Por Enrique López Contla
No podría pronunciar ni una palabra sin antes, a nombre propio y de mi familia, reconocer la generosidad de cada uno de los integrantes de esta gran fraternidad a la que llamamos Club Primera Plana ni sin expresar nuestra especial gratitud al periodista José Luis Uribe Ortega, digno presidente de este prestigiado Club, cuyo poder de convocatoria nos reúne hoy aquí.
En la ceremonia de hoy, mi padre, don Miguel López Azuara, hubiera recibido un reconocimiento por 60 años de trayectoria en el periodismo de México, Sin embargo, hace unos días, fortuitamente nos enteramos de que la fecha de que su ingreso a Excélsior, el periódico de SU vida nacional fue el 5 de septiembre de 1955, hace 67 años.
De una forma u otra, muchos de ustedes lo conocieron y lo trataron personal y profesionalmente. Si pudiéramos unir los fragmentos de vivencias y recuerdos que cada uno de nosotros tiene o tuvo de él, tal vez podríamos armar una imagen de su personalidad, de su forma de ser, de pensar, de actuar y de reír. De su forma de armar y de ejecutar proyectos.
El periodismo, la gran pasión de su vida, fue su motor fundamental. Defendió la libertad de expresión, pero también combatió lo que él llamaba la “libertad de extorsión”.
Aun en el encierro al que lo obligó la pandemia, desde su casa en Tuxpan, él no dejaba de estar atento a los periódicos y las noticias de México y del mundo. Muchos de sus amigos y familiares diariamente recibíamos en Whatsapp periódicos de México, de Estados Unidos, Francia, España e Italia.
Hay muchas razones por las que mi padre amó tan profundamente al periodismo, pero, sin duda, una de las más significativas fue la cantidad y la calidad de los amigos, hombres y mujeres, que logró hacer.
En cada nuevo trabajo, nueva oficina y nuevo contexto encontraba y sumaba la amistad genuina de personas talentosas, de vasto conocimiento en el quehacer periodístico y de muchas otras actividades.
Como buen editorialista, no necesitaba coincidir o compartir tales o cuales ideas de sus amigos o compañeros, pero eso no le impedía tener con ellos buenas y fructíferas charlas. Creía en la inevitable pluralidad ideológica tanto como en el valor de la indispensable tolerancia. Siempre estaba ávido de nuevos conocimientos o nuevas ideas.
Mi padre gozó de una buena vida y, al final, falleció por causas naturales, algo que no ha sido posible para muchos compañeros periodistas que han perdido la vida en el ejercicio de su profesión. No pido para ellos un minuto de silencio ni un minuto de aplausos, pido que no los olvidemos ni dejemos de señalar nuestra profunda pena e indignación, por ellos y por sus familias. Informar y comunicar son derechos esenciales de la sociedad, ya que una sociedad desinformada es una sociedad desvalida, una sociedad sometida. En México, el ejercicio periodístico no puede estar en la categoría de los trabajos más peligrosos.
En fin, hace un mes Don Miguel López Azuara cerró su círculo profesional y su círculo vital.
Enhorabuena, papá. Tuviste una gran vida y muchos te recordaremos con admiración, pero, sobre todo, con inmenso amor y cariño.
Ya volveremos a vernos.
Muchas gracias por su atención y muchas felicidades para los compañeros que hoy reciben merecido reconocimiento a sus trayectorias profesionales.
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