II de III partes
*La poesía exige tiempo, no distraerse, decía León Felipe a Ruiz Dueñas
*Un desencuentro del poeta español con Octavio Paz
*“Ya verás, quiero que conversemos con Octavio”
*Su actitud para mostrar alguna pena era el silencio; estar sentado y en silencio”
*He tenido dos grandes mentores: León Felipe y Álvaro Mutis
Durante los meses de abril y mayo del 2023, la periodista Elvira García impartió un Segundo Taller de Entrevista en el cual sus alumnos, como
ejercicio final, pudieron hacer tres preguntas cada uno, vía virtual, al poeta Jorge Ruiz Dueñas acerca de su más reciente libro: León Felipe.
Siendo muy joven, Ruiz Dueñas conoció y convivió con ese gran autor español, hasta el final de sus días. Y en León Felipe lo reivindica, dándole el valor que le corresponde en las letras universales.
Este es el resultado de esa entrevista colectiva. Las participantes fueron:
Alejandra Alarcón Arenas, Alá Martínez, Maricela Florán, Esperanza
Reyes Carrión, Luz Prieto y la propia maestra Elvira García.
Selección iconográfica y poética: Carlos Alberto Duayhe
Por Alejandra Alarcón Arenas
El vínculo entrañable que se creó entre León Felipe y Jorge Ruiz Dueñas trascendió durante un emotivo instante: los dos poetas, a la misma edad, pero en años distintos y distantes, estuvieron en el mismo sitio: La Academia Mexicana de la Lengua que, en la época del bardo español se llamó:
Academia Mexicana, Correspondiente de la Española. Allí, León Felipe
leyó sus poemas del libro: El ciervo, y Ruiz Dueñas, en 2021, su discurso:
León Felipe: más allá del exilio, hecho que para el jalisciense significó el sello de la unión entre ambos.
-En su libro: León Felipe, menciona: “Llegué a su puerta gracias a don Julio Mayo en septiembre de 1966”. ¿Nos puede hablar de ese primer
encuentro?
-Yo estudiaba en ese momento Derecho. Antes cursé Economía. Muchos creen que soy economista, aunque después me he dedicado a las empresas públicas, pero porque estudié Administración. En ese momento, 1966, ya tenía absoluta claridad de que mi interés real, verdadero, era la literatura; inclusive había participado en el periodismo cultural, yo creo que alrededor de los 19 de edad, o quizás un poco antes. El periódico universitario lo dirigía un muchacho algo mayor que nosotros, Enrique Galván Ochoa, que tiene una columna que se llama: Dinero, en La Jornada. Enrique me dio, no sé qué puesto imaginario, algo así como como jefe de información; mi misión era llenar la primera plana completa con una entrevista. Debuté con mi charla con José Luis Cuevas que, por cierto, con los años sería mi compadre. Yo debo
mucho a ese periódico estudiantil, lo hacíamos con todas las de la ley, en offset, en los talleres de Gala, y los servicios fotográficos nos los daban los Hermanos Mayo, principalmente don Julio Mayo. En realidad, los Mayo noeran hermanos, son fotógrafos españoles que se reúnen alrededor de un movimiento, también de izquierda, y son reprimidos en un Primero de Mayo, por eso se nombraron los Hermanos Mayo. Todos ellos vienen a México y fundan una agencia de fotografía, para los diarios; en consecuencia, a nosotros nos daban los servicios, pero yo tuve la enorme suerte que, desde el primer momento, me tocó que me acompañara don Julio.
Hoy, Jorge Ruiz Dueñas ha cumplido setenta y siete años de edad, y acumula un historial profesional fascinante. He aquí apenas unos cuantos datos: realizó estudios de licenciatura y posgrado en la UNAM, así como en la Universidad de Oxford, y fue discípulo de Herbert Marcuse en la Universidad de California, en San Diego.
Ha sido miembro del Sistema Nacional de Investigadores en el área de Ciencias Sociales y Humanidades de lo que dan cuenta 16 libros académicos, producto de su actividad como docente-investigador en la UAM, de la que fue Secretario General, de 1981 a 1985.
