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León Felipe, el poeta más mexicano de los españoles: Jorge Ruiz Dueñas

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I/de III

Selección gráfica y poética: Carlos Alberto Duahye    

Los entrevistadores de Jorge Ruiz Dueñas son: Alejandra Alarcón Arenas, Alá Martínez Pérez, Maricela Florán Arreola, Esperanza Reyes Carrión, Luz Prieto Zarazúa y la propia maestra Elvira García.    

*Con mi libro León Felipe, quiero que se conozca su obra en su hondura más próxima

*En España no se ocupan de las verdaderas herencias intelectuales del poeta

*Su aporte fundamental: la ética

*León Felipe no es un Whitman en español, era todo lo contrario -Incorporó en su poesía el habla de los mexicanos

Durante los meses de abril y mayo del 2023, la periodista Elvira García impartió un Segundo Taller de Entrevista en el cual sus alumnos, como ejercicio final, pudieron hacer tres preguntas cada uno, vía virtual, al poeta Jorge Ruiz Dueñas acerca de su más reciente libro: León Felipe. Siendo muy joven, Ruiz Dueñas conoció y convivió hasta el momento de la muerte de ese gran autor español al que Jorge reivindica en ese volumen, dándole el valor que le corresponde en las letras universales.  

Las talleristas pudieron conocer particularidades de la vida y obra  tanto del poeta español como del propio entrevistado, quien accedió gentilmente a este encuentro a invitación de la titular del Taller, quien también es escritora, documentalista y creadora de diez series radiofónicas.

En esta entrevista colectiva que ahora se publica, decidimos presentar primero lo relativo al poeta León Felipe y enseguida a Jorge Ruiz Dueñas.  

León Felipe estaba vivo, como poeta, a la edad de 81 años  

Por Alejandra Alarcón Arenas

Al evocar sus recuerdos acerca de las vivencias que compartió con León Felipe, el poeta jalisciense Jorge Ruiz Dueñas nos mostró la sensibilidad,  aprecio, gratitud y dmiración que guarda hacia quien fue su maestro.  

En su libro: León Felipe, menciona: “Llegué a su puerta gracias a don Julio Mayo en septiembre de 1966”.

¿Nos puede hablar de ese primer encuentro?   

Lejos queda en el tiempo aquella primera experiencia del jovencito Ruiz Dueñas quien, a los 19, empezaba en el periodismo, oficio que lo llevó, precisamente, a la casa de León Felipe.  

Así lo rememora:

  -El fotógrafo Julio Mayo (de los hermanos Mayo) tenía un pequeño auto; me acuerdo como si fuese aquel momento. Al subirme me dice: “Oye chaval, ¿por qué no entrevistas a León Felipe?”.

El poeta español tenía 81 años y todo mundo pensaba que ya había hecho silencio, que su pluma había concluido su viaje. Y sorprende a todos cuando aparece: ¡Oh, este viejo y roto violín!, en el que toma un último aire. El libro fue publicado por el Fondo de Cultura Económica. En consecuencia la gente volvió a saber de él; estaba vivo, como poeta, a los 81 de edad. Por eso, cuando Julio me dice: “Chaval, ¿por qué no entrevistas a León Felipe?”, yo le pregunté: “Y, ¿cómo llegó a él?” Y responde: “De eso me encargo yo”. Así que, un buen día, me llama y anuncia: “Ya está lista la entrevista, así que vamos”. Y así llegué. Esa tarde, León Felipe estaba jocoso; cada vez que Julio le sacaba una fotografía, decía: “Julio me castiga”, porque todavía esas fotos necesitaban de mucho flash, y eran unos relámpagos los que salían; mientras, León y yo conversábamos. En eso llegó Víctor Trapote, un gran escultor; Trapote también tiene un pasado muy vinculado a la Revolución Cubana; él fue preso con el propio Che Guevara y Fidel Castro. León Felipe fue muy gentil. Y no olvido que, tan sólo con verme, después de dos o tres preguntas que le hice, me dijo: “Tú eres poeta, ¿verdad?” Y le tuve que responder, que sí, que lo intentaba. ¿Cómo lo sabía?, seguramente porque había vivido tanto y conocía perfectamente ese talante. Así fue ese primer encuentro con él; todavía lo recuerdo con enorme cariño; y así fue mi ingreso a su vida. Al terminar aquella entrevista, me dijo: “Tráeme tus poemas”; confieso que tardé un poquito en convencerme de mostrárselos, pero el día que llegué con mis poemas, no estaba de buen humor, sin embargo me recibió; aguanté alrededor de 20 minutos en silencio, sentado en su cama y él en su sillón, después me dijo: “léeme”.

