada por los nacionalsocialistas de subidísimo tono antisemita y prohitleriano; esos artículos pasaron inadvertidos en el mundo universitario de los Estados Unidos hasta que el tema escaló a la gran prensa: uno de los gurús de la deconstrucción en las universidades de los Estados Unidos, que había pasado de John Hopkins a Yale, ya a finales de los 80 la deconstrucción tenía su sede más bien en Irvine, California, y tenía un pasado a favor de Hitler”.  

Al ir más allá del círculo académico se convirtió en “una bendición” para todos los enemigos de la deconstrucción, quienes  habían considerado desde antes del escándalo de Paul De Man, que la teoría crítica de la de construcción eran “nihilista, antihumanista y estaba basada en un personaje que con frecuencia alimenta a las ideologías fascistas”.  

Desde la perspectiva de Christopher Domínguez Michael, el gran problema es que el artículo en defensa de De Man, escrito por Derrida, se convirtió en uno de los capítulos “más tristes, más escandalosos de la historia, al menos de la crítica literaria y del pensamiento del siglo XX”, porque en vez de decir lo que haría alguien “normal”, por así decirlo, declaró:  “mi amigo se equivocó en la juventud, como muchos otros, no fue el único equivocado, y se equivocó dos veces al ocultar esto durante décadas en los Estados Unidos, con lo que, como se dice ahora, el control de daños hubiera sido posible”.  

“En realidad, consecuente con su pensamiento, trató de utilizar la propia deconstrucción para justificar con argumentos absolutamente ridículos, tanto más ridículos porque buena parte de las personas les dieron crédito para justificar los textos que el joven De Man había publicado en un periódico colaboracionista belga”.  

Lo que en realidad De Man había querido decir es lo contrario de lo que había escrito, ya que manejaba el texto como una realidad mutante, que cambia  en naturaleza según lo quiere el hermeneuta y “deberíamos entender las frases de De Man como de un antisemitismo vulgar, un antisemitismo poco efectivo, que no atacaba la raíz del mal mundial, si no se iba hacia las ramas”.  

“La toma de posición del joven De Man, vista con el filtro de la deconstrucción, significaba tal cual lo contrario de lo que decía: era una llamada de atención del joven De Man contra el antisemitismo y, en consecuencia, contra el nacionalsocialismo”.  

A la distancia, enfatizó el crítico literario mexicano, resulta increíble no sólo que Derrida hubiese tomado este tipo de defensa, “catastrófica para la deconstrucción”, sino que muchos de los derridianos y de los deconstructivistas o deconstructores, le hayan dado crédito después de que habló Derrida de otras grandes inteligencias.  

El tiempo de la deconstrucción  

En su cátedra, como parte del ciclo Grandes críticos literarios del siglo XIX, Christopher Domínguez Michael reconoció que la deconstrucción se repuso de una historia como la anterior, por lo cual muchas de las cosas que ocurren actualmente en el pensamiento, vienen de la deconstrucción y no sólo con Jacques Derrida, sino con otros filósofos rivales.  

“La prosa de Derrida es muy difícil de leer: está llena de chistes, artificios, juegos pirotécnicos, medias verdades, muchas mentiras y, desde luego, atisbos de genio. No en balde alguien se vuelve tan influyente, la gente no es tonta, entonces la riqueza y el interés del pensamiento no se puede borrar de un plumazo”.  

Para el colegiado, uno de los desafíos que enfrentó la deconstrucción fue, precisamente, “toda la histeria que la condenó y dañó al centro de la teoría, porque su núcleo es la verdad en el texto”, de ahí que la mayoría de los libros de Derrida, cuando no son experimentos literarios, son colecciones de artículos, algunos profusamente académicos”  

“Hay un libro de Jacques Derrida que apareció a principios años 70, La diseminación, que tiene dos textos muy famosos, por lo menos los más importantes para mí: en ‘La farmacia de Platón’ insiste en que la escritura es un remedio y en francés la palabra remedio también se aplica a algo que cura y al mismo tiempo un veneno; está doble naturaleza de la escritura como veneno y como remedio para Derrida es fascinante”.  

“Un segundo texto de Derrida nos lleva al gran santo de todos los radicales experimentalistas del siglo XX, sobre todo francés, que es el poeta Mallarme, cuyo hermetismo, forma parte de la literatura del siglo XIX y XX, en la necesidad de que la literatura tenga un fin, y eso está en Borges y antes de Borges, o simultáneamente, está en la figura súper influyente para Derrida, Maurice Blanchot”.  

A partir de esa reflexión, Domínguez Michael recordó que este sueño formalista de abolición del mundo de la literatura por la propia literatura está en el corazón de la tradición literaria de Occidente y se vuelve muy influyente en el siglo pasado.  

A Mallarmé lo han mandado a las trincheras con todo y su mochila y sus armas a batirse en todos los frentes, contra todos los enemigos, y la lectura que hace Derrida de Mallarmé es como “el gran exponente de que el texto mismo en sí es una es una ficción, ya que no postula ninguna verdad, ni siquiera la postula tipográficamente”.  

“Derrida murió en 2004, hubiera sido feliz en la época más madura del procesador de texto, si bien, sí alcanzó a hacer uso de algunas herramientas, se hubiera divertido muchísimo con las computadoras que nosotros tenemos en las manos, con los teléfonos celulares: todo lo que fuera el mundo de los soportes lo apasionaba; escribió libros que hubiera sido más fáciles de escribir en 2023 que en 1990, pero a lo que voy es que él incluso tenía una idea bastante pobre, en mi opinión, de la importancia de la tipografía en Mallarmé”.  

Todos los poetas suelen ser muy cuidadosos de cómo se componen tipográficamente sus libros, de cómo “se escancian los versos en la página”, esto forma parte del oficio del poeta y el filósofo Derrida le da a los blancos de Mallarmé, en un tiro de dados, “ una importancia ontológica”, y esos blancos deben ser algo que atiendan, llamen nuestra atención, “y los miramos en busca del ‘secreto de lo obscuro que está en lo blanco’ y toda una serie de frases que abundan profusamente por la obra de Derrida, muchas de las cuales no quieren decir nada, son disparates”.  

Buena parte de las ideas de Jacques Derrida, sobre todo lo  más político, viene de una o dos páginas de Maurice Blanchot, en buena medida el papá de los pensadores que llamaron “pirómanos en pantuflas’”, recordó el colegiado, quien aseguró que Blanchot es un escritor privado, casi secreto, no un filósofo universitario.  

“La lectura de Derrida, sobre todo ahora que he podido leerlo con menos prejuicios, está llena de ideas formidables, o produce corajes que son una amenaza para la bilis, pero fermento para el pensamiento. Sin embargo ellos mismos, al tiempo que se dieron cuenta que habían fracasado como profesores universitarios, también habían clonado lo que más odiaban: la idea de que el texto literario tiene una significación sagrada que está más allá del lenguaje, y que sólo ellos podían deconstruir y entregarnos en todas sus partes”.  

El acercamiento a Jacques Derrida, bajo el título Crítica literaria y deconstrucción, como parte del ciclo Grandes críticos literarios, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.  

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