Inicio CULTURA León Felipe, el poeta más mexicano de los españoles: Jorge Ruiz Dueñas

León Felipe, el poeta más mexicano de los españoles: Jorge Ruiz Dueñas

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El poeta León Felipe. (Felipe Camino Galicia de la Rosa, Tábara, España, 11 de abril de 1884-Ciudad de México, 18 de septiembre de 1968)

I/de III

*Con mi libro León Felipe, quiero que se conozca su obra en su hondura más próxima
*En España no se ocupan de las verdaderas herencias intelectuales del poeta

*Su aporte fundamental: la ética
*León Felipe no es un Whitman en español, era todo lo contrario


-Incorporó en su poesía el habla de los mexicanos

Durante los meses de abril y mayo del 2023, la periodista Elvira García impartió un Segundo Taller de Entrevista en el cual sus alumnos, como
ejercicio final, pudieron hacer tres preguntas cada uno, vía virtual, al poeta Jorge Ruiz Dueñas acerca de su más reciente libro: León Felipe. Siendo muy joven, Ruiz Dueñas conoció y convivió hasta el momento de la muerte de ese gran autor español al que Jorge reivindica en ese volumen, dándole el valor que le corresponde en las letras universales.

Las talleristas pudieron conocer particularidades de la vida y obra tanto del poeta español como del propio entrevistado, quien accedió gentilmente a este encuentro a invitación de la titular del Taller, quien también es escritora, documentalista y creadora de diez series radiofónicas.

En esta entrevista colectiva que ahora se publica, decidimos presentar primero lo relativo al poeta León Felipe y enseguida a Jorge Ruiz Dueñas.
Selección iconográfica y poética: Carlos Alberto Duahye

Los entrevistadores de Jorge Ruiz Dueñas son: Alejandra Alarcón Arenas, Alá Martínez Pérez, Maricela Florán Arreola, Esperanza Reyes Carrión, Luz Prieto Zarazúa y la propia maestra Elvira García.

León Felipe estaba vivo, como poeta, a la edad de 81 años Selección gráfica y poética: Carlos Alberto Duayhe Por Alejandra Alarcón Arenas

Al evocar sus recuerdos acerca de las vivencias que compartió con León Felipe, el poeta jalisciense Jorge Ruiz Dueñas nos mostró la sensibilidad, aprecio, gratitud y admiración que guarda hacia quien fue su maestro.

-En su libro: León Felipe, menciona: “Llegué a su puerta gracias a don Julio Mayo en septiembre de 1966”. ¿Nos puede hablar de ese primer
encuentro?

Lejos queda en el tiempo aquella primera experiencia del jovencito Ruiz Dueñas quien, a los 19, empezaba en el periodismo, oficio que lo llevó,
precisamente, a la casa de León Felipe.

Así lo rememora:

-El fotógrafo Julio Mayo (de los hermanos Mayo) tenía un pequeño Opel; me acuerdo como si fuese aquel momento. Al subirme me dice: “Oye chaval, ¿por qué no entrevistas a León Felipe?”. El poeta español tenía 81 años y todo mundo pensaba que ya había hecho silencio, que su pluma había concluido su viaje. Y sorprende a todos cuando aparece: ¡Oh, este viejo y roto violín!, en el que toma un último aire. El libro fue publicado por el Fondo de Cultura Económica. En consecuencia la gente volvió a saber de él; estaba vivo, como poeta, a los 81 de edad. Por eso, cuando Julio me dice: “Chaval, ¿por qué no entrevistas a León Felipe?”, yo le pregunté: “Y, ¿cómo llegó a él?” Y responde: “De eso me encargo yo”. Así que, un buen día, me llama y anuncia:
“Ya está lista la entrevista, así que vamos”. Y así llegué. Esa tarde, León Felipe estaba jocoso; cada vez que Julio le sacaba una fotografía, decía: “Julio me castiga”, porque todavía esas fotos necesitaban de mucho flash, y eran unos relámpagos los que salían; mientras, León y yo conversábamos. En eso llegó Víctor Trapote, un gran escultor; Trapote también tiene un pasado muy vinculado a la Revolución Cubana; él fue preso con el propio Che Guevara y Fidel Castro. León Felipe fue muy gentil. Y no olvido que, tan sólo con verme, después de dos o tres preguntas que le hice, me dijo: “Tú eres poeta, ¿verdad?” Y le tuve que responder, que sí, que lo intentaba. ¿Cómo lo sabía?, seguramente porque había vivido tanto y conocía perfectamente ese talante.

Así fue ese primer encuentro con él; todavía lo recuerdo con enorme cariño; y así fue mi ingreso a su vida. Al terminar aquella entrevista, me dijo: “Tráeme tus poemas”; confieso que tardé un poquito en convencerme de mostrárselos, pero el día que llegué con mis poemas, no estaba de buen humor, sin embargo me recibió; aguanté alrededor de 20 minutos en silencio, sentado en su cama y él en su sillón, después me dijo: “léeme”. Terminé de leerle un primer poema extenso y, luego de unos minutos de silencio, me urgió: “léeme más”. Así nació la relación con León Felipe.

El fotógrafo Julio Mayo.

En España no se conoce a León Felipe

Por Esperanza Reyes Carrión

-¿Por qué eligió la vida y obra de León Felipe para su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua? Con toda la obra importante que usted tiene ¿qué lo hizo decidirse por el poeta español?

-Fue mi primer impulso, mi primera herida. Mi vida habría sido muy diferente si no hubiera conocido a León Felipe aquella tarde en que fuimos a hacer un trabajo y Julio Mayo no hubiera tenido la ocurrencia de decirme: “Chaval, por qué no has entrevistado a León Felipe” Y yo le pregunté: ¿Cómo llego a él?”.

Inclusive, si no hubiera existido la preocupación de mi esposa Arcelia -en ese tiempo mi novia-, luego del dulce mandato que recibió de León cuando le dijo: “tú eres responsable de que este muchacho siga escribiendo”, probablemente ella no me habría ayudado tanto como lo ha hecho hasta hoy.

Pero, concretando, la respuesta a su pregunta es sencilla, Esperanza: lo hice porque me dolía su muerte, porque quería hablar de él, y porque, insisto: en España no se conoce a León Felipe; él no es solamente el noventayochismo, no es solamente la generación del 27; y a veces se le quiere ligar con el vanguardismo. León no sólo es Shakespeare, ni lo más accesible de la Biblia y la mitología. ¡No!: León Felipe es Nietzsche, es Emerson, es la teoría del trascendentalismo; León es Kierkegaard, es Freud; León fue ávido lector. Y a mí me gustaría mucho que un psicólogo se aventurase en esas huellas y fuese encontrando las piezas de vida, esos rastros de sus lecturas. Porque yo vi las obras en su librero, y me llegó a hablar de la teoría freudiana; había cosas en las que no estaba de acuerdo; y en otras sí. Y claro como él no era un experto, pues a veces también se le cruzaba Erich Fromm, que estaba muy de moda, y en aquella época vivía en Cuernavaca. Pero la razón por la que escribí este libro es la siguiente: Creo que es justo, es necesario, se conozca cuáles son las fuentes de las que nace la poesía de León Felipe. Él, antes de morir, dijo en una entrevista para la revista Ínsula, de España: “Yo no soy de ninguna generación española”.

Quiero que se conozca la obra de León Felipe en su hondura más próxima.
Jorge Ruiz Dueñas es autor de inolvidables libros como: Contratas de sangre y Guerrero negro; ha sido reconocido por la UNAM al publicarle: Carta de rumbos, poesía reunida de 1968 a 1998, en la serie Presente Perpetuo, prologada por Javier Sicilia.