Terminé de leerle un primer poema extenso y, luego de unos minutos de silencio, me urgió: “léeme más”. Así nació la relación con León Felipe.

El fotógrafo Julio Mayo

En España no se conoce a León Felipe  

Por Esperanza Reyes Carrión  

-¿Por qué eligió la vida y obra de León Felipe para su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua? Con toda la obra importante que usted tiene ¿qué  lo hizo decidirse por el poeta español?  

-Fue mi primer impulso, mi primera herida. Mi vida habría sido muy diferente si  no hubiera conocido a León Felipe aquella tarde en que fuimos a hacer un trabajo y Julio Mayo no hubiera tenido la ocurrencia de decirme: “Chaval, por qué no has entrevistado a León Felipe” Y yo le pregunté: ¿Cómo llego a él?”. Inclusive, si no hubiera existido la preocupación de mi esposa Arcelia -en ese tiempo mi novia-, luego del dulce mandato que recibió de León cuando le dijo: “tú eres responsable de que este muchacho siga escribiendo”, probablemente ella no me habría ayudado tanto como lo ha hecho hasta hoy. Pero, concretando, la respuesta a su pregunta es sencilla, Esperanza: lo hice porque me dolía su muerte, porque quería hablar de él, y porque, insisto: en España no se conoce a León Felipe; él no es solamente el noventayochismo, no es solamente la generación del 27; y a veces se le quiere ligar con el vanguardismo. León no sólo es Shakespeare, ni lo más accesible de la Biblia y la mitología. ¡No!: León Felipe es Nietzsche, es Emerson, es la teoría del trascendentalismo; León es Kierkegaard, es Freud; León fue ávido lector. Y a mí me gustaría mucho que un psicólogo se aventurase en esas huellas y fuese encontrando las piezas de vida, esos rastros de sus lecturas. Porque yo vi las obras en su librero, y me llegó a hablar de la teoría freudiana; había cosas en las que no estaba de acuerdo; y en otras sí. Y claro como él no era un experto, pues a veces también se le cruzaba Erich Fromm, que estaba muy de moda, y en aquella época vivía en Cuernavaca. Pero la razón por la que escribí este libro es la siguiente: Creo que es justo, es necesario, se conozca cuáles son las fuentes de las que nace la poesía de León Felipe. Él, antes de morir, dijo en una entrevista para la revista Ínsula, de España: “Yo no soy de ninguna generación española”.  

Quiero que se conozca la obra de León Felipe en su hondura más próxima.  

Jorge Ruiz Dueñas es autor de inolvidables libros como: Contratas de sangre y Guerrero negro; ha sido reconocido por la UNAM al publicarle: Carta de rumbos, poesía reunida de 1968 a 1998, en la serie Presente Perpetuo, prologada por Javier Sicilia.

Al ampliar sus razones por las que decidió escribir el libro: León Felipe, y hablar de su maestro en el discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, en 2021, argumenta:  

-León Felipe tenía toda la razón: no era de ninguna generación española. Muy pocos connacionales suyos tuvieron la posibilidad de estar cerca de él. Jorge Ruiz de Santayana -el gran filósofo español, formado en Estados Unidos- nunca se sintió cómodo o realmente incorporado a esa sociedad. Y, a pesar de ser una especie de dios en las grandes universidades norteamericanas, en el primer momento que le llegó la jubilación, Santayana se fue a Italia. El propio Federico García Lorca lo que tiene es conocimiento de Walt Withman y luego una especie de rechazo. Pero León Felipe sí recibió, durante todos esos años, todas esas influencias; es decir: discutir en la Universidad de Cornell sobre la obra de Emerson, fue una oportunidad enorme. Y no lo hizo en una ocasión, sino durante años. Entonces, con mi libro, yo quiero que se conozca la obra de León Felipe en su hondura más próxima”.  

