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“Opioides. farmacología, abuso y adicción” un referente internacional para el estudio de estas sustancias

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Las diferentes caras de los opioides fueron delineadas en la sesión más reciente del ciclo Seminario de Estudios sobre la Globalidad-UNAM, coordinado por María Elena Medina-Mora, miembro de El Colegio Nacional. Especialistas de distintos ámbitos se reunieron para presentar el libro Opioides. Farmacología, Abuso y Adicción que muestra, desde una perspectiva social, médica, política, económica y psicológica, el uso de estas sustancias en el aspecto farmacológico y lo que representan en materia de adicciones. 

El libro es una iniciativa de la doctora Silvia Cruz, del Departamento de Farmacobiología del CINVESTAV, y busca ser una aproximación multidisciplinaria para entender los complejos fenómenos de la adicción y los diversos efectos que producen los opioides en el organismo humano y la sociedad, a partir de la evidencia científica. De acuerdo con María Elena Medina-Mora, los primeros cinco capítulos de la propuesta editorial están relacionados con la historia de estas sustancias y la evolución del concepto asociado con los trastornos por su uso. “Hace un recorrido por el cerebro, en el que explica lo que ocurre dentro de este órgano, cómo está construido y su vínculo con los opioides”. 

“El capítulo uno es fascinante, nos habla de su uso, dónde empezó, cómo pasa de Turquía a Europa y cómo se transforma en los nuevos medicamentos”, afirmó la colegiada. Agregó que el siguiente capítulo, titulado Los dos lados del uso de opioides, muestra el abasto de medicamentos para el tratamiento del dolor y cuidados paliativos, reflexiona sobre la prevención del mal uso de opioides y ofrece alternativas a personas con dependencia.

“Son dos temas que se mezclan, porque la dependencia del opio afecta a 40.5 millones de personas en el mundo. Ocasiona, en promedio, la muerte de 109 mil 500 individuos al año, 43 de cada cien, en Estados Unidos. Al mismo tiempo tenemos 61 millones de personas con sufrimiento grave relacionado con el dolor que requieren de opioides, el 80% de ellas en los países de bajo desarrollo”, enfatizó la doctora en Psicología Social. 

Recordó que en 2018 más de 275 millones de personas usaron opioides al menos una vez en la vida y 31 millones eran dependientes. De ahí que otro de los capítulos a destacar sea el cuarto, titulado Hacia un nuevo acuerdo de política de drogas, que describe los objetivos de desarrollo sostenible que parten de la visión de centrarse en las personas y no en las sustancias; y defiende la importancia de no considerar el uso de opioides como un crimen, sino como un problema de salud, que se adapte a las realidades locales. “México pertenece a los países de bajo desarrollo. Tenemos personas con dolor grave relacionado con la salud, esa es nuestra crisis”.

En la sesión, realizada en el Aula Mayor de El Colegio Nacional el 24 de febrero y transmitida en vivo por las plataformas digitales de la dependencia, participaron Silvia Cruz, editora de la publicación, y las expertas Nayeli Salazar Trujillo, Clara Fleiz Bautista y Claudia Rafful Loera, quienes también colaboraron en el libro. 

Para Nayeli Salazar Trujillo, del Hospital de Alta Especialidad Centenario de la Revolución Mexicana-ISSSTE, Morelos, una de las características principales de esta propuesta editorial es que describe al tratamiento farmacológico a base de opioides y permite entender el concepto del dolor. “El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada con daño tisular real o potencial. Se clasifica en dos, el primer grupo es por temporalidad: agudo, crónico primario y secundario. El segundo grupo es por etiología y sirve para elegir un tratamiento más óptimo para la calidad de vida del paciente”. 

Aseguró que en el capítulo diez se describen estos términos y los mecanismos para conocer la importancia del tratamiento del dolor como una enfermedad. “El reto es evaluar el dolor en diversas poblaciones, desde los adultos mayores hasta los niños”. Además, en el capítulo once Opioides en cuidados paliativos, se abordan los cuidados paliativos como un derecho a la salud de todos los seres humanos. “Los opioides son parte del tratamiento esencial en el manejo del dolor y otros síntomas en cuidados paliativos”.

“Los analgésicos opiáceos siguen siendo de suma importancia para el tratamiento del cáncer y cada uno de los fármacos pueden tener una función en condiciones particulares”, expuso la especialista, quien subrayó que una gran disponibilidad de fármacos es una oportunidad fundamental en el tratamiento del dolor en distintas enfermedades.

Al tomar el micrófono, Clara Fleiz Bautista, del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, habló del capítulo seis del libro, titulado Uso no médico de opioides: la experiencia de las y los consumidores, que muestra una mirada nacional de la situación que enfrentan los individuos que consumen estas sustancias en la frontera norte de México, particularmente en Tijuana. “En este capítulo ponemos en el centro a las personas y sus experiencias”, entendiendo que son individuos emocionales, reflexivos, siempre con proyectos, propósitos y en acciones diferentes. 