Al ampliar sus razones por las que decidió escribir el libro: León Felipe, y hablar de su maestro en el discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, en 2021, argumenta:

León Felipe, de Jorge Ruiz Dueñas. UAM

-León Felipe tenía toda la razón: él no era de ninguna generación española.

Muy pocos connacionales suyos tuvieron la posibilidad de estar cerca de él, solamente Jorge Ruiz de Santayana -el gran filósofo español, formado en Estados Unidos- quien nunca se sintió cómodo o realmente incorporado a esa sociedad. Y, a pesar de ser una especie de dios en las grandes universidades norteamericanas, en el primer momento que le llegó la jubilación, Santayana se fue a Italia. Pero no hay ningún literato que haya tenido esas influencias; el propio Federico García Lorca lo que tiene es conocimiento de Walt Withman y luego una especie de rechazo.

Pero León Felipe sí recibió, durante todos esos años, todas esas influencias; es decir: discutir en la Universidad de Cornell sobre la obra de Emerson, fue una oportunidad enorme. Y no lo hizo en una ocasión, sino durante años. Entonces, con mi libro, yo quiero que se conozca la obra de León Felipe en su hondura más próxima”.

-Me interesa la cuestión de género y saber acerca de Berta Gamboa, esposa de León Felipe, mientras ella trabajó en Estados Unidos; hábleme
de la sensibilidad de él respecto a la mujer, en su obra.

-Debo decir primero que León Felipe era un hombre enamorado. De joven presionó a su padre para que lo mandara a Madrid, a formarse. Y sólo se le ocurrió estudiar Farmacia. Era lo más fácil. Además, planeaba hacer un doctorado, que no terminó. Pero su única intención era mantenerse en Madrid, para leer e ir al teatro. Fue un hombre de teatro y se integró a una compañía ambulante. Como poeta, tenía mucha presencia ante al público por haber sido actor. Cuando muere su padre, tiene que regresar a Santander. Evidentemente, no le importaba lo que estaba pasando en las farmacias de las que se hacía cargo y se mantenía, y éstas se van a la quiebra. Para colmo, él tenía una deuda y se supone que vende una farmacia para pagar tal deuda aunque, al parecer, ya la botica no le pertenecía. Y, con la deuda encima, se va a
Barcelona y cae preso acusado de desfalco. Purga su pena en Santa María Egipciaca, en Santander. En ese momento, todos los que habían gozado de sus favores, de sus francachelas, le dan la espalda; nadie quiere saber de él.

Inclusive cuando muere su madre, él sale por fin de la cárcel y le niegan el saludo y el pésame. León entonces se va a Madrid y allí vive una situación terrible. De protomiseria. Se dormía en las bancas de las iglesias y de los parques.

Asombra cuánto conoce Ruiz Dueñas de su personaje. Lo ha estudiado por años y ha rescatado hasta el más mínimo detalle, al grado que puede describir, con suma precisión, el porte físico de su mentor, cuando muchacho:

Vivió un tiempo en la protomiseria
-Era un joven que tenía muy buena percha, como decimos los mexicanos. El cuñado era sastre y le hizo un traje y un abrigo a la medida con los cuales lucía una figura regia; era un hombre muy alto, garboso… pero estaba en la protomiseria. A veces comía, a veces no, al grado que, alguna vez, lo salvó una prostituta. Y él lo dice en un poema:

“He dormido en el estiércol de las cuadras, / en los bancos municipales, / he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos/ y me ha dado limosna –Dios se lo pague-/ una prostituta callejera/ si supiera su nombre/ lo diría con mucho orgullo”. Porque se lo llevó a su casa, lo dejó dormir, lo ayudó en esta terrible condición. De allí logra irse a Balmaseda, en Vizcaya, y conoce a una chica peruana, de ascendencia balmasedana: Irene Lambarri. Resulta que algunos ignorantes -perdón que sea tan agresivo- pero es que unos escritores españoles creen que Irene fue su esposa. No. Él solamente se casó una vez. Y fue con Berta Gamboa. Se matrimoniaron en Nueva York. En su tiempo, Irene
Lambarri lo arropa; pero Irene era una niña con dinero, caprichuda. El poeta para ella era cierto adorno. Obviamente, la familia Lambarri reacciona violentamente. León vuelve a dejar otra farmacia; se larga, y sigue a Irene en Barcelona, porque ahí ella iba a tomar el buque que la llevaba de nuevo a Perú. E Irene le da 500 pesetas, como quien le otorga la propina a un amante.

Y, con esas pesetas, León Felipe viaja a Madrid. Y bueno, años más tarde, cuando está haciendo una especie de “gira heroica”, León pasa por Perú. Llega Irene Lambarri a verlo; para ese entonces, era una señora de sociedad que hacía obras de caridad; se vuelven a encontrar. Y todo el dinero que León había ganado en esa gira, se lo entrega para obras pías. León le pagó las 500 pesetas con guante blanco. Es decir: su relación con la mujer era de dolor. En ese encuentro con la mujer, con la ilusión, él tiene un periodo muy duro de vida.

Berta Gamboa, el gran amor de León Felipe

Berta Gamboa. Centro Virtual Cervantes

El gran investigador que es Ruiz Dueñas tiene una memoria privilegiada; no olvida paso alguno de los que dio León Felipe, en su búsqueda por el amor:

-Luego, de vuelta a España, León Felipe llega al primer empleo que encuentra, pero el secretario de gobernación, santanderino, y amigo de su
familia -que había leído el primer libro que León presentó en el Ateneo Español-, le dice: “Te vamos a ayudar muchacho”, y el funcionario intenta reunir a los hombres de grandes fortunas para que le den una especie de canonjía. Pero León Felipe no halla cómo zafarse de eso y, por casualidad, escucha en un café que había un puesto libre de administrador de hospitales, allá en la Guinea Ecuatorial, en 1920.

-Y, en lugar de aceptar el dinero que le ofrecen para que se dedique a escribir en España, viaja al África, con los negros miserables, a la pobreza; allá se va de farmaceuta. Pero, antes de irse, alguien todavía le comenta: “Pero es que allá sólo van los que tienen deudas con la justicia, los que no tienen nada”; entonces León lo interrumpe y le dice: “Esas características las cumplo yo”.

Viaje a Veracruz y a la Ciudad de México

-Y se va. Regresa dos años después, y se queda seis meses en España y luego toma el primer barco -uno de tercera- hacia Veracruz. Al poco tiempo, se marcha a la Ciudad de México para encontrarse con su hermana Salustiana. Y entra en contacto con Berta a principios de 1923. En ese tiempo, son unos jóvenes que de pronto se encuentran, para dar un paseo. Y León se prenda de la inteligencia y de ella. Berta estaba de visita en la capital; era poblana, de formación presbiteriana. Su padre, un pastor protestante, conocía la Biblia; y esto es muy importante para la obra de León Felipe, pues se trataba de la Biblia no católica, no censurada, sino la de libre examen de los protestantes.

El hecho es que Berta y León se unen en semanas; es decir, él se va a juntar con ella a Nueva York, en la Isla de Ellis, y se casan en diciembre de 1923.

Entra el poeta con documentos apócrifos, con los papeles del cuñado, es decir:
ingresa como un sin papeles; luego lo ayudan, lo meten a las universidades, en fin. Trabajan juntos traducciones; había una enorme comunión entre ellos.