“Quien fungió como un cicerone para Octavio Paz en la guerra de España, fue precisamente León Felipe”
-En 1967, Octavio Paz vino a México para dictar su discurso de ingreso al Colegio Nacional. ¿Nos puede hablar sobre las conversaciones que usted tuvo con León Felipe acerca del posible encuentro que tendría con Paz?
-Cuando llegué con León Felipe yo tenía 20 años. Acudía todas las tardes acompañado de mi novia -hoy esposa- Arcelia, de lunes a viernes.
Había muchas cosas qué hacer, desde leerle, a petición suya, algún poema mío, hasta encontrarme que estaba malhumorado. Pero conforme se fue acercando el momento de encontrarse con Paz, fueron tardes en que estuvo muy contento y me decía: “Ya verás, quiero que conversemos con Octavio”. Como antecedente, cuando Paz era muy joven y se acercó a Madrid, empezaban a desarrollarse los hechos bélicos en España y, estando todavía Madrid en manos de los Republicanos, quien fungió como un cicerone para Octavio, fue precisamente León Felipe. Cuando termina esa guerra, y Paz viene a México, León Felipe – que ya había estado antes en nuestro país, pero regresa acá con su esposa- mantuvieron contacto constante. De hecho, hay un poema muy bello de Octavio dedicado a León Felipe; es de tiempo atrás, y lo publicó en
algunas revistas el propio Paz. Había, pues, una cercanía del poeta joven al poeta maduro. León abrigaba el deseo, casi diría yo la seguridad, de que Octavio se acercaría a verle. Pero esto sencillamente no sucedió. Creo que la agenda de Paz estaba muy apretada; yo estuve en su ceremonia de ingreso al El Colegio Nacional, incluso en la reunión privada que se hizo una vez que terminó el acto. Fue Octavio muy generoso, contrariamente a esa idea de poeta hosco, difícil, distante. Naturalmente estoy hablando de 1967, y no había llegado el Nobel a su vida.
Fluyen las remembranzas de Ruiz Dueñas acerca de aquella casi mítica posibilidad de que León Felipe se reuniese con Octavio Paz:
-Recuerdo perfectamente que se dio un modestísimo coctel, una copa de vino blanco. Estábamos Arcelia y yo en las arcadas del Colegio Nacional, y Octavio nos observó, nos veía con atención a la distancia, estaba con un grupo de amigos y de pronto se desprendió y se acercó a brindar con nosotros; conversó dos, tres palabras y se retiró. Y fui invitado a la reunión privada que se hizo en casa de los señores Davidod y allí, él se acercó a darnos la bienvenida. No consideré pertinente preguntarle del asunto con León Felipe, porque estaba rodeado de grandes personalidades: Tamayo, Carlos Fuentes, José Luis Cuevas, y yo era el único jovencillo por ahí, con Arcelia. Lo que sí puedo decir de primera mano es que, conforme pasaron los días, y Octavio no llegó al modestísimo departamento de León, yo le noté entristecido, cabizbajo;
su actitud para mostrar alguna pena era el silencio; estar sentado y en silencio.
“Con el silencio, León Felipe expresaba que vivía un mal rato”
Y el escritor Ruiz Dueñas sigue reviviendo los pasajes de su vida juvenil, de poeta en ciernes, al lado de León Felipe, así como las emociones de su maestro, en momentos difíciles:
-Una de las virtudes que mi novia y yo tuvimos que aprender fue que, luego de llegar a su casa, hablábamos un poco con él, y nos sentábamos en un camastro. Mientras Arcelia acomodaba unos de los archivos, yo trataba de hacer algunas cosas que León me permitía. En ese momento, fungiendo yo como su secretario, él podía pasar diez, quince, veinticinco minutos, media hora sin que hablase. Y eso era señal de que, o había pasado una mala noche, o estaba viviendo un mal rato. Esa actitud, este silenciamiento se dio. Pero, volviendo a aquel lejano año de 1968, en esa época supimos que ocurriría la primera visita del poeta Yevgueni Yevtuskenko (1932-2017) a México y que también pasaría a la casa de León, a saludarlo; mi novia y yo preparamos su hogar para que estuviese lo más presentable. Yevtushenko llegó con un enorme, pero enorme, ramo de rosas. En aquel entonces se hablaba de la posibilidad de que Yevtushenko fuese Premio Nobel, en un momento de enorme tensión geopolítica. No se le dio el Nobel, pero su gran fama lo antecedía. Cuando Yevtushenko llegó a la casa de León, éste recuperó la alegría, olvidó sus penas. Y, a propósito, tengo mucha gratitud con Yevtushenko; nos hicimos amigos a raíz de que, en 1995, siendo yo gerente del Fondo de Cultura Económica, lo invité a que hiciera un libro. Insistí en titularle Adiós, Bandera Roja.
