Se expresa a través del resentimiento y la irritabilidad y causa síntomas como dolor de cabeza, respiración acelerada y agitación cardiaca.
Está ligada a pensamientos distorsionados y negativos. La ira es una reacción emocional natural en el ser humano que, como otras emociones, tiene objetivos de supervivencia (huir o defender), pero que, fuera de control, puede incluso resultar letal.
Si analizamos las definiciones que da la Real Academia Española respecto de la ira obtenemos:
Ira: sentimiento de indignación que causa enojo.
Indignación: enojo, ira o enfado vehemente contra una persona o sus actos.
Enojo: movimiento del ánimo que promueve ira contra alguien.
Vehemente: que tiene una fuerza impetuosa. Un discurso vehemente/Ardiente y lleno de pasión/ Dicho de una persona: que obra de forma irreflexiva, dejándose llevar por los impulsos.
Podemos, así, elaborar una nueva definición: la ira es un sentimiento de furia e indignación contra alguien, representado con gran pasión, y en el que el individuo se deja llevar por sus impulsos y, a menudo, actúa en forma irracional.
La Asociación Psicológica Americana (2010) reconoce la ira como la representación más intensa del enojo, por lo cual parece más certero que muchos aspectos de esta emoción sean definidos como parte del enojo.
¿Qué la genera?
Dicho estado puede surgir por situaciones aversivas, por ejemplo, cuando estamos sometidos a estímulos dañinos o a situaciones muy desagradables, lo que explica conductas como las que manifiestan pacientes con enfermedades que causan dolor crónico y muestran con frecuencia sentimientos de marcada hostilidad. Otro ejemplo claro es cuando en un partido de futbol los fanáticos enfurecidos gritan insultos al árbitro por su penalización y hacen destrozos u ocasionan peleas.
¿Cómo se manifiesta?
Por medio del resentimiento y la irritabilidad, puede causar síntomas físicos: una persona enojada llega a desarrollar dolores de cabeza, aceleración de la respiración o aumento de las pulsaciones cardiacas. Su conducta la puede llevar a gritar, insultar e incluso golpear a los demás. La ira está ligada a pensamientos distorsionados y negativos, que surgen en situaciones estresantes, agobiantes y momentos que nos hacen sentir en peligro.
Cuando dicha emoción se presenta de manera frecuente o desproporcionada, quien la padece valora el contexto como algo terrible, aun cuando en realidad no lo sea. Las reacciones limitan la comunicación, pues el proceso cognitivo se ve limitado. La gente no piensa cuando está enojada y puede decir cosas y cometer actos de los que tal vez se arrepienta.
¿Qué pasa en el cerebro?
Se liberan neurotransmisores que incluyen adrenalina, noradrenalina y dopamina, los cuales son sintetizados a partir del aminoácido tirosina, cuya función es preparar al organismo para la defensa o huida.
Esos neurotransmisores generan un aumento de energía en el organismo para que éste reaccione frente al evento amenazante. La descarga de furia perdura el tiempo necesario, según la magnitud con la que el cerebro haya identificado la amenaza.
Es normal experimentar enojo o ira. La diferencia entre estas dos se encuentra sobre todo en la intensidad, siendo la primera menos intensa que la segunda. Al igual que muchas emociones, la ira en sí misma no es buena ni mala. Las consecuencias de experimentarla dependen de cómo una persona reacciona a ella.
Puede surgir en diferentes formas. Su expresión destructiva es la que nos viene a la mente más fácilmente, como golpear o patear, pero también puede volcarse hacia adentro y volverse autodestructiva, siendo nosotros mismos quienes recibimos “sus golpes”. Esta forma de manejarla nos puede llevar a la depresión y a una autoimagen devaluada.
Otras personas pueden expresar el enojo de una manera pasivo-agresiva, muchas veces derribando a otros, criticándolos y actuando con cinismo. Conductas que no sólo lastiman a los demás, sino que también destruyen las relaciones. Algunos pueden manifestar su molestia adecuadamente, haciendo uso de la inteligencia emocional para operar hacia un objetivo específico.