-Me interesa la cuestión de género y saber acerca de Berta Gamboa, esposa de León Felipe, mientras ella trabajó en Estados Unidos; hábleme de la sensibilidad de él respecto a la mujer, en su obra.  

-Debo decir primero que León Felipe era un hombre enamorado. De joven presionó a su padre para que lo mandara a Madrid, a formarse. Y sólo se le ocurrió estudiar Farmacia. Era lo más fácil. Además, planeaba hacer un doctorado, que no terminó. Pero su única intención era mantenerse en Madrid, para leer e ir al teatro. Fue un hombre de teatro y se integró a una compañía ambulante. Como poeta, tenía mucha presencia ante al público por haber sido actor. Cuando muere su padre, tiene que regresar a Santander. Evidentemente, no le importaba lo que estaba pasando en las farmacias de las que se hacía cargo y se mantenía, y éstas se van a la quiebra. Para colmo, él tenía una deuda y se supone que vende una farmacia para pagar tal deuda aunque, al parecer, ya la botica no le pertenecía. Y, con la deuda encima, se va a Barcelona y cae preso acusado de desfalco. Purga su pena en Santa María Egipciaca, en Santander. En ese momento, todos los que habían gozado de sus favores, de sus francachelas, le dan la espalda; nadie quiere saber de él. Inclusive cuando muere su madre, él sale por fin de la cárcel y le niegan el saludo y el pésame. León entonces se va a Madrid y allí vive una situación terrible. De protomiseria. Se dormía en las bancas de las iglesias y de los parques.  

Asombra cuánto conoce Ruiz Dueñas de su personaje. Lo ha estudiado por años y ha rescatado hasta el más mínimo detalle, al grado que puede describir, con suma precisión, el porte físico de su mentor, cuando muchacho:  

Vivió un tiempo en la protomiseria

-Era un joven que tenía muy buena percha, como decimos los mexicanos. El cuñado era sastre y le hizo un traje y un abrigo a la medida con los cuales lucía una figura regia; era un hombre muy alto, garboso… pero estaba en la protomiseria. A veces comía, a veces no, al grado que, alguna vez, lo salvó una prostituta. Y él lo dice en un poema:

“He dormido en el estiércol de las cuadras, / en los bancos municipales, / he recostado mi cabeza en la soga de los mendigos/ y me ha dado limosna –Dios se lo pague-/ una prostituta callejera/ si supiera su nombre/ lo diría con mucho orgullo”. Porque se lo llevó a su casa, lo dejó dormir, lo ayudó en esta terrible condición. De allí logra irse a Balmaseda, en Vizcaya, y conoce a una chica peruana, de ascendencia balmasedana: Irene Lambarri. Resulta que algunos ignorantes -perdón que sea tan agresivo- pero es que unos escritores españoles creen que Irene fue su esposa. No. Él solamente se casó una vez. Y fue con Berta Gamboa. Se matrimoniaron en Nueva York. En su tiempo, Irene Lambarri lo arropa; pero Irene era una niña con dinero, caprichuda. El poeta para ella era cierto adorno. Obviamente, la familia Lambarri reacciona violentamente. León vuelve a dejar otra farmacia; se larga, y sigue a Irene en Barcelona, porque ahí ella iba a tomar el buque que la llevaba de nuevo a Perú. E Irene le da 500 pesetas, como quien le otorga la propina a un amante. Y, con esas pesetas, León Felipe viaja a Madrid. Y bueno, años más tarde, cuando está haciendo una especie de “gira heroica”, León pasa por Perú. Llega Irene Lambarri a verlo; para ese entonces, era una señora de sociedad que hacía obras de caridad; se vuelven a encontrar. Y todo el dinero que León había ganado en esa gira, se lo entrega para obras pías. León le pagó las 500 pesetas con guante blanco. Es decir: su relación con la mujer era de dolor. En ese encuentro con la mujer, con la ilusión, él tiene un periodo muy duro de vida.          

