Ricardo Del Muro / Austral La terminal de autobuses Omnibus Cristóbal Colón (OCC), ubicada en la Plaza del Sol, uno de los principales centros comerciales de Tuxtla Gutiérrez, se ha convertido en un gran campamento de migrantes. Las salas de espera están repletas de extranjeros y en los pasillos y el estacionamiento, se han levantado decenas de casas de campaña. Es un sitio estratégico, ya que allí está un supermercado de Soriana y enfrente hay una tienda Electra, donde funciona una sucursal del Banco Azteca, lo que les facilita obtener víveres, dólares y transporte para continuar su viaje hacia la Ciudad de México, destino que representa un paso más hacia el anhelado sueño americano. Hay quienes pasan varios días, durmiendo afuera de las terminales, en espera de que sus familiares les depositen dinero para comprar un boleto que cuesta mil 560 pesos con destino a la Central Camionera de la Ciudad de México. Mientras tanto, en el estacionamiento de la OCC han desplazado a los cuidadores de autos locales, conocidos como “viene, viene”, y también compiten con los limpiaparabrisas y vendedores ambulantes, parándose en las esquinas de las principales calles para solicitar ayuda económica a la población local. El mismo panorama se observa en las terminales de autobuses de Tapachula, Escuintla, Pijijiapan, Tonalá y Arriaga, donde incluso ha habido protestas de los pasajeros locales por la acumulación de basura generada por las aglomeraciones. Alrededor de 500 migrantes con boleto pagado son los que viajan diariamente hacia el centro del país, desde las terminales de autobuses de los municipios de Pijijiapan, Tonalá, Arriaga y en algunas ocasiones de Tuxtla Gutiérrez, informó José Luis Moguel delegado de Protección Civil en la región Metropolitana. Los autobuses se han convertido en la mejor opción para los migrantes procedentes de Centroamérica, después de que las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) y la empresa Ferromex acordaron en septiembre una serie de acciones para evitar que los migrantes utilicen los vagones de ferrocarril como medio de transporte en su ruta hacia Estados Unidos. En las ventanillas de las centrales de autobuses se enlistan los documentos que se requieren para poder adquirir un boleto: Pasaporte, identificación del INE, cartilla militar, cédula profesional, visa y credenciales expedidas por instituciones del gobierno mexicano. En el caso de los migrantes, el único documento solicitado es el pasaporte y rara vez piden el permiso del INM o COMAR para viajar hacia el centro y norte del país. Es enorme la demanda. En el transcurso de este año, de enero a octubre, la delegación del INM en Chiapas ha entregado un total de 138 mil 492 documentos migratorios. En consecuencia, los migrantes que ya cuentan con un permiso tienen que esperar hasta dos días para poder adquirir un boleto de autobús. Aquellos migrantes, sin pasaporte ni documentos del INM, que logran adquirir un boleto de autobús se arriesgan a ser detenidos en el primer retén migratorio que, por lo regular, se encuentra en los límites de las ciudades. Una escena que se ha vuelto cotidiana. En el caso de Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo, el retén del INM está a la salida de la capital, en un lugar conocido como la Pochota. Allí son detenidos los autobuses y sube un agente de migración que solicita su identificación a cada pasajero; hay ocasiones en que alguna persona les parece sospechosa y la someten a un interrogatorio sobre preguntas que, en teoría, todo mexicano debería saber: quién es el Padre de la Patria, quién fue Pancho Villa o algún fragmento del Himno Nacional. Aquellos que no tienen forma de identificarse o fallaron en la “prueba” de conocimientos, son bajados del vehículo. Otra opción que tienen los migrantes para viajar hacia el centro y norte de México es contratar los servicios de un traficante y viajar ocultos en un vehículo, arriesgándose a ser extorsionados y perder la vida. Y, en última instancia, están las caravanas que significan recorrer a pie y en “aventones” las carreteras pero que, al menos, garantizan una mínima seguridad proporcionada por el grupo. En la última, que partió la semana pasada desde Tapachula, uno de sus integrantes, Jonathan Andino, procedente de Honduras, declaró a un reportero que llevaba más de seis meses en espera de un trámite migratorio, pero se unió a la caravana porque se le terminaron sus recursos. Tras avanzar unos 10 kilómetros cerca de la aduana de Huixtla, informó una nota de la agencia EFE, la caravana integrada por cerca de 7 mil personas bloqueó los cuatro carriles de la carretera federal 200 para exigir documentos al INM que les permitan avanzar hacia el norte del país. RDM
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