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Pedir disculpas y derribar estatuas, ¿para qué?

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Octubre, el mes que nos da la oportunidad de reflexionar sobre lo sucedido hace más de 500 años. Recientemente, el presidente de México insistió en que España debe pedir perdón por la “imposición” y el “saqueo” en la conquista. Esto despertó mi curiosidad con respecto a la percepción general en mi círculo cercano sobre la conquista y, sobre todo, acerca del impacto que “pedir disculpas” pueda tener en el México actual.

Decidí sentirme influencer y hacer una encuesta en Instagram preguntando a mis seguidores sobre si “¿AMLO tiene razón?” al insistir a España que pidan disculpas – 80 porciento de las respuestas fueron “NO” mientras que el otro 20 dijo que “SÍ”, y aunque es una muestra poco significativa (pues mis seguidores son pocos), me resultó muy interesante leer el porqué de sus respuestas.

De las diversas conversaciones que tuve con mis pares y compañeros, llegué a distintas reflexiones que compartiré a continuación. Cabe mencionar que mis pensares al respecto parten desde mi situación como mujer y pedagoga comprometida con la educación y con lucha de los pueblos originarios, mas no perteneciente a ninguno.

Comencemos con el porqué no disculparse. Si consideramos que el objetivo de dicho perdón es el de cambiar la narrativa sobre el “descubrimiento” de América, pedir a la España actual que se disculpe con el México actual por hechos ocurridos hace más de 500 años resulta poco eficiente para lograr dicha meta.

De cierta manera, buscar que España pida perdón a México mantiene el mismo esquema colonial, pues continúa repartiendo culpas por lo ocurrido, creando enemistades con otros y jerarquizando a unas sociedades sobre otras, mas no empodera a los mexicanos y mucho menos a los pueblos originarios ni trae ningún beneficio para ellos.

Por otro lado, el sí recibir una disculpa de España podría resultar en una forma de cierre para sentir que “se hizo justicia” y, por ende, para comenzar a cambiar la narrativa sobre la conquista; no obstante, las disculpas no se exigen, y un perdón forzado e institucional no hace nada por desmantelar un sistema colonial y paternalista. Es decir, concuerdo con que es necesario cambiar la narrativa del “descubrimiento”, y si bien el reconocimiento de los hechos históricos es un gran paso hacia eso, es precisamente sólo el primer paso, y no basta con analizar o criticar la punta del iceberg de un problema estructural y profundamente arraigado en nuestra cultura e ideología.

La conquista supuso una irrupción violenta en la vida de los pueblos indígenas, y el acto violento -tanto físico como simbólico de la colonización- cambió drásticamente la condición social, económica, cultural, laboral y lingüística de los indígenas. Por ende, es necesario abordarla desde un proceso de cuestionamiento y reflexión crítica, no solamente de lo ocurrido, sino de las implicaciones que sigue teniendo en la sociedad.

De acuerdo con Franz Fanon (1961), el colonialismo condena a la alienación, a la pasividad y a la dependencia. Es necesario poner fin a la historia de la colonización, así como a las prácticas de discriminación y opresión sistémicas derivadas de una sociedad postcolonial.

Por supuesto que hay gran valor en reconocer que el 12 de octubre no debe festejarse, no obstante, el mero reconocimineto -sin crítica, praxis o reacción congruente- es insuficiente. No basta con exigirle a un tercero que pida disculpas por algo ocurrido hace cientos de años si como sociedad no tomamos acciones que reconozcan o validen a los pueblos originarios. No solo no es suficiente, sino que resulta incongruente denunciar el genocidio ocurrido durante y tras la conquista, pero seguir infantilizando o haciendo menos a los pueblos indígenas.

Pedirle a un tercero que pida perdón por lo que hicieron sus antepasados no guía la conversación hacia encontrar soluciones emocionales o conceptuales; reconocer el hecho histórico, escuchando las distintas narrativas, puede llevar a un cierre, pero eso no resuelve las implicaciones actuales del postcolonialismo, ni invita a la acción. Comprender que el 12 de octubre no es una celebración no quiere decir que no deba ser recordado; por el contrario, es un día para conmemorar pues nos brinda una oportunidad de reflexión y cuestionamiento.

Entonces, considero que es necesario enfocarnos en lo que sí podemos controlar y cambiar desde nuestra trinchera. Cuestionemos los hechos y las narrativas, no para exigir que nos pidan disculpas, sino para aprender a pedir disculpas. Es importante cuestionarnos hasta dónde estamos colonizados, sí, pero también hacia quién y de qué manera hemos actuado para entonces ser congruentes con nuestras acciones, críticas y reflexiones.

Como pedagoga, una de las frases que más frecuentemente escucho es que “sólo la educación puede salvar al país”, y estoy de acuerdo, sobre todo porque la educación son esas conversaciones que suceden a partir de que nos cuestionamos lo que siempre hemos aceptado y/o dado por hecho; a partir de que un día decido sentirme influencer y preguntar a mis seguidores. Aprendamos a cuestionar, reenfocar y desmenuzar las narrativas que se nos han contado para transmitirlas de manera más crítica y reflexiva.

Preguntémonos los por qués y para qués de las cosas; por ejemplo, el por qué y para qué de ese “perdón” de España. ¿Es esta la forma correcta de cambiar la narrativa del “Día de la Raza”?, ¿verdaderamente va más allá de buscar culpables y de deslindarnos de la responsabilidad de la discriminación actual hacia los pueblos indígenas?

Cuestionemos de qué manera transmitimos estos conocimientos para cambiar las narrativas desde el fondo; ¿cómo les enseñamos a las niñas y los niños de hoy el “descubrimiento” de América?, ¿qué narrativa queremos que ellos aprendan y transmitan?

Y sobre todo, seamos congruentes con las acciones que tomamos a partir de que nos hemos cuestionado; preguntemos ¿de qué sirve derribar estatuas de Cristóbal Colón, si seguimos preguntando “cuánto es lo menos” al comprar artesanías?, ¿de qué sirve buscar disculpas de los españoles “colgándonos” del estandarte de los pueblos indígenas, si nuestros actos contribuyen a perpetuar la alienación de los mismos?, ¿para qué seguir buscando la solución fuera si el verdadero cambio de narrativa está en nuestras reflexiones, críticas y acciones?

POR: Natalia Serna Guerra

*Pedagoga por la Universidad Iberoamericana (UIA) y representante de América Latina para la Junta Directiva de Up with People International Alumni Association (UWPIAA)

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