Berta Gamboa, el gran amor de León Felipe

Berta Gamboa . Centro Virtual Cervantes

El gran investigador que es Ruiz Dueñas tiene una memoria privilegiada; no olvida paso alguno de los que dio León Felipe, en su búsqueda por el amor:  

-Luego, de vuelta a España, León Felipe llega al primer empleo que encuentra, pero el subsecretario de gobernación, santanderino, y amigo de su familia -que había leído el primer libro que León presentó en el Ateneo Español-, le dice: “Te vamos a ayudar muchacho”, y el funcionario intenta reunir a los hombres de grandes fortunas para que le den una especie de canonjía. Pero León Felipe no halla cómo zafarse de eso y, por casualidad, escucha en un café que había un puesto libre de administrador de hospitales, allá en la Guinea Ecuatorial, en 1920.  

-Y, en lugar de aceptar el dinero que le ofrecen para que se dedique a escribir en España, viaja al África, con los negros miserables, a la pobreza; allá se va de farmaceuta. Pero, antes de irse, alguien todavía le comenta: “Pero es que allá sólo van los que tienen deudas con la justicia, los que no tienen nada”; entonces León lo interrumpe y le dice: “Esas características las cumplo yo”.  

Viaje a Veracruz y a la Ciudad de México

  -Y se va.  Regresa dos años después, y se queda seis meses en España y luego toma el primer barco -uno de tercera- hacia Veracruz. Al poco tiempo, se marcha a la Ciudad de México para encontrarse con su hermana Salustiana. Y entra en contacto con Berta a principios de 1923. En ese tiempo, son unos jóvenes que de pronto se encuentran, para dar un paseo. Y León se prenda de la inteligencia y de ella. Berta estaba de visita en la capital; era poblana, de formación presbiteriana. Su padre, un pastor protestante, conocía la Biblia; y esto es muy importante para la obra de León Felipe, pues se trataba de la Biblia no católica, no censurada, sino la de libre examen de los protestantes. El hecho es que Berta y León se unen en semanas; es decir, él se va a juntar con ella a Nueva York, en la Isla de Ellis, y se casan en diciembre de 1923. Entra el poeta con documentos apócrifos, con los papeles del cuñado, es decir: ingresa como un sin papeles; luego lo ayudan, lo meten a las universidades, en fin. Trabajan juntos traducciones; había una enorme comunión entre ellos.

Su estancia en Panamá

-Siendo León aún profesor, lo mandan primero a Panamá para dar cátedra en la Universidad de ese país y después, en 1931, lo integran a la Embajada de la República Española en Panamá, como agregado cultural. Este punto se ha dado a la especulación, pero ya eran casados y, mientras León está en la trinchera, Berta se reúne con él en España. León estaba orgulloso de Berta; hay fotografías de ambos en las trincheras.

La guerra republicana en España y el adiós a Berta

-Y, cuando el movimiento republicano se ve perdido, regresan a México. Luego muere Berta de un cáncer y León cae en la más enorme depresión, y hace un libro muy importante que se llama El Ciervo; es una obra hierática, en la que reclama su formación católica y pasa del deísmo al teísmo; es decir, deja de tener un Dios personal, para tener un Dios impersonal, y le reclama a ese Dios por qué se ha llevado a Berta; queda profundamente herido por su muerte, pues la amaba. En fotografías, ella era una mujer de belleza promedio; Irene Lambarri en cambio, una rubia hermosa. Y la niña tenía dinero. Pero él está enamorado de la inteligencia de Berta, quien lo forma, lo introduce a la literatura norteamericana, y le permite el conocimiento de la Biblia no censurada, a la que acude tanto León Felipe.  

