Probablemente el objetivo de la maternidad haya cambiado y pocos se hayan dado cuenta de ello. Podemos ver en clínicas de fertilidad a mujeres que no pueden embarazarse, pero buscan una opción para ello, mientras otras ni siquiera han contemplado la idea de convertirse en madres, pese a las críticas sociales que muchas veces eso implica.
¿A qué se debe esta discrepancia en uno de los temas que durante la historia de humanidad ha sido relevante por considerar que parte de una mujer es su desarrollo maternal y su evolución familiar?
Por supuesto, para muchas de ellas el hecho de tener hijos es estar dentro de la opción de una biología humana que las ha catalogado por su reproducción, pero qué hay de aquellas que ni siquieran buscan tener hijos o incluso que no buscan tener familia.
Lo anterior no sólo son interrogantes que se hacen los médicos o, incluso otros profesionales como políticos o los demógrafos, sino que ya es una realidad tan evidente como la del no tener hijos en los hombres y permanecer fielmente solteros, o el hecho de no tener responsabilidades que duran años y muchas veces no reditúan en la solidaridad familiar.
Se han expuesto casos en los que las parejas se divorcian porque el hombre quiere a fuerzas que su esposa se embarace. En otras, la mujer deja a los hijos con el esposo para llevar una vida de soltería que le gustaba más antes de concebir, lo que hace presuponer que nunca estuvo segura de su maternidad.
De acuerdo con estudios realizados por investigadores médicos y sociales, no todas las mujeres lo conceptualizan como el objetivo de su vida. Es más, ni siquiera lo piensan como una extensión de su biología natural o como una forma ulterior de realización personal; simplemente amamantar, cuidar o dedicar no es lo suyo.
La sociedad, tal como la hemos conocido, considera normal a una mujer que quiere tener descendencia, no a alguien que elude esta opción. De eso nos pueden hablar mejor los nacidos después de los años sesenta y setentas, cuando la familia era numerosa, aunque ya habían mensajes radiofónicos y televisivos que buscaban desistir de la procreación por cuestiones económicas a través de mensajes que decían que «la familia pequeña vive mejor».
En otros casos, hay mujeres que han reconocido que sólo accedieron a ser madres porque sus familias, de corte tradicional, les presionó para hacerlo. La publicidad también ha contribuido a desestimar aspectos como estos, pues hay anuncios como uno de Volkswagen donde el esposo le esconde las pastillas anticonceptivas a su mujer para que ésta se embarace y puedan tener progenie que justifique adquirir una vagoneta familiar. La relación producto-familia también es una constante, por supuesto.
El tema de las operaciones anticonceptivas también han sido algo que no sólo enfrentan las mujeres, sino los mismos hombres. El operarse las trompas a veces puede generar culpabilidad tanto como practicarse la vasectomía; en ambas situaciones tiene mucho que ver el contexto social de la reproducción y no ha faltado el apesadumbrado que ha querido revertirlo después de ser operado.
La BBC ha reportado casos como estos desde 2015, no porque en ese año haya repuntado el número de mujeres que desestiman ser madres, sino porque fue cuando el común denominador de los acontecimientos les llamó la atención como para dedicarle, no tanto una investigación, pero sí al menos un reporte de causalidades.
Veamos algunos de ellos:
*Vivir una vida libre de compromisos.
*Gozar de momentos privados e induviduales que siendo madre no se podría.
*Amplio desarrollo personal en el trabajo, sin ataduras familiares.
*Definirse en un trabajo que requiere su atención al cien por ciento como los viajes o las dificultades para realizarlo.
*Cortar con un régimen familiar que las demerita por no ser madres o, incluso por no estar casadas.
No han sido pocas, las mujeres que se han sentido menospreciadas por el simple hecho de no querer procrear y, en lugar de eso, aventajar con mayor fuerza en su desarrollo personal, laboral y social, pero también han tenido que disimular su soltería para no pasar por personas licenciosas o hedonistas.
Las críticas por su decisión a evitar un embarazo o a formar una familia van desde el egoísmo o la ignorancia hasta una mala reputación social y, en el menor de los casos, a ser calificada como una persona liberal.
Si a eso le agregamos que los métodos anticonceptivos femeninos no han sido una solución, pues por una parte tienen efectos secundarios que las hacen subir de peso y, por otra los dispositivos intrauterinos, les han causado efectos dañinos internos, pues sencillamente así, el no querer embarazarse ya no les resulta tan fácil.
Sólo para que lo sepan, en México la decisión maternal es algo que sí motiva a muchas mujeres a querer embarazarse, independientemente de que provengan de familias tradicionales o del tipo profesionistas. Según el Inegi, un 92% de ellas son o han sido madres en este país, lo que significa que nueve de cada 10 mexicanas optan por la concepción y la maternidad.
Las mujeres que eligen no querer embarazarse son estigmatizadas por sus familiares o, incluso, por su propios compañeros de vida y de trabajo cuando les preguntan si son casadas, si tienen hijos o cuál será su situación biológica en años venidores. La incomodidad en la charla es evidente.