- Leonardo López Luján, arqueólogo y miembro de El Colegio Nacional, coordinó la presentación del libro: Los animales y el recinto sagrado de Tenochtitlan (El Colegio Nacional, 2022), como parte del ciclo La arqueología hoy.
- En la mesa participaron también el colegiado Eduardo Matos Moctezuma, la arqueóloga Martha Lorenza López Mestas y los biólogos Joaquín Arroyo-Cabrales y Pedro Medina-Rosas.
- “El recinto sagrado de Tenochtitlan era más pequeño de lo que se creía, medía 360 por 330 metros”: Leonardo López Luján.
- ¿Por qué en Templo Mayor se han ido encontrando las más connotadas esculturas, la más famosa pintura, los animales más relevantes ? “Porque era un diálogo con los dioses”, según el colegiado Eduardo Matos Moctezuma.
De acuerdo con los cálculos más recientes, el recinto sagrado de la antigua Tenochtitlan “medía 360 por 330 metros, es decir, es más pequeño de lo que se había considerado”, y en ese espacio se han ubicado 209 ofrendas que contienen los restos de más de 500 especies animales, afirmó el arqueólogo Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional, al presentar el libro Los animales y el recinto sagrado de Tenochtitlan.
Como parte del ciclo La arqueología hoy, que coordina el colegiado, el lanzamiento del volumen se llevó a cabo en el Aula Mayor de la institución, y a través de sus redes sociales, con la participación del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, también integrante de El Colegio Nacional; la coordinadora Nacional de Arqueología del INAH Martha Lorenza López Mestas y los biólogos Joaquín Arroyo Cabrales y Pedro Medina-Rosas.
“Hasta ahora se han identificado, gracias sobre todo a los biólogos, seis filos diferentes: tenemos las esponjas, los corales, los equinodermos, los insectos, los moluscos y sin duda los cordados y dentro de los cordados pues hay que recordar los peces cartilaginosos, los óseos, los anfibios, los reptiles, las aves y los mamíferos, lo que caracteriza a este universo arqueológico”, señaló López Luján.
Lo que más ha sorprendido a los especialistas, afirmó, “es lo que ahora está tan de moda: el asunto de la biodiversidad. Hasta la fecha los biólogos han identificado más de 500 especies, lo que es realmente increíble; en una sola ofrenda, para poner un ejemplo, la 126, se han identificado organismos de más de 1800 seres pertenecientes a 167 especies, lo cual bate todos los récords imaginables”.
Aún más interesante resulta que de las especies identificadas, “la gran mayoría son especies importadas, traídas de muy lejos, a veces de cientos, e incluso, de miles de kilómetros; es muy interesante que, viviendo los mexicas en una isla, no enterraran en sus ofrendas peces que vivían en el lago, que hoy llamamos lago de Texcoco, como el pez blanco, el charal, o cualquier otro pez común en el área. Sino que trajeron peces cuyo hábitat se encontraba a más de 300 kilómetros de distancia en los océanos Atlántico y Pacífico, es una cosa espectacular”.
En la capital imperial, explicó, “son animales que no sólo trajeron desde muy lejos, sino que no eran comestibles y que tenían una rara apariencia; en los últimos años la aventura de la identificación, por poner un caso, con el equipo del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología hemos podido identificar nuevas especies en las ofrendas que antes nunca hubiéramos imaginado, recuperando los sedimentos que hay dentro de las cajas y analizándolos bajo el microscopio electrónico, hemos podido identificar especies de organismos rarísimos”.
Las 209 ofrendas han sido localizadas a lo largo de los 45 años de existencia del Proyecto Templo Mayor, fundado por Eduardo Matos Moctezuma: “El escenario donde trabajamos es aquí mismo donde nos encontramos, la antigua isla de Tenochtitlan, que vivió mayoritariamente entre los siglos XIV y XVI que, de acuerdo con las estimaciones de Alfonso Caso, tendría unos 13 y medio kilómetros cuadrados”.
Y aún en discusión, “ tal vez el cálculo más aproximado a la realidad es el de 200 mil habitantes. Nosotros trabajamos en el corazón de esa isla, en el cuadrángulo conocido como recinto sagrado, que según nuestros cálculos más recientes, medía 360 por 330 metros, es decir más pequeño de lo que se había considerado”, donde se han encontrado un total de 16 edificios religiosos.
De acuerdo con el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, la presencia de otros elementos arqueológicos junto a los restos de especies animales en las ofrendas del recinto sagrado del Templo Mayor, responde al diálogo que los antiguos pobladores de la isla tenían con sus dioses.