Su estancia en Panamá
-Siendo León aún profesor, lo mandan primero a Panamá para dar cátedra en la Universidad de ese país y después, en 1931, lo integran a la Embajada de la República Española en Panamá, como agregado cultural. Este punto se ha dado a la especulación, pero ya eran casados y, mientras León está en la trinchera, Berta se reúne con él en España. León estaba orgulloso de Berta; hay fotografías de ambos en las trincheras.

La guerra republicana en España y el adiós a Berta
-Y, cuando el movimiento republicano se ve perdido, regresan a México.
Luego muere Berta de un cáncer y León cae en la más enorme depresión, y hace un libro muy importante que se llama El Ciervo herido; es una obra hierática, en la que reclama su formación católica y pasa del deísmo al teísmo; es decir, deja de tener un Dios personal, para tener un Dios impersonal, y le reclama a ese Dios por qué se ha llevado a Berta; queda profundamente herido por su muerte, pues la amaba. En fotografías, ella era una mujer de belleza promedio; Irene Lambarri en cambio, una rubia hermosa. Y la niña tenía dinero. Pero él está enamorado de la inteligencia de Berta, quien lo forma, lo introduce a la literatura, y le permite el conocimiento de la Biblia no censurada, a la que acude tanto León Felipe.

Los hijos de León y Berta eran sus libros

-Y, ¿no tuvieron hijos?
-Yo creo que fue un problema biológico. No sé si de León o de Berta. Pero eso no fracturó el matrimonio jamás: sus hijos fueron sus libros. Era un matrimonio amoroso. De hecho, cuando llega el joven poeta a la vida de Berta, los padres lo acogen como a un hijo mayor; lo llevan aquí y allá.

Entonces la relación de León Felipe con la mujer era muy respetuosa; se acercó a sus hermanas; al final, renegó mucho de su hermana Salustiana, pues se convirtió en un ser muy difícil porque casó con un vizconde o algo así. A León le dolió profundamente la muerte de su madre, y el hecho que ni los santanderinos le dieran el pésame, eso no lo perdonó jamás. Entonces para él la mujer tenía un sitio especial. Y, pues, que se haya acercado a mi novia Arcelia, refleja la idea de León de que el papel de la mujer es fundamental en la vida del hombre, cuando le dice: “Eres la responsable de que este tío -o sea, yo- siga escribiendo”.

-¿Cuál es el aporte fundamental de León Felipe a la poesía actual?
-La ética. Era un hombre que reflexionaba, que podía arrepentirse. Corregía, con base en su ética, y en lo que él pensaba era el destino del hombre. Muchos años después, reconoce que había sido un error escribir un bello poema, en donde dice: “…que yo me llevo el canto…”. Y, ya de viejo, dice: me equivoqué: el canto no nos lo trajimos los republicanos; el canto estaba en aquellos niños que después se hicieron poetas y se quedaron en España. El canto no es de nadie. Bueno, hay escritores que jamás se arrepienten de nada.

Por eso yo digo que el aporte fundamental de León es la ética.

León Felipe sentía que México era su patria
Por Alá Martínez
León Felipe poseía un nombre civil: Felipe Camino Galicia de la Rosa, y nació el 11 de abril de 1884, en Tábara, España. Sus padres fueron Valeriana Galicia Ayala e Higinio Camino de la Rosa. El poeta escribió desde su más tierna juventud y, al paso de las décadas, se convirtió en uno de los gigantes de la poesía en nuestra lengua. Falleció en la Ciudad de México, el 18 de septiembre de 1968.

-¿Considera que el exilio de León Felipe fue un detonante creativo para su poesía?

-León Felipe es el más mexicano de los españoles; se echa a cuestas su España y se la trae a México, y aquí la transforma. En México, hay una tesis de maestría que analiza el lenguaje de León Felipe, esa tesis la hizo la esposa de Tomás Mojarro, y refiere cómo dialectalmente León incorporó en su poesía el habla de los mexicanos. En mi libro, en alguna parte indicó que él se quería vivir como mestizo: “Mestizos somos por la fuerza del amor”. Él sentía que México era su patria. Decía a los españoles: “Miren lo que me ha dado México”, y lo comentaba con mucha gracia: “ahora que los españoles no tienen ni un ladrillo dónde sentarse, a mí México me ha dado todo. Me ha dado una casa, una vida y una compañera”; era un hombre que tenía un arraigo muy hondo y muy especial por México.

-Ver partir a un amigo es fatal, platíquenos su experiencia del momento en que imprimieron la mascarilla funeraria de León Felipe.

-Resulta que me llama el escultor Víctor Trapote, tal vez a la una de la madrugada, y me dice: “Nada; todo ha terminado”, y me cuelga. Imagínese lo que significa para un muchacho de 22 años, que nunca antes había estado ante un cadáver, y que de pronto le informan: “Aquí está tu maestro, y tienes que ayudarme a sacar la mascarilla de León Felipe porque no puedo hacerlo solo”.

Verlo, tocarlo; se me borraron esos minutos, no los recordaba muy bien. Me acordada que me acerqué y cuando Trapote me comentó: “Ya está bien, hijo, márchate, lo demás lo hago solo”, pero yo ya había pasado los primeros 15 minutos con al cadáver, así que nada puede ser peor que estar frente al cadáver de un padre literario. Me afectó tanto, Alá, que yo dejé de escribir poesía o de publicar poesía por muchos años. Guardé silencio y escribía, sintiendo una enorme lápida. Voz viva de México hizo un disco que yo tenía, pero creo que me llevó veinte o veinticinco años atreverme a ponerlo y escuchar nuevamente la voz de León Felipe; es decir su muerte a mí me afectó mucho.

El enemigo de los españoles son ellos mismos

Por Maricela Florán
Jorge Ruiz Dueñas es un poeta sensible y agradecido con las oportunidades que se le han presentado para realizar su obra literaria en la cual, su más reciente libro, titulado: León Felipe, hace referencia precisamente a la vida de este personaje que fue su gran guía, el fuerte impulso para su carrera poética.

-¿Cómo afectó a León Felipe haber vivido la Guerra Civil Española y consecuentemente la Segunda Guerra Mundial?

-Evidentemente, estaba siempre en contra de esa derecha “muy española” tremendamente inmiscuida en esa vida política, con una visión de explotación sobre los obreros. Por cierto, León Felipe con quien más tenía acercamiento era precisamente con los anarquistas. Entonces, hace un libro, que primero es una especie de poema-discurso que, de Valencia va a leerlo a Barcelona; ahí las multitudes reaccionan con cierta violencia porque se sienten agredidos, y es que él dice que no está con el español ni con el comunista ni con el socialista, sino con el ser humano, y se da cuenta de que el peor enemigo de los españoles son ellos mismos. Desde entonces la poesía de León Felipe se
caracterizó por estar en contra de una iglesia militante, y se lanzó contra los autoritarismos gubernamentales y, sobre todo, contra los gobiernos sojuzgadores. De suerte que, si bien él llegó a escribir en algún momento, “Yo me llevo el canto” es decir: “Nosotros los poetas nos vamos de España y los dejamos mudos”, con los años, León percibió su error y reconoció: “No; no nos hemos llevado el canto; el canto está en España”; él quiso hacer las paces con el mundo y, sobre todo, con el dolor que causó el horror de la Guerra Civil producto del facismo entrando a España. Y anticipó: “Esto es sólo el principio”. Y, en efecto: la Guerra Civil española fue el gran laboratorio para la Segunda Guerra Mundial.-Si León Felipe estuviera vivo, ¿que le gustaría decirle ahora?