“Cuando se abra el archivo de Paz, conoceremos la carta que León le escribió”
Y Ruiz Dueñas, retoma el punto del posible encuentro entre Octavio Paz y León Felipe:
-Volviendo a Paz, León Felipe le envió una carta, lo hemos sabido muchos años después. ¿Cuándo lo supimos? cuando el propio Octavio Paz, en Ladera este (1968), un bellísimo libro suyo, le dedica a León Felipe un poema en el que habla exactamente de “nuestro desencuentro”, y hay una serie de claves entre ellos y, casi al inicio, dice: “Hoy llegó el sol con tu poema”; en otro pasaje indica: “León Felipe/ leo tu poema/ bajo árboles fraternales”… lo dice Octavio con mucho afecto y cariño, y en el poema menciona al Che Guevara.
Esto es algo que no hemos podido descifrar. También Roger Bartra ha intentado conocer qué ha habido detrás de esas claves, y creo que lo sabremos hasta que se abra el archivo de Paz y podamos leer la carta de León Felipe a Octavio. No lo supo Fernanda -la antigua secretaria de León Felipe- pues en ese momento no estaba; no lo supe yo; esto significa entonces que personalmente hizo la carta; no puedo decir si se acercó a la máquina o si la escribió a mano; el hecho es que hay una carta en que algo le dice a Octavio, quizás le habla de los recuerdos, quizás de su ausencia. En el poema, Octavio, sí dice: “nuestro desencuentro”, pero no en el sentido de confrontación, sino de que no pudieron verse. Es un pequeño misterio, que esperamos -tanto Roger Bartra como yo- conocer cuando se abra al público la correspondencia
de Octavio Paz”.
“Fui como un hijo que le cumple una promesa al padre”
-En la contraportada de su libro: León Felipe, Roger Bartra se refiere al momento en el que usted ayuda a imprimir la mascarilla mortuoria de
León. Bartra dice: “Puedo suponer que en ese momento se selló el lazo del poeta de la tierra con el cantor de los mares”. ¿Considera que así fue, o el lazo entre usted y León Felipe, ya era fuerte?
-Yo diría que, lo que hay detrás de esa frase es que él y yo nos habíamos unido. Era yo como un hijo que le cumple una promesa al padre. Y cuando en 2021 ingresé a la Academia Mexicana de la Lengua y daba mi discurso acerca del poeta, tenía yo la misma edad que él cuando leyó los poemas de su libro: El ciervo herido, el cual escribió a la muerte de Berta, su esposa.
Entonces, yo sentí que se cerraba un círculo, en términos de León, en términos de mi familia con él, y también con los Bartra, porque es Agustí, el padre de Roger, quien me va preparando, durante las semanas cercanas al deceso de León, diciéndome: “Muchacho, la vida es así: finita”, alistándome para que no me desmoronase cuando llegara la muerte de León Felipe. Mi familia estaba en Baja California, yo era muchacho solo; desde los doce, trece años estuve solo en la Ciudad de México, en internados, en casas de asistencia, en departamentos, en qué sé yo, pero no tuve a mi familia cerca. Obviamente la veía con alguna frecuencia, iba y venía de vacaciones, pero contar con ellos en el momento indicado, en ese instante exacto que llega el puñal del destino, pues no. Y Agustí me preparó. Así pues, como dije, en mi ingreso a la Academia, se cerraban varios círculos. Creo que eso selló muy de cerca nuestro destino. Como algunas otras cosas han sellado también mi destino con Álvaro Mutis”.