En ese sentido esta emoción puede motivar una interpretación adecuada de nuestro entorno para generar respuestas saludables que fomenten el crecimiento y den la oportunidad de conectarse emocionalmente con otros, fortaleciendo las relaciones o para apoyar con firmeza una causa.
Estrategias para controlarla
Relajación
- Respire profundamente desde su diafragma. Respirar desde su pecho no lo relajará. Imagine que su respiración sube desde su abdomen.
- Repita despacio una palabra o frase tranquilizadora como “relájate” o “calma”. Hágalo mientras respira profundamente.
- Recurra a la imaginación. Visualice una experiencia relajante, ya sea de su memoria o de su figuración.
- Los ejercicios lentos y no extenuantes, como el yoga, pueden relajar sus músculos y hacer que se tranquilice.
- Practique estas técnicas diariamente. Aprenda a usarlas de forma automática cuando se encuentre en una situación de tensión.
Reestructuración cognitiva (cambiar la forma en la que se piensa)
- Cuando está enojado, sus ideas pueden volverse muy exageradas o demasiado dramáticas. Procure reemplazar estos pensamientos por otros más razonables. Por ejemplo, en lugar de decir: “Es horrible, terrible, se arruinó todo”; diga: “Es frustrante y comprensible que esté yo disgustado; sin embargo, no es el fin del mundo y enojarme no va a solucionarlo”.
- Evite recurrir a palabras como “nunca” o “siempre”, que pueden humillar y enojar a la otra persona. Su uso puede hacerle pensar que su enojo es justificado, aun cuando no fuera así.
Enfrentar los problemas
- No todas las dificultades tienen solución, lo cual puede frustrarnos. Sin embargo, en esos casos, lo mejor será enfrentar y manejar la situación.
- Trace un plan y vaya evaluando cada progreso. No se altere ni recrimine si las respuestas no vienen de inmediato.
- Aborde el problema con esfuerzo y con las mejores intenciones, para evitar perder la paciencia.
Mejor comunicación
- Al tener discusiones acaloradas lo mejor es tranquilizarse, así como pensar bien sus respuestas.
- Evite ponerse a la defensiva y escuche al otro para entender el trasfondo de los reclamos. Así tendrá respuestas más acertadas.
Cambiar de entorno
- Procure darse un “tiempo personal” para tomar un respiro de las demandas de su entorno.
- Hacerlo le ayudará a tener la mente más despejada para afrontar con raciocinio sus futuras actividades.
Formas en las que se puede usar para propósitos saludables
Desde una perspectiva evolutiva, todas las emociones son apropiadas en ciertas circunstancias y, cuando se experimentan en un grado adecuado, proporcionan los recursos para operar de manera efectiva hacia un objetivo deseado.
De acuerdo con lo anterior, la ira no es sólo una reacción agresiva. Puede indicarnos el camino a seguir, dándonos información que nos permita relacionarnos mejor con el mundo que nos rodea (y con nosotros mismos). Si la vemos como una emoción que nos informa, podemos adaptar nuestra respuesta para lograr objetivos saludables.
Ese sentimiento promueve la supervivencia, puede tener un efecto tranquilizante cuando se descarga, ofrece un sentido de control, motiva a resolver problemas, nos energiza y conduce hacia objetivos específicos, nos permite darnos cuenta de que algo es injusto, puede servir para fomentar la conexión emocional y puede conducir a la autoevaluación.
Referentes culturales
La ira es una emoción que se representa muy bien en la pantalla. Grandes actores han sabido encarnar la furia de sus personajes, lo que a menudo resulta en escenas memorables.
Un buen ejemplo de esto es el discurso de Denzel Washington en Training day, (Antoine Fuqua, EE. UU., 2001), en el que interpreta a un hombre ególatra que debe demostrar su poder a su comunidad para salvar su vida. Su rabia proviene de lo más profundo, pero debajo de todo hay una sensación de desesperación.
En la cinta Nightcrawler (Dan Gilroy, EE. UU., 2014) contiene una escena, en que el ambicioso Louis Bloom (Jake Gyllenhaal) se transforma por completo en un depredador desquiciado a través de nada más que un grito. Mientras miramos su reflejo en el espejo roto, los ojos que nos ven son inquietantemente malvados.