-Hay un poema que me dedicó, y dice algo así: “Ya en el aire vi atravesar una flecha/ y llegó al corazón de una estrella”. Al leerlo, me comenta: “acerté, ¿verdad, poeta?”. Quisiera decirle a León que acertó: yo tenía que ser poeta.

En España no se ocupan de las verdaderas herencias intelectuales de León Felipe

León Felipe.

Por Luz Prieto

-¿A partir de cuál criterio elige o valida la información reunida para escribir su libro: León Felipe?

-Documento desde el inicio de mis recuerdos y, debo decirle, con toda sinceridad, que desde joven me rebelaba a que se considerara a León Felipe solamente vinculado con la generación del 27 o, bien, del 98. Eran cuestiones que se debatían todavía en la España que había prescindido de Franco. Pero se desconocían muchas cosas de León Felipe y quizás se debiese a esa expresión suya de: “Yo soy un poeta que no sabe literatura“, con lo cual generaba una especie de imagen cruenta de poeta inculto, cuando era todo lo contrario. ¿Por qué sabía yo que era todo lo contrario? Primero, porque tenía el conocimiento de que había existido Berta Gamboa, su esposa, y con Berta vivió en Estados Unidos y allá tuvo la enorme ocasión de estar en la Universidad de Columbia, primero como estudiante de posgrado, y después en Cornell como profesor.

El daba un curso sobre El Quijote. Y cuando yo, jovencito, acomodaba y recorría los estantes de los libreros de su casa en la Ciudad de México, recuerdo haber visto obras de Emerson y de Freud. Me acuerdo de los volúmenes que había que limpiar del polvo, mientras conversábamos y me hablaba, por ejemplo, de Waldo Frank de quien él fue traductor. Y, con los años, descubro que Waldo Frank tenía una cierta inclinación por las filosofías indostanas; en consecuencia, pude entender después que había en León una cierta conexión, primero por sus lecturas de Emerson respecto a las filosofías indostanas y luego por Waldo Frank de quien era muy amigo. Si no, uno no puede comprender el poema Credo, que León escribe muchos años atrás, durante un recorrido de dos años por todo Sudamérica y donde abiertamente habla del samsara, esa idea de la reencarnación. ¿Cómo puede explicarse que un poeta se refiera a la reencarnación y diga abiertamente: “…creo que Dios nos ha dado muchas almas, que nos ha dado muchas vidas y que volvemos y nos reencontramos…?”. Sólo se entiende si nos remitimos a lo que dice la
filosofía indostana y lo que se plantea en el samsara: los varios ciclos, supuestamente de reencarnación, que se van viviendo hasta llegar a la
perfección.

León Felipe no era el Whitman en español

El poeta Ruiz Dueñas ha dedicado buena parte de su tiempo y de su vida a consultar diversas fuentes literarias y documentales, en distintos países; por ello, en su libro: León Felipe pone muchos puntos sobre las íes en torno a la historia de su guía literario:

-¿Qué pasa en España? –se pregunta Jorge Ruiz Dueñas-; en España nadie reconoce -aunque hay libros muy sesudos, como el de Víctor García de la Concha (León Felipe; itinerario poético)- pero no se ocupan de las verdaderas herencias intelectuales de León; es increíble que ni siquiera lean sus últimos libros, como: El rocinante; casi puedo asegurar que no se conoce en España.

Y El rocinante es muy importante porque, siendo un libro quizás no lo suficientemente acabado, ya por el tiempo y la premura, es una obra hecha por un poeta viejo que todavía hace una apuesta por el Che Guevara; le dedica un poema al Che recién muerto en esa época. ¿Por qué los investigadores y críticos no tocan las influencias de Emerson y lo que esto significa en León Felipe? ¿Por qué no tocan la enorme presencia de Freud? León conoció las primeras obras de Freud y las leyó en inglés porque en español fueron traducidas mucho tiempo después. Pero lo importante es que León tuvo acceso a la literatura desconocida en aquel tiempo, y conoció a Walt Whitman, que es con lo único que se quedan los críticos y, además, dicen que León es como el Whitman en español. No: León Felipe no es un Whitman en español. Y es que era todo lo contrario. Cuando siendo funcionario se enfrentó al dolor en el África española, y vio lo que se hacía con la negritud, reaccionó; y hay poesía
muy densa de él en contra de esas injusticias. También en los Estados Unidos reaccionó y regresó a México porque vio el Harlem, como lo vio con su amigo Federico García Lorca, quien llegó muy joven a Nueva York. León y Bertha lo acogieron y lo introdujeron en ese país; después, García Lorca se queda y hace ese enorme libro: Poeta en Nueva York, en el cual reacciona en contra de lo que era aquella España blanca.

Y Ruiz Dueñas nos muestra buena parte de su erudición, al evidenciar, con datos, que León Felipe no era un Whitman en castellano:

Walt Whitman. UNAM

-Regresemos a Whitman, a quien celebramos por su enorme poema: Canto a mí mismo; Whitman es un innovador, un gran poeta, y Emerson lo impulsó pero, si seguimos el rastro de Whitman y nos damos cuenta de su tesitura moral y política, versus la de León Felipe, hay una enorme distancia. Whitman era también periodista y escribió artículos en contra de México y apoyó las posibilidades de que se invadiese nuestro país. Whitman sí hablaba en pro de los negros, pero no estaba a favor de que se les diese el derecho al voto; he ahí la enorme diferencia entre Whitman y León. ¿Por qué digo esto? Porque esas son las cuestiones que me motivaron: sacar a la luz pública datos desconocidos del poeta español, cuando ya lo podía yo hacer, y qué mejor momento que en mi ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua; qué mejor plataforma podía tener. Al ser yo miembro de esta Academia, también me convertía en miembro de la Real Academia Española, o Academia Española, como ahora se le conoce.

Poesía Transterrada UNAM

CON EL VIOLÍN ROTO
¡Qué mal suena este violín!
León Felipe, vas a tener que comprarte otro violín…
-A buena hora… ¡A los ochenta años!
¡No vale la pena!
Con este mismo violín roto
voy a tocar para mí mismo
dentro de unos días «Las golondrinas»,
esa canción ¡tan bonita!
que los mexicanos cantan siempre
a los que se van de viaje.
¿Cómo empieza? ¡Adiós!… ¡Adiós!…
Cagh, Cagh … ¡qué ronco estoy!

En verdad que suena muy mal este violín…
Pero con él tengo que tocar todavía
unas cuantas canciones
que se me olvidaron en mis Obras completas.
No quiero que se queden perdidas
en el barullo de mis papeles inútiles.
Creo que no os van a gustar
pero no tengo otra cosa…
ni otro violín…
Y no puedo marcharme sin tocarlas
precisamente en este mismo viejo y roto violín.
¡Oh, este viejo y roto violín!
LEÓN FELIPE
Hazme una cruz sencilla,
carpintero…
sin añadidos
ni ornamentos…
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano de los dos mandamientos…

sencilla, sencilla…
hazme una cruz sencilla, carpintero.
¡Oh, este viejo y roto violín! LEÓN FELIPE

“Quien fungió como un cicerone para Octavio Paz en la guerra de España, fue precisamente León Felipe”: Jorge Ruiz Dueñas

II de III partes

Jorge Ruiz Dueñas.