Los poetas a veces somos malos políticos: Jorge Ruiz Dueñas Por Maricela Florán
-¿En la obra poética suya, maestro Ruiz Dueñas, hay alguna que considere ser un grito pidiendo justicia para la humanidad?
-Bueno, yo creo que mis primeros poemas y, precisamente en el libro que no publiqué -y del cual después rescaté algunos escritos- hay poesías en ese tono, inspirada en Martin Luther King, hay otra recordando las posibilidades de una guerra en el Golfo de Aqaba, y no me equivoqué porque siguen los conflictos en el Medio Oriente. Pablo Neruda, socialista y gran poeta chileno, llegó a hacer una oda a Stalin; y eso se dio también en poetas que cayeron con el fascismo; Estados Unidos los metía al manicomio, pues no podía aniquilarlos; pero siempre hay esa posibilidad de que los escritores caigan en baches. Así que los poetas a veces somos malos políticos. Vargas Llosa no pudo llegar a la
presidencia de su país; empezó en la izquierda y terminó en la derecha.
Octavio Paz comenzó siendo pro-comunista y terminó ideológicamente a la derecha; el gran Borges pensaba también en “los compadritos”, en la gente pobre de Buenos Aires y, sin embargo, aceptó recibir un premio de manos de Pinochet; bueno, es parte de la naturaleza humana.
-Si León Felipe estuviera vivo, ¿qué le gustaría decirle ahora?
-Hay un poema que me dedicó, y dice algo así: “Ya en el aire vi atravesar una flecha/ y llegó al corazón de una estrella”. Al leerlo, me comenta: “acerté, ¿verdad, poeta?”. Quisiera decirle a León que acertó: yo tenía que ser poeta.
He tenido dos grandes mentores: León Felipe y Álvaro Mutis
Por: Luz Prieto
Acercarnos, de forma colectiva, a un personaje tan relevante como Jorge Ruiz Dueñas -novelista, poeta, profesor, investigador, invitado de honor del SALON INTERNATIONAL DE L´EDITION ET DU LIVRE de Casablanca, Marruecos, en 2004, y nominado en 2009 al Premio Sharjah de Cultura Árabe de la UNESCO- y tener la oportunidad de entrevistarlo para conocer los pormenores de: León Felipe, su más reciente obra, pensé que tendría la formalidad académica de una conferencia de posgrado.
Pero desde el inicio de la charla, equivoqué mi percepción. Compartimos con él más de dos horas, con la calidez de una reunión, desde la intimidad del “hogar”. La entrevista grupal, a través de Zoom, fue una plática llena de anécdotas, de personajes célebres, de historia, de momentos que dejan huella.
Nos acercamos a León Felipe –“el más mexicano de los españoles”- desde quien conoció de cerca a ese escritor, adelantado a su época e ignorado en su país de origen. Un regalo adicional fue aproximarnos a Jorge Ruiz Dueñas “cantor del mar y del desierto”, un hombre de gran calidad humana.
-¿Por cuánto tiempo pudieron convivir usted y León Felipe?