Los hijos de León y Berta eran sus libros  

Y, ¿no tuvieron hijos?

-Yo creo que fue un problema biológico. No sé si de León o de Berta. Pero eso no fracturó el matrimonio jamás: sus hijos fueron sus libros. Era un matrimonio amoroso; la relación de León Felipe con la mujer era muy respetuosa; se acercó a sus hermanas; al final, renegó mucho de su hermana Salustiana, pues se convirtió en un ser muy difícil porque casó con un vizconde o algo así. A León le dolió profundamente la muerte de su madre, y el hecho que ni los santanderinos le dieran el pésame, eso no lo perdonó jamás. Entonces para él la mujer tenía un sitio especial. Y, pues, que se haya acercado a mi novia Arcelia, refleja la idea de León de que el papel de la mujer es fundamental en la vida del hombre, cuando le dice: “Eres la responsable de que este tío -o sea, yo- siga escribiendo”.  

¿Cuál es el aporte fundamental de León Felipe a la poesía actual?

-La ética. Era un hombre que reflexionaba, que podía arrepentirse. Corregía, con base en su ética, y en lo que él pensaba era el destino del hombre. Muchos años después, reconoce que había sido un error escribir un bello poema, en donde dice: “…que yo me llevo el canto…”. Y, ya de viejo, dice: me equivoqué: el canto no nos lo trajimos los republicanos; el canto estaba en aquellos niños que después se hicieron poetas y se quedaron en España. El canto no es de nadie. Bueno, hay escritores que jamás se arrepienten de nada. Por eso yo digo que el aporte fundamental de León es la ética.

  León Felipe sentía que México era su patria

Por Alá Martínez  

León Felipe poseía un nombre civil: Felipe Camino Galicia de la Rosa, y nació el 11 de abril de 1884, en Tábara, España. Sus padres fueron Valeriana Galicia Ayala e Higinio Camino de la Rosa. El poeta escribió desde su más tierna juventud y, al paso de las décadas, se convirtió en uno de los gigantes de la poesía en nuestra lengua. Falleció en la Ciudad de México, el 18 de septiembre de 1968.  

¿Considera que el exilio de León Felipe fue un detonante creativo para su poesía?  

-León Felipe es el más mexicano de los españoles; se echa a cuestas su España y se la trae a México, y aquí la transforma. En México, hay una tesis de maestría que analiza el lenguaje de León Felipe, esa tesis la escribió María Luisa Capella, y se refiere a cómo dialectalmente León incorporó en su poesía el habla de los mexicanos. En mi libro, en alguna parte indico que él se quería vivir como mestizo: “Mestizos somos por la fuerza del amor”. Él sentía que México era su patria. Decía a los españoles: “Miren lo que me ha dado México”, y lo comentaba con mucha gracia: “ahora que los españoles no tienen ni un ladrillo dónde sentarse, a mí México me ha dado todo. Me ha dado una casa, una vida y una compañera”; era un hombre que tenía un arraigo muy hondo y muy especial por México.

-Ver partir a un amigo es fatal, platíquenos su experiencia del momento en que imprimieron la mascarilla funeraria de León Felipe.  

-Resulta que me llama el escultor Víctor Trapote, tal vez a la una de la madrugada, y me dice: “Nada; todo ha terminado”, y me cuelga. Imagínese lo que significa para un muchacho de 22 años, que nunca antes había estado ante un cadáver, y que de pronto le informan: “Aquí está tu maestro, y tienes que ayudarme a sacar la mascarilla de León Felipe porque no puedo hacerlo solo”. Verlo, tocarlo; se me borraron esos minutos, no los recordaba muy bien. Me acordada que me acerqué y cuando Trapote me comentó: “Ya está bien, hijo, márchate, lo demás lo hago solo”, pero yo ya había pasado los primeros 15 minutos con al cadáver, así que nada puede ser peor que estar frente al cadáver de un padre literario. Me afectó tanto, Alá, que yo dejé de escribir poesía o de publicar poesía por muchos años. Guardé silencio y escribía, sintiendo una enorme lápida. Voz viva de México hizo un disco que yo tenía, pero creo que me llevó veinte o veinticinco años atreverme a ponerlo y escuchar nuevamente la voz de León Felipe; es decir su muerte a mí me afectó mucho.  