*La poesía exige tiempo, no distraerse, decía León Felipe a Ruiz Dueñas

*Un desencuentro del poeta español con Octavio Paz
*“Ya verás, quiero que conversemos con Octavio”
*Su actitud para mostrar alguna pena era el silencio; estar sentado y en silencio”
*He tenido dos grandes mentores: León Felipe y Álvaro Mutis

Durante los meses de abril y mayo del 2023, la periodista Elvira García impartió un Segundo Taller de Entrevista en el cual sus alumnos, como
ejercicio final, pudieron hacer tres preguntas cada uno, vía virtual, al poeta Jorge Ruiz Dueñas acerca de su más reciente libro: León Felipe. Siendo muy joven, Ruiz Dueñas conoció y convivió con ese gran autor español, hasta el final de sus días. Y en León Felipe lo reivindica, dándole el valor que le corresponde en las letras universales.

Este es el resultado de esa entrevista colectiva. Las participantes fueron:
Alejandra Alarcón Arenas, Alá Martínez, Maricela Florán, Esperanza

Reyes Carrión, Luz Prieto y la propia maestra Elvira García.

Selección iconográfica y poética: Carlos Alberto Duayhe

Por Alejandra Alarcón Arenas

El vínculo entrañable que se creó entre León Felipe y Jorge Ruiz Dueñas trascendió durante un emotivo instante: los dos poetas, a la misma edad, pero en años distintos y distantes, estuvieron en el mismo sitio: La Academia Mexicana de la Lengua que, en la época del bardo español se llamó:
Academia Mexicana, Correspondiente de la Española. Allí, León Felipe leyó sus poemas del libro: El ciervo, y Ruiz Dueñas, en 2021, su discurso:
León Felipe: más allá del exilio, hecho que para el jalisciense significó el sello de la unión entre ambos.

-En su libro: León Felipe, menciona: “Llegué a su puerta gracias a don Julio Mayo en septiembre de 1966”. ¿Nos puede hablar de ese primer
encuentro?
-Yo estudiaba en ese momento Derecho. Antes cursé Economía. Muchos creen que soy economista, aunque después me he dedicado a las empresas públicas, pero porque estudié Administración. En ese momento, 1966, ya tenía absoluta claridad de que mi interés real, verdadero, era la literatura; inclusive había participado en el periodismo cultural, yo creo que alrededor de los 19 de edad, o quizás un poco antes. El periódico universitario lo dirigía un muchacho algo mayor que nosotros, Enrique Galván Ochoa, que tiene una columna que se llama: Dinero, en La Jornada. Enrique me dio, no sé qué puesto imaginario, algo así como como jefe de información; mi misión era llenar la primera plana completa con una entrevista. Debuté con mi charla con José Luis Cuevas que, por cierto, con los años sería mi compadre. Yo debo mucho a ese periódico estudiantil, lo hacíamos con todas las de la ley, en offset, en los talleres de Gala, y los servicios fotográficos nos los daban los Hermanos Mayo, principalmente don Julio Mayo. En realidad, los Mayo no eran hermanos, son fotógrafos españoles que se reúnen alrededor de un movimiento, también de izquierda, y son reprimidos en un Primero de Mayo, por eso se nombraron los Hermanos Mayo. Todos ellos vienen a México y fundan una agencia de fotografía, para los diarios; en consecuencia, a nosotros nos daban los servicios, pero yo tuve la enorme suerte que, desde el primer momento, me tocó que me acompañara don Julio.

Hoy, Jorge Ruiz Dueñas ha cumplido setenta y siete años de edad, y acumula un historial profesional fascinante. He aquí apenas unos cuantos datos: realizó estudios de licenciatura y posgrado en la UNAM, así como en la Universidad de Oxford, y fue discípulo de Herbert Marcuse en la Universidad de California, en San Diego.

Ha sido miembro del Sistema Nacional de Investigadores en el área de Ciencias Sociales y Humanidades de lo que dan cuenta 16 libros académicos, producto de su actividad como docente-investigador en la UAM, de la que fue Secretario General, de 1981 a 1985.

“Quien fungió como un cicerone para Octavio Paz en la guerra de España, fue precisamente León Felipe”

Octavio Paz. Gaceta UNAM

-En 1967, Octavio Paz vino a México para dictar su discurso de ingreso al Colegio Nacional. ¿Nos puede hablar sobre las conversaciones que usted tuvo con León Felipe acerca del posible encuentro que tendría con Paz?

-Cuando llegué con León Felipe yo tenía 20 años. Acudía todas las tardes acompañado de mi novia -hoy esposa- Arcelia, de lunes a viernes. Había muchas cosas qué hacer, desde leerle, a petición suya, algún poema mío, hasta encontrarme que estaba malhumorado. Pero conforme se fue acercando el momento de encontrarse con Paz, fueron tardes en que estuvo muy contento y me decía: “Ya verás, quiero que conversemos con Octavio”. Como antecedente, cuando Paz era muy joven y se acercó a Madrid, empezaban a desarrollarse los hechos bélicos en España y, estando todavía Madrid en manos de los Republicanos, quien fungió como un cicerone para Octavio, fue precisamente León Felipe. Cuando termina esa guerra, y Paz viene a México, León Felipe – que ya había estado antes en nuestro país, pero regresa acá con su esposa- mantuvieron contacto constante. De hecho, hay un poema muy bello de Octavio dedicado a León Felipe; es de tiempo atrás, y lo publicó en
algunas revistas el propio Paz. Había, pues, una cercanía del poeta joven al poeta maduro. León abrigaba el deseo, casi diría yo la seguridad, de que Octavio se acercaría a verle. Pero esto sencillamente no sucedió. Creo que la agenda de Paz estaba muy apretada; yo estuve en su ceremonia de ingreso al El Colegio Nacional, incluso en la reunión privada que se hizo una vez que terminó el acto. Fue Octavio muy generoso, contrariamente a esa idea de poeta hosco, difícil, distante. Naturalmente estoy hablando de 1967, y no había llegado el Nobel a su vida.

Fluyen las remembranzas de Ruiz Dueñas acerca de aquella casi mítica posibilidad de que León Felipe se reuniese con Octavio Paz:
-Recuerdo perfectamente que se dio un modestísimo coctel, una copa de vino blanco. Estábamos Arcelia y yo en las arcadas del Colegio Nacional, y Octavio nos observó, nos veía con atención a la distancia, estaba con un grupo de amigos y de pronto se desprendió y se acercó a brindar con nosotros; conversó dos, tres palabras y se retiró. Y fui invitado a la reunión privada que se hizo en casa de los señores Davidod y allí, él se acercó a darnos la bienvenida. No consideré pertinente preguntarle del asunto con León Felipe, porque estaba rodeado de grandes personalidades: Tamayo, Carlos Fuentes, José Luis Cuevas, y yo era el único jovencillo por ahí, con Arcelia. Lo que sí puedo decir de primera mano es que, conforme pasaron los días, y Octavio no llegó al modestísimo departamento de León, yo le noté entristecido, cabizbajo;
su actitud para mostrar alguna pena era el silencio; estar sentado y en silencio.