La doctora en Psicología por la UNAM, enfatizó que este capítulo presenta, en un primer momento, las condiciones de vida de quienes consumen opioides, “muchas de ellas y ellos son migrantes deportados, no tienen documentos cuando regresan a nuestro país”; otros nacieron a Baja California y en diferentes estados de la República, “lo que los pone en una condición vulnerable para buscar un trabajo. Es muy importante trabajar en políticas públicas que puedan apoyar e impulsar a estas comunidades migrantes”. 

De acuerdo con la también miembro del Seminario de Estudios sobre la Globalidad, de la UNAM, la mayoría de estas personas viven en la calle, “no tienen nada, no tienen acceso a una vivienda, a servicios de salud, en pocas palabras, no tienen acceso a una vida digna”. Además, no cuentan con derecho al agua, lo que se conceptualiza como una injusticia ambiental. “Se enfrentan a una violencia estructural y tensión por los operativos de la policía y, por otro lado, el estigma acompaña toda su experiencia de consumo y precariza su vida”. 

Agregó que la mayoría de la población que consume heroína y otros opioides son hombres con una media de edad de 41 años. Por su parte, las mujeres tienen una media de edad de 34 años. “La mayoría tienen un inicio temprano en el uso de estas sustancias, porque es lo que hay. Tenemos poca comprensión de lo que es una dependencia (de opioides) y de las repercusiones que tiene en la vida emocional, la salud y las familias”. La experta asegura que también es importante atender los malestares emocionales que generan estas formas de consumo como la depresión, la ansiedad y los pensamientos suicidas. “Inyectarse representa la vía para quitarse el dolor físico y solventar el dolor emocional”. 

Opioides: el panorama internacional en investigación y tratamiento 

En su participación, Silvia Cruz, editora del libro Opioides. Farmacología, Abuso y Adicción, se refirió a los Opioides: el panorama internacional en investigación y tratamiento, que abarca la segunda parte del libro en cuestión. Comentó que estas sustancias pueden alterar la forma en la que viven y mueren los seres humanos, “queremos que los opioides sirvan para vivir mejor y que no sufran tanto quienes desarrollan dependencia. Para eso lo que tenemos que hacer es conocer bien a las sustancias que circulan, identificar los riesgos y desarrollar tratamientos más efectivos para las personas dependientes”. 

Explicó que existen distintos tipos de opioides, entre los que se encuentran la morfina, heroína, codeína, el fentanilo que está adulterando todo, la oxicodona, la hidrocodona, el tramadol, la metadona y  la buprenorfina. “Se llaman opioides, porque se parecen en estructura, porque ocupan los mismos receptores, pero no tienen efecto por sí mismo”. La doctora en Farmacología por el IPN recordó que la morfina es el opioide prototipo. “En el libro se explica que estas sustancias son excelentes analgésicos contra el dolor, quitan la tos, la diarrea y tienen efectos en todo el cuerpo, porque tenemos receptores para ellas en todo el organismo”.

Sostuvo que es importante conocer todas las sustancias y sus componentes, porque lo que se vende en línea y de forma ilegal se muestra con nombres químicos, “mientras no se entiendan los tipos de opioides pasan cosas absurdas como que la naloxona que no tiene efecto, esté clasificada y no se pueda conseguir ni para salvar una vida”. 

Por su parte, Claudia Rafful Loera, de la Facultad de Psicología de la UNAM, expuso sobre las Políticas públicas para la atención de personas que consumen opioides. Definió a las políticas públicas como las estrategias orientadas a la resolución de problemas y que buscan el bienestar social. En este sentido, “necesitamos hacer contacto con las personas que consumen sustancias en donde estén, que se refiere no sólo a que los servicios lleguen a ellas, sino a tener claras sus necesidades, valores y preferencias”. 

La experta en el consumo de cristal en la Ciudad de México detalló que para crear políticas públicas en esta materia es importante considerar la distribución de recursos; los avances farmacológicos; y los factores estructurales de riesgo para desarrollar trastornos por consumo de opioides como la desolación, el aislamiento, la desigualdad económica, la exclusión social, el rechazo y el estigma. “Necesitamos priorizar a partir del contexto y de las necesidades de la población”. 

“Generalmente los servicios de salud están pensados para que las personas se adecuen a los horarios y disponibilidad de los trabajadores del sector salud, lo que deja fuera a cierta población. Debe haber estrategias de atención centradas en el paciente y en sus horarios”, puntualizó Rafful Loera.

La especialista hizo referencia a las estrategias de reducción de riesgos y daños en el consumo de opioides requeridas, las cuales contemplan elementos como los programas de intercambio de jeringas; las salas de consumo seguro, que previenen las sobredosis y otros efectos adversos; y los análisis de sustancias, que advierten de sobredosis por adulterantes. De ahí que “las políticas públicas tienen la oportunidad de reducir la vulnerabilidad y crear ambientes más sanos”, finalizó la ponente. 

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