Mauricio Carrera
Escribió Ambrose Bierce: “El azar es lo que Dios hace cuando no quiere firmar sus obras”.
Yo, que soy un adorador de Birján, que entro a un casino como posibilidad de cambiar mi vida, que sé lo que es el gusanito del juego, que compro religioso e ingenuo billetes de lotería, creo con la firmeza de una fe monolítica que algún día le pegaré al premio mayor, al jackpot multimillonario y que el azar al que convoco día con día me tocará y hará justicia.
Hay una parte de mí que piensa y actúa así. Hay otra parte que se muestra cauta y alejada de las formas azarosas del destino. Esa parte rehuye el texas hold’em, las máquinas tragamonedas, el bingo, el black-jack, los volados con el merenguero.
Es la que ha leído a Vicente Huidobro, quien dice: “El azar conviene cuando los dados dan cinco ases o al menos cuatro reinas. Pero salvo estos casos, debemos excluirlo”.
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