“Con el silencio, León Felipe expresaba que vivía un mal rato”
Y el escritor Ruiz Dueñas sigue reviviendo los pasajes de su vida juvenil, de poeta en ciernes, al lado de León Felipe, así como las emociones de su maestro, en momentos difíciles:

-Una de las virtudes que mi novia y yo tuvimos que aprender fue que, luego de llegar a su casa, hablábamos un poco con él, y nos sentábamos en un camastro. Mientras Arcelia acomodaba unos de los archivos, yo trataba de hacer algunas cosas que León me permitía. En ese momento, fungiendo yo como su secretario, él podía pasar diez, quince, veinticinco minutos, media hora sin que hablase. Y eso era señal de que, o había pasado una mala noche, o estaba viviendo un mal rato. Esa actitud, este silenciamiento se dio. Pero, volviendo a aquel lejano año de 1968, en esa época supimos que ocurriría la primera visita del poeta Yevgueni Yevtuskenko (1932-2017) a México y que también pasaría a la casa de León, a saludarlo; mi novia y yo preparamos su hogar para que estuviese lo más presentable. Yevtushenko llegó con un enorme, pero enorme, ramo de rosas. En aquel entonces se hablaba de la posibilidad de que Yevtushenko fuese Premio Nobel, en un momento de enorme tensión geopolítica. No se le dio el Nobel, pero su gran fama lo antecedía. Cuando Yevtushenko llegó a la casa de León, éste recuperó la alegría, olvidó sus penas. Y, a propósito, tengo mucha gratitud con Yevtushenko; nos hicimos amigos a raíz de que, en 1995, siendo yo gerente del Fondo de Cultura Económica, lo invité a que hiciera un libro. Insistí en titularle Adiós, Bandera Roja.

“Cuando se abra el archivo de Paz, conoceremos la carta que León le escribió”
Y Ruiz Dueñas, retoma el punto del posible encuentro entre Octavio Paz y León Felipe:
-Volviendo a Paz, León Felipe le envió una carta, lo hemos sabido muchos años después. ¿Cuándo lo supimos? cuando el propio Octavio Paz, en Ladera este (1968), un bellísimo libro suyo, le dedica a León Felipe un poema en el que habla exactamente de “nuestro desencuentro”, y hay una serie de claves entre ellos y, casi al inicio, dice: “Hoy llegó el sol con tu poema”; en otro pasaje indica: “León Felipe/ leo tu poema/ bajo árboles fraternales”… lo dice Octavio con mucho afecto y cariño, y en el poema menciona al Che Guevara.

Esto es algo que no hemos podido descifrar. También Roger Bartra ha intentado conocer qué ha habido detrás de esas claves, y creo que lo sabremos hasta que se abra el archivo de Paz y podamos leer la carta de León Felipe a Octavio. No lo supo Fernanda -la antigua secretaria de León Felipe- pues en ese momento no estaba; no lo supe yo; esto significa entonces que personalmente hizo la carta; no puedo decir si se acercó a la máquina o si la escribió a mano; el hecho es que hay una carta en que algo le dice a Octavio, quizás le habla de los recuerdos, quizás de su ausencia. En el poema, Octavio, sí dice: “nuestro desencuentro”, pero no en el sentido de confrontación, sino de que no pudieron verse. Es un pequeño misterio, que esperamos -tanto Roger Bartra como yo- conocer cuando se abra al público la correspondencia de Octavio Paz”.

“Fui como un hijo que le cumple una promesa al padre”

-En la contraportada de su libro: León Felipe, Roger Bartra se refiere al momento en el que usted ayuda a imprimir la mascarilla mortuoria de
León. Bartra dice: “Puedo suponer que en ese momento se selló el lazo del poeta de la tierra con el cantor de los mares”. ¿Considera que así fue, o el lazo entre usted y León Felipe, ya era fuerte?


Roger Bartra.

-Yo diría que, lo que hay detrás de esa frase es que él y yo nos habíamos unido. Era yo como un hijo que le cumple una promesa al padre. Y cuando en 2021 ingresé a la Academia Mexicana de la Lengua y daba mi discurso acerca del poeta, tenía yo la misma edad que él cuando leyó los poemas de su libro: El ciervo herido, el cual escribió a la muerte de Berta, su esposa.

Entonces, yo sentí que se cerraba un círculo, en términos de León, en términos de mi familia con él, y también con los Bartra, porque es Agustí, el padre de Roger, quien me va preparando, durante las semanas cercanas al deceso de León, diciéndome: “Muchacho, la vida es así: finita”, alistándome para que no me desmoronase cuando llegara la muerte de León Felipe. Mi familia estaba en Baja California, yo era muchacho solo; desde los doce, trece años estuve solo en la Ciudad de México, en internados, en casas de asistencia, en departamentos, en qué sé yo, pero no tuve a mi familia cerca. Obviamente la veía con alguna frecuencia, iba y venía de vacaciones, pero contar con ellos en el momento indicado, en ese instante exacto que llega el puñal del destino, pues no. Y Agustí me preparó. Así pues, como dije, en mi ingreso a la Academia, se cerraban varios círculos. Creo que eso selló muy de cerca nuestro destino. Como algunas otras cosas han sellado también mi destino con Álvaro Mutis”.

Los poetas a veces somos malos políticos: Jorge Ruiz Dueñas
Por Maricela Florán

-¿En la obra poética suya, maestro Ruiz Dueñas, hay alguna que considere ser un grito pidiendo justicia para la humanidad?
-Bueno, yo creo que mis primeros poemas y, precisamente en el libro que no publiqué -y del cual después rescaté algunos escritos- hay poesías en ese tono,inspirada en Martin Luther King, hay otra recordando las posibilidades de una guerra en el Golfo de Aqaba, y no me equivoqué porque siguen los conflictos en el Medio Oriente. Pablo Neruda, socialista y gran poeta chileno, llegó a hacer una oda a Stalin; y eso se dio también en poetas que cayeron con el fascismo; Estados Unidos los metía al manicomio, pues no podía aniquilarlos; pero siempre hay esa posibilidad de que los escritores caigan en baches. Así que los poetas a veces somos malos políticos. Vargas Llosa no pudo llegar a la
presidencia de su país; empezó en la izquierda y terminó en la derecha.

Octavio Paz comenzó siendo pro-comunista y terminó ideológicamente a la derecha; el gran Borges pensaba también en “los compadritos”, en la gente pobre de Buenos Aires y, sin embargo, aceptó recibir un premio de manos de Pinochet; bueno, es parte de la naturaleza humana.

-Si León Felipe estuviera vivo, ¿qué le gustaría decirle ahora?
-Hay un poema que me dedicó, y dice algo así: “Ya en el aire vi atravesar una flecha/ y llegó al corazón de una estrella”. Al leerlo, me comenta: “acerté, ¿verdad, poeta?”. Quisiera decirle a León que acertó: yo tenía que ser poeta.

He tenido dos grandes mentores: León Felipe y Álvaro Mutis

Por: Luz Prieto
Acercarnos, de forma colectiva, a un personaje tan relevante como Jorge Ruiz Dueñas -novelista, poeta, profesor, investigador, invitado de honor del SALON INTERNATIONAL DE L´EDITION ET DU LIVRE de Casablanca, Marruecos, en 2004, y nominado en 2009 al Premio Sharjah de Cultura Árabe de la UNESCO- y tener la oportunidad de entrevistarlo para conocer los pormenores de: León Felipe, su más reciente obra, pensé que tendría la formalidad académica de una conferencia de posgrado.

Pero desde el inicio de la charla, equivoqué mi percepción. Compartimos con él más de dos horas, con la calidez de una reunión, desde la intimidad del “hogar”. La entrevista grupal, a través de Zoom, fue una plática llena de anécdotas, de personajes célebres, de historia, de momentos que dejan huella.

Nos acercamos a León Felipe –“el más mexicano de los españoles”- desde quien conoció de cerca a ese escritor, adelantado a su época e ignorado en su país de origen. Un regalo adicional fue aproximarnos a Jorge Ruiz Dueñas “cantor del mar y del desierto”, un hombre de gran calidad humana.