El enemigo de los españoles son ellos mismos  

Por Maricela Florán

Jorge Ruiz Dueñas es un poeta sensible y agradecido con las oportunidades que se le han presentado para realizar su obra literaria en la cual, su más reciente libro, titulado: León Felipe, hace referencia precisamente a la vida de este personaje que fue su gran guía, el fuerte impulso para su carrera poética.  

-¿Cómo afectó a León Felipe haber vivido la Guerra Civil Española y consecuentemente la Segunda Guerra Mundial?  

-Evidentemente, estaba siempre en contra de esa derecha “muy española” tremendamente inmiscuida en esa vida política, con una visión de explotación sobre los obreros. Por cierto, León Felipe con quien más tenía acercamiento era precisamente con los anarquistas. Entonces, hace un libro, que primero es una especie de poema-discurso que, de Valencia va a leerlo a Barcelona; ahí las multitudes reaccionan con cierta violencia porque se sienten agredidos, y es que él dice que no está con el español ni con el comunista ni con el socialista, sino con el ser humano, y se da cuenta de que el peor enemigo de los españoles son ellos mismos. Desde entonces la poesía de León Felipe se caracterizó por estar en contra de una iglesia militante, y se lanzó contra los autoritarismos gubernamentales y, sobre todo, contra los gobiernos sojuzgadores. De suerte que, si bien él llegó a escribir, en algún momento,  “Yo me llevo el canto” es decir: “Nosotros los poetas nos vamos de España y los dejamos mudos”,  con los años, León percibió su error y reconoció: “No; no nos hemos llevado el canto; el canto está en España”; él quiso hacer las paces con el mundo y, sobre todo, con el dolor que causó el horror de la Guerra Civil producto del facismo entrando a España. Y anticipó: “Esto es sólo el principio”. Y, en efecto: la Guerra Civil española fue el gran laboratorio para la Segunda Guerra Mundial.  

-Si León Felipe estuviera vivo, ¿que le gustaría decirle ahora?  

-Hay un poema que me dedicó, y dice algo así: “Ya en el aire vi atravesar una flecha/ y llegó al corazón de una estrella”. Al leerlo, me comenta: “acerté, ¿verdad, poeta?”. Quisiera decirle a León que acertó: yo tenía que ser poeta.  

En España no se ocupan de las verdaderas herencias intelectuales de León Felipe

León Felipe

Por Luz Prieto  

-¿A partir de cuál criterio elige o valida la información reunida para escribir su libro: León Felipe?  

-Documento desde el inicio de mis recuerdos y, debo decirle, con toda sinceridad, que desde joven me rebelaba a que se considerara a León Felipe solamente vinculado con la generación del 27 o, bien, del 98. Eran  cuestiones que se debatían todavía en la España que había prescindido de Franco. Pero se desconocían muchas cosas de León Felipe y quizás se debiese a esa expresión suya de: “Yo soy un poeta que no sabe literatura“, con lo cual generaba una especie de imagen cruenta de poeta inculto, cuando era todo lo contrario. ¿Por qué sabía yo que era todo lo contrario? Primero, porque tenía el conocimiento de que había existido Berta Gamboa, su esposa, y con Berta vivió en Estados Unidos y allá tuvo la enorme ocasión de estar en la Universidad de Columbia, primero como estudiante de posgrado, y después en Cornell como profesor. Él daba un curso sobre El Quijote. Y cuando yo, jovencito, acomodaba y recorría los estantes de los libreros de su casa en la Ciudad de México, recuerdo haber visto obras de Emerson y de Freud. Me acuerdo de los volúmenes que había que limpiar del polvo, mientras conversábamos y me hablaba, por ejemplo, de Waldo Frank de quien él fue traductor. Y, con los años, descubro que Waldo Frank tenía una cierta inclinación por las filosofías indostanas; en consecuencia, pude entender después que había en León una cierta conexión, primero por sus lecturas de Emerson respecto a las filosofías indostanas y luego por Waldo Frank de quien era muy amigo. Si no, uno no puede comprender el poema Credo, que León escribe muchos años atrás, durante un recorrido de dos años por todo Sudamérica y donde abiertamente habla del samsara, esa idea de la reencarnación.