-El lapso evidentemente fue breve; él murió el 18 de septiembre de 1968. Sin embargo, la relación fue muy intensa. Todos los días, de lunes a viernes, iba a verlo y, si ocurría algún suceso, como el día que murió su cuñado -el esposo de su hermana Salustiana- León ni hablaba. Yo me acercaba con mi carrito y, como podía, entraba a su casa; o, si había alguna lectura al aire libre en Chapultepec, o una presentación en el auditorio del Conservatorio Nacional, también iba yo. Lo importante es que fue intensa esa relación, era casi cotidiana. León estaba al tanto de mí, y me regañaba; me regañó mucho cuando supo que yo intentaba hacer una novela, porque -me decía- “la poesía exige tiempo, no distraerse”. Él estaba al tanto de todo, hasta de mis padres, y llegó a conocer a mi madre; evidentemente también a quien sería mi esposa,
pues Arcelia iba conmigo a casa del poeta. Como ya dije, León le dio a Arcelia una difícil misión, indicándole que de ella dependía que yo siguiera escribiendo, y eso se convirtió en una especie de enorme carga para ella. Pero, yo ya había decidido ser escritor; ciertamente, no sabía cómo y aprovechaba esos pequeños huecos que había en aquel tiempo en el país: periódicos y revistas; la gran mayoría no nos pagaba, yo no recuerdo que Excélsior me pagara -en esa época- un centavo por mis colaboraciones, ni cuando llegué a mandar material desde Irlanda, sobre James Joyce. Pero, como le digo, yo ya había tomado la decisión de escribir; sin embargo, tener de pronto como mentor a un hombre como León Felipe, a un abuelo de ese tamaño, fue muy importante. Y debo decir que, yo no sé si, presintiendo cómo se le acercaba la muerte, me presionó para que publicara. De suerte que eso que yo tenía escrito y le había leído, a mí no me satisfacía; no quiero decir que el primer libro que publiqué no me haya satisfecho, pero lo cierto es que lo hice, especialmente, porque me pidió él que lo publicara. Lo sacó la editorial de Alejandro Finisterre. A León lo visitaban a veces actores de descendencia española como Ofelia Guilmáin, Rafael Llamas, Augusto Benedico, y tuve la suerte que, a instancias de la UNAM, Bellas Artes me diera la Sala Manuel M. Ponce para que leyera mi obra, que se llamó: Poesía Inédita de Jorge Ruiz Dueñas. Y después de eso vino la publicación con Finisterre y, obviamente, con el peso de León Felipe, me llamaron de la UPIC, que era el organismo de promoción internacional de la cultura, dependencia de Relaciones Exteriores y tenía gran relevancia en ese tiempo. Pude participar en el ciclo: Actores de México, poetas del mundo. Por razones del azar pero, para gran fortuna mía y siendo
tan joven, participé en el mismo foro donde se había leído la poesía de Yevgueni Yevtushenko; cosas del destino: quién diría que Yevtushenko, el gran poeta de masas, llegaría a ser amigo mío.
Jorge Ruiz Dueñas se emociona recordando esa época de su juventud, en la cual, por primera vez, el público conocería su obra poética:
-Pero, en aquel entonces del ciclo: Actores de México, poetas del mundo, mi problema era que yo no tenía actor para que dijera mi obra. A Yevtushenko creo que lo leyó Ignacio López Tarso; y, cuando lo supo León, le ordenó a Víctor Trapote que le llamase al actor español Rafael Llamas, y él leyó mi obra en público. Bueno, todo esto es para decir que León Felipe me motivó; me hizo publicar mi primer libro, dar ese paso; me proyectó. Qué puedo decir, sólo que le tengo agradecimiento a León quien, además, era un hombre que generaba emociones fuertes, profundas, digamos amorosas y, vamos, era como un gran abuelo para mí. Debo decir, con toda honestidad, que he tenido dos grandes mentores: el primero es León Felipe: siempre está presente y a veces lo descubro en algunas frases o poemas míos. Y el otro fue Álvaro
Mutis, mi gran amigo.
“Hay silencio por parte de la crítica española hacia mi libro”
El autor de: León Felipe ya hace tiempo que envió su libro a los críticos y estudiosos de España. El resultado, hasta hoy, ha sido el silencio, nos dice. De alguna forma, se duele porque no ha habido reacciones, aún, de la crítica española respecto a ese su libro.
Y, no sin pesar, comenta:
“Pero lo que no se puede silenciar es lo que ya está escrito en este volumen.
