Por Gabriel Gamar
Un día me propuse coleccionar instantes
que decidí guardar en forma de recuerdos,
fui escogiendo lo mejor de lo vivido
sin importar el tema o el motivo.
Escogí un atardecer en el Pacífico
y un amanecer en el Atlántico,
guardé una tarde en las ruinas de Palenque
y un sábado en el centro de San Ángel,
un domingo por las calles de Cholula
y una noche clara hablándole a la luna.
Guardé un día de muertos en mi pueblo
y una noche de neblina en las montañas,
una mañana navegando por el río
y otra cabalgando en la pradera.
Guardé también la mañana de mi boda
y el instante del primer llanto de mis hijos,
sus risas y sus gritos cuando juegan
y su alegría en Navidad y el Día del Niño.
Guardé una plática tranquila con mis padres
y una de recuerdos con mi abuela,
un breve instante bromeando a mis hermanos
y un atardecer regando los geranios.
Guardé una madrugada diciéndole te amo
con la voz quebrada y el cuerpo tiritando;
pero mi colección creció de tal manera
que no alcanzaron los espacios de mi mente
y así dejé mi colección de instantes,
pendiente e inconclusa hasta la muerte.
Es un sitio digital abierto a todas las ideas, emociones, libertades, política, literatura, arte y cultura.