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La vida detenida/ 107

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Mauricio Carrera

Los peluqueros, al igual que los cantineros, deben ser buenos conversadores.

El mío lo es.

-Por poco y no la cuento –dice.

Hace año y medio sufrió una operación a corazón abierto, así que imagino una complicación cardiaca. Me equivoco.

-Una diarrea eterna.

Tiene 77 años, se parece a Manolín, la pareja de Shilinski, y se pinta el cabello, que lo tiene rizado, de un negro muy azabache.

-Bajé de peso. ¡Se me veían unos bracitos! ¡Unas piernas todas tilicas!

Una bacteria, la culpable. Tres tratamientos distintos, hasta que dieron con lo que tenía. Mientras tanto, mi peluquero parecía más cercano a la tumba, que a la vida.

-Mi mujer me vio tan mal, que me dijo: “Haz tu testamento”.

-Claro, a quién dejarle el peine y las tijeras –bromeo.

-Dinero es lo que habría de heredarles, pero de dónde, si estoy más pobre que un perro viejo.

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