¿Cómo puede explicarse que un poeta se refiera a la reencarnación y diga abiertamente: “…creo que Dios nos ha dado muchas almas, que nos ha dado muchas vidas y que volvemos y nos reencontramos…?”. Sólo se entiende si nos remitimos a lo que dice la filosofía indostana y lo que se plantea en el samsara: los varios ciclos, supuestamente de reencarnación, que se van viviendo hasta llegar a la perfección.  

León Felipe no era el Whitman en español          

El poeta Ruiz Dueñas ha dedicado buena parte de su tiempo y de su vida a consultar diversas fuentes literarias y documentales, en distintos países; por ello, en su libro: León Felipe pone muchos puntos sobre las íes en torno a la historia de su guía literario:   -¿Qué pasa en España? –se pregunta Jorge Ruiz Dueñas-; en España nadie reconoce -aunque hay libros muy sesudos, como el de Víctor García de la Concha (León Felipe; itinerario poético)- pero no se ocupan de las verdaderas herencias intelectuales de León; es increíble que ni siquiera lean sus últimos libros, como: El rocinante; casi puedo asegurar que no se conoce en España. Y El rocinante es muy importante porque, siendo un libro quizás no lo suficientemente acabado, ya por el tiempo y la premura, es una obra hecha por un poeta viejo que todavía hace una apuesta por el Che Guevara; le dedica un poema al Che recién muerto en esa época. ¿Por qué los investigadores y críticos no tocan las influencias de Emerson y lo que esto significa en León Felipe? ¿Por qué no tocan la enorme presencia de Freud? León conoció las primeras obras de Freud y las leyó en inglés porque en español fueron traducidas mucho tiempo después. Pero lo importante es que León tuvo acceso a la literatura desconocida en aquel tiempo, y conoció a Walt Whitman, que es con lo único que se quedan los críticos y, además, dicen que León es como el Whitman en español. No: León Felipe no es un Whitman en español. Y es que era todo lo contrario. Cuando siendo funcionario se enfrentó al dolor en el África española, y vio lo que se hacía con la negritud, reaccionó; y hay poesía muy densa de él en contra de esas injusticias. También en los Estados Unidos reaccionó y regresó a México porque vio el Harlem, como lo vio con su amigo Federico García Lorca, quien llegó muy joven a Nueva York. León y Bertha lo acogieron y lo introdujeron en ese país; después, García Lorca se queda y hace ese enorme libro: Poeta en Nueva York, en el cual reacciona en contra de lo que era aquella España blanca. Y Ruiz Dueñas nos muestra buena parte de su erudición, al evidenciar, con datos, que León Felipe no era un Whitman en castellano:

Walt Whitman. UNAM

-Regresemos a Whitman, a quien celebramos por su enorme poema: Canto a mí mismo; Whitman es un innovador, un gran poeta, y Emerson lo impulsó pero, si seguimos el rastro de Whitman y nos damos cuenta de su tesitura moral y política, versus la de León Felipe, hay una enorme distancia. Whitman era también periodista y escribió artículos en contra de México y apoyó las posibilidades de que se invadiese nuestro país. Whitman sí hablaba en pro de los negros, pero no estaba a favor de que se les diese el derecho al voto; he ahí la enorme diferencia entre Whitman y León. ¿Por qué digo esto? Porque esas son las cuestiones que me motivaron: sacar a la luz pública datos desconocidos del poeta español, cuando ya lo podía yo hacer, y qué mejor momento que en mi ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua; qué mejor plataforma podía tener. Al ser yo miembro de esta Academia, también me convertía en miembro de la Real Academia Española, o Academia Española, como ahora se le conoce.    

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