Angélica Abelleyra
Estoy molida. Pero así, rico. Con una sensación de que me pasó por encima una avalancha de generosidad y palabras alentadoras y llenas de entusiasmo y cariño, tras la presentación del libro «Miriam Kaiser: una guerrillera por amor al arte» (editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León). Gracias por la compañía en el Palacio de Bellas Artes, de todas mis amigas, familiares, los conocidos virtuales desde el FB de quienes por fin vi sus caras y leí en sus ojos la camaradería.
¡Sumémonos a la guerrilla!
Con esta frase, el impecable Alfonso Miranda Márquez cerró su notable texto en el que trazó los faltantes, las lagunas, los problemas, pues, que anidan en las instituciones culturales en el presente; entre los artistas que no acaban de profesionalizarse; en el golpe que no se da aún para
amainar las acciones de los falsificadores de arte; entre que no se acaba la burocracia entre los jurídicos del INAH e INBAL; que se persiste en la tarea ominosa de echar cenizas sobre el pasado y no dar seguimiento a los proyectos que se hacen en materia de cultura cada sexenio, en detrimento de las arcas públicas, de los impuestos que ustedes y yo pagamos, pues, y a costa de maltrato a museos que se quedan sin presupuestos y a tantos trabajadores de la cultura con míseros sueldos o alentados (del verbo hacer lento, no del dar aliento) honorarios, si es que llegan a pagarse. De todo eso que subrayó Alfonso se habla en el libro, gracias a la reflexión, las vivencias, las batallas llenas de inteligencia
de «la guerrillera Kaiser». Gracias a Luis Rius Caso por el texto enviado y que gentilmente leyó Lluvia Sepúlveda Jiménez. Gracias al moderador, siempre entusiasta y puntual, Héctor Romero-Lecanda (de quien comparto las imágenes que aquí se reproducen). Gracias, gracias, gracias.
Eso, sí, compren el libro. Ajúa.
Y ¡sumémonos a la guerrilla!
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