En algún momento, -espero- ya habrá alguien que reaccione. Yo quisiera que alguien me dijera: “No es verdad lo que escribiste sobre León Felipe”, y que, con argumentos, pudiéramos entrar en algún debate. Si bien, esta obra es el producto de mis conversaciones con León, también es resultado de mi acercamiento a sus lecturas, las cuales conocí porque vi esos libros, nadie me platicó. Basta con leer las obras escritas por León para darse cuenta que también tenía conocimiento del movimiento que lanzó Emerson, no solamente a la literatura norteamericana sino al mundo: la idea de la poesía colectiva – que no es nueva- pero que Emerson retomó en el siglo XIX; alrededor del 1780, con los hermanos Schlegel y con Novalis, se difunde la idea de que “todos escribimos el gran poema del mundo”; es un concepto antiguo que
proponía: “no firmemos los poemas, todo el mundo es un gran poema”. Y bueno, León creía en eso. ¿Hay algún antecedente español? No: no lo hay, en absoluto. León Felipe es el único antecedente. Por eso me interesaba que mi libro incluyera esas características y, claro, está sujeto a ser confrontado, a mí me gustaría ser confrontado. Hasta el momento, han sido cuatro años de haberlo presentado, y nadie de la crítica española me ha confrontado. “Descubrí que, a veces, el silencio es más rico”
-En esta entrevista ha hablado acerca de los silencios de León Felipe, ¿qué tipo de música escucha usted para leer la poesía de León Felipe?
-Muchos años atrás me gustaba leer e incluso escribir escuchando música. A veces, la música me daba el marchamo de lo que yo quería decir, sobre todo al crear novela, como: El reino de las islas. Pero, con los años, he aprendido a valorar el silencio. Hay grandes poetas que hablan del silencio como parte del poema; Jaime Labastida escribió su libro: Animal de silencios. Cuando yo mencionaba el silencio de León Felipe, me refería literalmente a los momentos en que, al llegar yo con él, lo encontraba sentado, mirando fijamente hacia una ventana, inmóvil, sin mayor comentario; estaba en silencio. Pero ése no es el silencio de la poesía. El silencio en la poesía es: o guardar silencio en cierto momento, o escribir un poema que resulte menos exultante; una poesía más contenida, que diga más, en menos palabras. Entonces, no puedo decir que
haya leído a León Felipe escuchando música, porque la tradición oral de la poesía puede llevarlo a uno a rozar los idiomas cuando estos “cantan”. Con León, hay que ser también lector en voz alta y un poco histrión. En él, el gesto del actor está siempre presente. Así que yo no escucho una música determinada para leer a León, pero sí confieso que, en alguna época de mi vida, reproducía música para escribir o, en volumen bajo, para leer. Y esto lo hice hasta que descubrí que, a veces, el silencio es más rico. Claro, no renuncio a la música, soy un gran amante de ella, me gusta el piano en particular. En alguna ocasión, siendo muy joven, trabajaba en Nueva York y Nueva Jersey para la RCA Corporation y, como hacían todos los muchachos de mi época, prendía el radio para hacer la tarea o trabajar, y me di cuenta que podía estar en diferente canal. Con los años, logré escribir en los aeropuertos, en los aviones, en los camiones, incluso, si se me ocurría un poema, podía
anotarlo en medio de una conferencia. Pero, intenté hacer las cosas en silencio y aprendí a apreciarlo. El silencio es otra forma de música porque nos permite también relacionarnos con nosotros mismos.
Jorge Ruiz Dueñas
Celebración de la memoria (I)
Ábrase camino al viento
huella erizada
de sol a noche
Paso al viento
cincel de montaña
cuando nubes arenosas
sepultan todo rastro
Ábrase camino al viento
constructor de silos
flujo mineral que no termina
respiración astral
dispersa ropa de mujer
tenue bandera
Celebración de la memoria (II)
Hay en mí
restos de un continente devorado
En la carta de rumbos
testimonios de vejez larvada
Riscos
Páramo
Mar en lecho
El tiempo diluido en el piélago
Celebración de la memoria (III)
Siempre allí
Siempre atroz
Siempre acechante
Tras lagos de salmuera
el odio lacera la tarde
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