“Imagínense, 500 especies, o más, detectadas por los biólogos, esto es en serio un universo único y, además, a ello se une que estos animales no están aislados, están en un contexto arqueológico y ese contexto arqueológico contiene diversos materiales producidos en piedra, en madera, escultura, cerámica, etcétera, o sea, en pocas palabras, hay un lenguaje en cada una de estas ofrendas”, afirmó el colegiado.
“Un lenguaje que obedece a ese diálogo que el mexica tenía con los dioses, porque bien hacía ver Leonardo, cómo en otras áreas de la ciudad antigua de Tenochtitlan, se han encontrado también vestigios biológicos, pero digamos ni con esta variedad, ni diría yo, con esta calidad, entonces: ¿por qué en Templo Mayor se han ido encontrando las más connotadas esculturas, la más connotada pintura, los más connotados animales? Pues porque era un diálogo con los dioses, todo eso era para Tlaloc, para Huitzilopochtli, para el templo mismo”, afirmó Matos Moctezuma.
Universo en miniatura
Los animales identificados en las ofrendas del recinto sagrado, estimó la arqueóloga Martha Lorenza López Mestas, “son valiosos por su carácter simbólico, ya que implican la consagración del lugar. ¿Qué quiero decir? Que los espacios ofrendados en el Templo Mayor poseen un lenguaje figurado con el cual las imágenes adquieren valor y significado, una forma de lenguaje que requiere ser descifrado, labor que realizan quienes dieron forma a este libro”.
“A través de estas ofrendas, los aspectos ideológicos y mentales son leídos o entendidos en dependencia o como un reflejo de lo que se manifiesta en la cultura material. La materialidad misma del espacio para los depósitos rituales, construidos con sillares de andesita, decoradas con bandas negras verticales, muestran la importancia de estas ceremonias de consagración, donde se colocaron miles de objetos en estratos que hacen una clara alusión a los niveles del universo”, explicó.
“Desde el inframundo o ximoayan, lugar de los descarnados, representados por huesos de animales desarticulados o segmentos anatómicos descarnados, hasta los niveles celestes”, están representados.
En la Ofrenda 126, refirió, “se registraron técnicas sacrificiales como el flechamiento de lobos o la extracción de corazón en aves y felinos. En algunos casos los animales no fueron sacrificados durante la ceremonia, sino que se enterraron en diferentes estados de descomposición por lo que se infiere de los restos óseos, tanto humanos como animales, en donde no se desechaban, sino que se mantenían almacenados y se utilizaban en rituales ablatorios de consagración”.
“Como apunta (Ximena) Chávez y su equipo, los huesos eran símbolos de vida y se concebían como la materia de la que fue creada la vida, motivo por el cual los huesos semilla se sometieron a numerosos tratamientos póstumos. De la misma forma Leonardo López, Alejandra Aguirre e Israel Molina analizan la diversidad de materiales asociados en un orden estricto al interior de los cosmogramas-ofrenda, reflejando la intención de los sacerdotes mexicas de construir modelos en miniatura del universo”, sostuvo.
Una tercera parte con corales
De las 209 ofrendas localizadas hasta el momento en el recinto sagrado de Tenochtitlan, “casi la tercera parte de ellas contienen corales, un buen número, bastante representativo, donde tenemos casi 400 ejemplares de corales, muchos de ellos colonias enteras, algunos otros, fragmentos pequeños”, recordó el biólogo Pedro Medina-Rosas, de la Universidad de Guadalajara, campus Puerto Vallarta.
Aún más, “15 especies de las más de 500 especies de animales, son corales, la mayoría son provenientes del Atlántico, del Golfo de México y probablemente del Caribe, algunas de ellas corales duros, corales de fuego, corales blandos y corales negros y del lado del Pacífico también tenemos, en menor número, ciertas especies”, señaló.
Por su parte, Joaquín Arroyo-Cabrales, de la subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico-INAH, recordó que el libro Los animales y el recinto sagrado de Tenochtitlan, editado por El Colegio Nacional, contiene ocho secciones, “comenzando por los antecedentes, donde cada uno de los dos coordinadores (López Luján y matos Moctezuma) nos introduce de manera general al Templo Mayor y a las investigaciones relacionadas con los mexicas que se originan desde fines del siglo XVIII”.
Posteriormente, precisó, “aparecen las secciones Captura y cautiverio de animales con cuatro capítulos; Sacrificio y procesamiento ritual de la fauna, tres capítulos; Ofrendas de alimento e ingestión ritual de animales, tres capítulos; Los mundos acuático y terrestre en las ofrendas mexicas, nueve capítulos y que es el más extenso con 21 autores; Conservación y restauración, dos capítulos; Instrumentos e insignias rituales, cuatro capítulos, y Religión y arte, ocho capítulos”.
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