-¿Por cuánto tiempo pudieron convivir usted y León Felipe?
-El lapso evidentemente fue breve; él murió el 18 de septiembre de 1968. Sin embargo, la relación fue muy intensa. Todos los días, de lunes a viernes, iba a verlo y, si ocurría algún suceso, como el día que murió su cuñado -el esposo de su hermana Salustiana- León ni hablaba. Yo me acercaba con mi carrito y, como podía, entraba a su casa; o, si había alguna lectura al aire libre en Chapultepec, o una presentación en el auditorio del Conservatorio Nacional, también iba yo. Lo importante es que fue intensa esa relación, era casi cotidiana. León estaba al tanto de mí, y me regañaba; me regañó mucho cuando supo que yo intentaba hacer una novela, porque -me decía- “la poesía exige tiempo, no distraerse”. Él estaba al tanto de todo, hasta de mis padres, y llegó a conocer a mi madre; evidentemente también a quien sería mi esposa,
pues Arcelia iba conmigo a casa del poeta. Como ya dije, León le dio a Arcelia una difícil misión, indicándole que de ella dependía que yo siguiera escribiendo, y eso se convirtió en una especie de enorme carga para ella. Pero, yo ya había decidido ser escritor; ciertamente, no sabía cómo y aprovechaba esos pequeños huecos que había en aquel tiempo en el país: periódicos y revistas; la gran mayoría no nos pagaba, yo no recuerdo que Excélsior me pagara -en esa época- un centavo por mis colaboraciones, ni cuando llegué a mandar material desde Irlanda, sobre James Joyce. Pero, como le digo, yo ya había tomado la decisión de escribir; sin embargo, tener de pronto como mentor a un hombre como León Felipe, a un abuelo de ese tamaño, fue muy importante. Y debo decir que, yo no sé si, presintiendo cómo se le acercaba la muerte, me presionó para que publicara. De suerte que eso que yo tenía escrito y le había leído, a mí no me satisfacía; no quiero decir que el primer libro que publiqué no me haya satisfecho, pero lo cierto es que lo hice, especialmente, porque me pidió él que lo publicara. Lo sacó la editorial de Alejandro Finisterre. A León lo visitaban a veces actores de descendencia española como Ofelia Guilmáin, Rafael Llamas, Augusto Benedico, y tuve la suerte que, a instancias de la UNAM, Bellas Artes me diera la Sala Manuel M. Ponce para que leyera mi obra, que se llamó: Poesía Inédita de Jorge Ruiz Dueñas. Y después de eso vino la publicación con Finisterre y, obviamente, con el peso de León Felipe, me llamaron de la UPIC, que era el organismo de promoción internacional de la cultura, dependencia de Relaciones Exteriores y tenía gran relevancia en ese tiempo. Pude participar en el ciclo: Actores de México, poetas del mundo. Por razones del azar pero, para gran fortuna mía y siendo tan joven, participé en el mismo foro donde se había leído la poesía de Yevgueni Yevtushenko; cosas del destino: quién diría que Yevtushenko, el
gran poeta de masas, llegaría a ser amigo mío.

Jorge Ruiz Dueñas se emociona recordando esa época de su juventud, en la cual, por primera vez, el público conocería su obra poética:
-Pero, en aquel entonces del ciclo: Actores de México, poetas del mundo, mi problema era que yo no tenía actor para que dijera mi obra. A Yevtushenko creo que lo leyó Ignacio López Tarso; y, cuando lo supo León, le ordenó a Víctor Trapote que le llamase al actor español Rafael Llamas, y él leyó mi obra en público. Bueno, todo esto es para decir que León Felipe me motivó; me hizo publicar mi primer libro, dar ese paso; me proyectó. Qué puedo decir, sólo que le tengo agradecimiento a León quien, además, era un hombre que generaba emociones fuertes, profundas, digamos amorosas y, vamos, era como un gran abuelo para mí. Debo decir, con toda honestidad, que he tenido dos grandes mentores: el primero es León Felipe: siempre está presente y a veces lo descubro en algunas frases o poemas míos. Y el otro fue Álvaro
Mutis, mi gran amigo.

Álvaro Mutis. Canal 22 Digital

“Hay silencio por parte de la crítica española hacia mi libro”
El autor de: León Felipe ya hace tiempo que envió su libro a los críticos y estudiosos de España. El resultado, hasta hoy, ha sido el silencio, nos dice. De alguna forma, se duele porque no ha habido reacciones, aún, de la crítica española respecto a ese su libro.

Y, no sin pesar, comenta:
“Pero lo que no se puede silenciar es lo que ya está escrito en este volumen.
En algún momento, -espero- ya habrá alguien que reaccione. Yo quisiera que alguien me dijera: “No es verdad lo que escribiste sobre León Felipe”, y que, con argumentos, pudiéramos entrar en algún debate. Si bien, esta obra es el producto de mis conversaciones con León, también es resultado de mi acercamiento a sus lecturas, las cuales conocí porque vi esos libros, nadie me platicó. Basta con leer las obras escritas por León para darse cuenta que también tenía conocimiento del movimiento que lanzó Emerson, no solamente a la literatura norteamericana sino al mundo: la idea de la poesía colectiva – que no es nueva- pero que Emerson retomó en el siglo XIX; alrededor del 1780, con los hermanos Schlegel y con Novalis, se difunde la idea de que “todos escribimos el gran poema del mundo”; es un concepto antiguo que proponía: “no firmemos los poemas, todo el mundo es un gran poema”. Y bueno, León creía en eso. ¿Hay algún antecedente español? No: no lo hay, en
absoluto. León Felipe es el único antecedente. Por eso me interesaba que mi libro incluyera esas características y, claro, está sujeto a ser confrontado, a mí me gustaría ser confrontado. Hasta el momento, han sido cuatro años de haberlo presentado, y nadie de la crítica española me ha confrontado.

“Descubrí que, a veces, el silencio es más rico”
-En esta entrevista ha hablado acerca de los silencios de León Felipe, ¿qué tipo de música escucha usted para leer la poesía de León Felipe?
-Muchos años atrás me gustaba leer e incluso escribir escuchando música. A veces, la música me daba el marchamo de lo que yo quería decir, sobre todo al crear novela, como: El reino de las islas. Pero, con los años, he aprendido a valorar el silencio. Hay grandes poetas que hablan del silencio como parte del poema; Jaime Labastida escribió su libro: Animal de silencios. Cuando yo mencionaba el silencio de León Felipe, me refería literalmente a los momentos en que, al llegar yo con él, lo encontraba sentado, mirando fijamente hacia una ventana, inmóvil, sin mayor comentario; estaba en silencio. Pero ése no es el silencio de la poesía. El silencio en la poesía es: o guardar silencio en cierto momento, o escribir un poema que resulte menos exultante; una poesía más contenida, que diga más, en menos palabras. Entonces, no puedo decir que
haya leído a León Felipe escuchando música, porque la tradición oral de la poesía puede llevarlo a uno a rozar los idiomas cuando estos “cantan”. Con León, hay que ser también lector en voz alta y un poco histrión. En él, el gesto del actor está siempre presente. Así que yo no escucho una música determinada para leer a León, pero sí confieso que, en alguna época de mi vida, reproducía música para escribir o, en volumen bajo, para leer. Y esto lo hice hasta que descubrí que, a veces, el silencio es más rico. Claro, no renunció a la música, soy un gran amante de ella, me gusta el piano en particular. En alguna ocasión, siendo muy joven, trabajaba en Nueva York y Nueva Jersey para la RCA Corporation y, como hacían todos los muchachos de mi época, prendía el radio para hacer la tarea o trabajar, y me di cuenta que podía estar en diferente canal. Con los años, logré escribir en los aeropuertos, en los aviones, en los camiones, incluso, si se me ocurría un poema, podía
anotarlo en medio de una conferencia. Pero, intenté hacer las cosas en silencio y aprendí a apreciarlo. El silencio es otra forma de música porque nos permite también relacionarnos con nosotros mismos.

