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Poemas de David Huerta para recordar al poeta mexicano

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La muerte de David Huerta, poeta y ensayista tomó al mundo literario y cultural por sorpresa. En memoria de Huerta, compartimos algunos de sus escritos para no olvidarlo.

Beatriz Esquivel 03 octubre 2022 Central

David Huerta es un vivo ejemplo de un artista que logró salir de la sombra de sus padres, en específico de su papá, el también reconocidísimo poeta Efraín Huerta, y que se hizo de una carrera en el mundo literario y cultural de méxico por sí mismo.

David Huerta fue un prolífico poeta, cuya creación poética fue aglomerada en el movimiento del 68… y con justa razón, pues el joven Huerta formó parte del movimiento estudiantil. Pero eso sólo sería una etapa en su vida tanto personal como profesional.

Si bien incursionó en la poesía, él también destacó como ensayista y se convirtió en maestro de muchos, pero también alguien a quien admirar, pues también recibió varios premios muy prestigiosos en vida como el de Poesía Carlos Pellicer en 1990 y el Premio Xavier Villaurrutia en 2006.

Para que la poesía de David Huerta no caiga en el olvido tras el anuncio de su muerte el 3 de octubre de 2022, o si es la primera vez que te enfrentas a su obra, te presentamos una breve selección de sus obras:

Olvidar

Aquí están los nervios

que envuelven, como un papel fragante,


las melodías obtusas

del rencor.

Y aquí la risa

como un pájaro ebrio

Escuchar. Olvidar. Dos neblinas.

La espuma del sufrimiento

cala en el encaje náufrago

de mi silbido matinal.

Aquí están los sonidos

olvidadizos, las crepitaciones

que amarillean.

Una vez más,

todo será escuchar

u olvidar.

Olvidaré estos doblados

enigmas, estos relojes

rectilíneos de esperas, este cuerpo

ajeno

en la llama de sándalo.

David Huerta (1949-2022)

Hazte invisible como un rumor en la muchedumbre. Hazte invisible a la manera de un fantasma dentro de una fogata. Hazte invisible entre los reflejos níveos de la soledad invernal. Hazte invisible en la sombra numinosa de la sombra veraniega

 

Algunos deseos

Que vuelvas a ver la enorme catedral
y la erizada Capilla
y sientas el paso distante, los rumores
de los Cruzados y de San Luis.

Que vuelvas a la calle Monsieru le Prince
para asomarte a los escaparates
y, luego, en la calle Vavin,
a los inventos de los herboristas
y su lento prodigio -la invisibilidad de los olores.

Que vuelvas a recorrer el brillo
de una escritura anhelada
en las tardes coyoacanenses.

Que abraces los árboles
y bebas el agua dulce
junto al amargo mar resplandeciente.

Que te inclines una vez más y siempre
sobe mi rostro
y que yo abra los ojos para verte.

 

 

 

OLVIDAR

Aquí están los nervios
que envuelven, como un papel fragante,
las melodías obtusas
del rencor.
Y aquí la risa
como un pájaro ebrio…

Escuchar. Olvidar. Dos neblinas.
La espuma del sufrimiento
cala en el encaje náufrago
de mi silbido matinal.

Aquí están los sonidos
olvidadizos, las crepitaciones
que amarillean.
Una vez más,
todo será escuchar
u olvidar.

Olvidaré estos doblados
enigmas, estos relojes
rectilíneos de esperas, este cuerpo
ajeno
en la llama de sándalo.

AYOTZINAPA

Mordemos la sombra
Y en la sombra
Aparecen los muertos
Como luces y frutos
Como vasos de sangre
Como piedras de abismo
Como ramas y frondas
De dulces vísceras

Los muertos tienen manos

Empapadas de angustia
Y gestos inclinados
En el sudario del viento
Los muertos llevan consigo
Un dolor insaciable

Esto es el país de las fosas
Señoras y señores
Este es el país de los aullidos
Este es el país de los niños en llamas
Este es el país de las mujeres martirizadas
Este es el país que ayer apenas existía
Y ahora no se sabe dónde quedó

Estamos perdidos entre bocanadas
De azufre maldito
Y fogatas arrasadoras
Estamos con los ojos abiertos
Y los ojos los tenemos llenos
De cristales punzantes

Estamos tratando de dar
Nuestras manos de vivos
A los muertos y a los desaparecidos
Pero se alejan y nos abandonan
Con un gesto de infinita lejanía

El pan se quema
Los rostros se queman arrancados
De la vida y no hay manos
Ni hay rostros
Ni hay país

Solamente hay una vibración
Tupida de lágrimas
Un largo grito
Donde nos hemos confundido
Los vivos y los muertos

Quien esto lea debe saber
Que fue lanzado al mar de humo
De las ciudades
Como una señal del espíritu roto

Quien esto lea debe saber también
Que a pesar de todo
Los muertos no se han ido
Ni los han hecho desaparecer

Que la magia de los muertos
Está en el amanecer y en la cuchara
En el pie y en los maizales
En los dibujos y en el río

Demos a esta magia
La plata templada
De la brisa

Entreguemos a los muertos
A nuestros muertos jóvenes
El pan del cielo
La espiga de las aguas
El esplendor de toda tristeza
La blancura de nuestra condena
El olvido del mundo
Y la memoria quebrantada
De todos los vivos

Ahora mejor callarse
Hermanos
Y abrir las manos y la mente
Para poder recoger del suelo maldito
Los corazones despedazados
De todos los que son
Y de todos
Los que han sido.

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