Jorge Ruiz Dueñas
Celebración de la memoria (I)
Ábrase camino al viento
huella erizada
de sol a noche
Paso al viento
cincel de montaña
cuando nubes arenosas
sepultan todo rastro
Ábrase camino al viento
constructor de silos
flujo mineral que no termina
respiración astral
dispersa ropa de mujer
tenue bandera
Celebración de la memoria (II)
Hay en mí
restos de un continente devorado
En la carta de rumbos
testimonios de vejez larvada
Riscos
Páramo
Mar en lecho
El tiempo diluido en el piélago
Celebración de la memoria (III)
Siempre allí
Siempre atroz
Siempre acechante
Tras lagos de salmuera
el odio lacera la tarde

Tú eres poeta ¿verdad?: León Felipe a Jorge Ruiz Dueñas

*“Me cautivó la jovialidad de León Felipe, ese viejo de 82 años, verlo tan lleno de vida
*Busqué en el directorio Tamayo, Tamayo; y encontré un Tamayo en Coyoacán. Levanté la bocina, marqué y contestó él: ¡Tamayo!
*Por el género de la entrevista llegué a Herbert Marcuse; en la Universidad de California, me corrió tres veces
*La entrevista da muchas cosas, los muchachos deben saberlo.

III de III

Por Elvira García

Selección iconográfica y poética: Carlos Alberto Duayhe

Concluye la serie de tres partes de la amplia entrevista a Jorge Ruiz Dueñas en torno a su libro: León Felipe, el cual recorre la vida del poeta español, y mexicano de corazón. Esta intensa conversación, estuvo a cargo de los alumnos que participaron en mi Segundo Taller de Entrevista, 2023.

Agradezco el talento y la dedicación del excelente grupo que se formó, al igual que la generosidad de mi amigo, el gran escritor y erudito Jorge Ruiz Dueñas quien, con entusiasmo y paciencia, respondió a todos los cuestionamientos que le hicieron mis talleristas. En aquella sesión, dedicada a entrevistarlo, fui la última participante; las dos horas y media que nos concedió estaban por concluir; por ello, sólo pude hacerle una
única pregunta. He aquí el resultado:

-En tu libro León Felipe, hay una foto de mayo 1966; estás tú, con los ojos puestos en la dedicatoria que el poeta te escribe en el ejemplar de su última obra: ¡Oh, ese viejo y roto violín! ¿Qué pasaba por tu mente?

Jorge Ruiz Dueñas con el poeta León Felipe

-En verdad, sentía gran admiración por León Felipe; me había cautivado la jovialidad de ese viejo de 82 años años, verlo esa tarde tan lleno de vida, a pesar de su edad. Pero confieso que jamás imaginé lo que iba a suceder después. Luego de unas horas me preguntó: “¿Tú eres poeta, verdad?” Él tenía ese don. Efectivamente, me está firmando ese libro; ahí no estoy tomando notas, aunque hay otras fotografías de Julio Mayo donde las tomo, como dictaban los cánones del periodismo de aquellos tiempos, con pluma y libreta. Así pues, sentía esa emoción de estar cerca de aquel gran hombre. En la vida he tenido la oportunidad de acercarme a grandes seres; pero la verdad es que, aquello que se siente en esa primera juventud, es muy especial. Yo fui muy arrojado, o muy poco autocrítico, Elvira. Te confieso que cuando me dijeron: “Queremos que hagas entrevistas que van a ser la cara del periódico Lid, de los universitarios”, no dudé ni un minuto. Y de inmediato fui a una conferencia en torno a la crisis en el arte contemporáneo, en la cual participaron los arquitectos Eduardo Terrazas, Matías Goeritz y el pintor José Luis Cuevas. Me acerqué y le dije a Terrazas:

“Quisiera entrevistarlo, maestro”. Empezamos, y de inmediato me dijo:
“Oye, ¿por qué no vas a mi casa?”. Y ahí voy muy campante a entrevistarlo a su casa. Así eran mis acometidas.

Y el gran cantor del paisaje agreste y solitario, Ruiz Dueñas -a quien confunden con bajacaliforniano porque también le ha escrito al desierto y a Guerrero Negro- no es parco con las palabras; las usa en abundancia para referirse a su pasado de joven entrevistador:

“Para ganar algún dinero, trabajaba en ese momento como pasante en la Tesorería de la Federación. Mi oficina era muy privilegiada en ubicación; yo tenía que subir a diario la maravillosa escalera donde están los murales de Diego Rivera. Al detenerme en una especie de entre piso, me quedé viendo los murales y me pregunté: ¿A quién voy a entrevistar ahora? Y se me ocurrió que a Rufino Tamayo. Desde muy niño recibí de mis padres una amable inducción hacia la pintura mural. Y Tamayo era uno de los grandes; me gustaba más que los otros muralistas mexicanos. Pues, ¿sabes cómo lo encontré? Agarré el directorio telefónico blanco, y como José Luis Cuevas me dijo que Tamayo vivía en Coyoacán, entonces empecé: Tamayo, Tamayo; y encontré un Tamayo en Coyoacán. Levanté la bocina, marqué y contestó él:

¡Tamayo! Le dije que quería entrevistarlo; y respondió: “Pues véngase el viernes”. La verdad, en ese momento hacía lo que se me ocurría. Igual me pasó con Nicolás Guillén, lo abordé y lo entrevisté. Es ese arrojo que tiene uno cuando es joven. Aunque esa frescura a veces no da resultado; por ejemplo, con el entonces rector de la UNAM, Pablo González Casanova, cuando le solicité la entrevista, nomás me hizo a un lado. Pero en fin, había qué hacer esa tarea. Y tú sabes bien que si algo enseña es ese contacto con el otro ser humano, y la pregunta.”

“Por el género de la entrevista llegué a Herbert Marcuse”

Marcuse.

-Y lanzarse, a la aventura…

-A la aventura… bueno así le llegué a Herbert Marcuse. En la Universidad de California, me corrió tres veces; tres veces me dijo no; se enojó, se molestó, me echó. Y ya en la tercera, se puso muy a la defensiva porque era evidente que estaba custodiado por el FBI; había un individuo cerca de su cubículo.

Entonces le dije: “Oiga, ya se que usted le informó a Le Monde, de París que ya no iba a dar entrevistas, sin embargo, le otorgó una a Manuel Mejido, de Excélsior”. Y en ese momento se voltea con cierta furia, y me dice: “Y ¿tú, cómo lo sabes?”, siempre con la paranoia. Le contesté: “Porque ya salió publicada en Excélsior. Y, en ese momento, se transformó. Y comentó: “Pero ¿cómo es que se ha publicado?” Le recetó algunos epítetos a Mejido. Le prometí: “Mañana le traigo el diario”. Y se lo llevé. Volvió otra vez a enojarse; pero cambió conmigo y nos tomamos unas fotografías juntos, y ya me preguntó de mí; se enteró de mi cercanía con León Felipe; él sabía de León, y me invitó a sus clases. Y, al menos durante tres cursos de invierno, fui oyente y alumno de Marcuse, pero llegué a él gracias a la entrevista. La entrevista da muchas cosas, los muchachos deben saberlo.

-Así es, la entrevista abre caminos, nos regala amigos…

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