-Si se logra, que está bien difícil, estado y sociedad caminarán por la misma ruta
-Las mujeres, en todos los ámbitos, dan ejemplo de cómo hacer bien las cosas
-El periodismo digital sigue siendo el mismo: se trata que sea veraz, objetivo y puntual. O sea: como siempre
-A las redes sociales hay que darles su dimensión reflexiva, analítica, verificable
-Al fotógrafo Armando Salgado lo atacó una cascabel en la sierra de Chihuahua y por poco le muerde “el pilín” y estuvimos cerca de la tragedia
Por Carlos Alberto Duayhe
Rubén Vázquez Pérez enaltece a sus amigos y es respetuoso irrestricto de los demás, mujeres y hombres. Es un periodista consumado luego de un largo recorrido a la par de la existencia. Integrante del gran proyecto del unomásuno de aquellos intensos setentas y ochentas en el que se registraron tantos cambios y que, a pesar de tropiezos de diversa índole, fue y es, de la
cultura y de la vida democrática del país, Rubén, partícipe activo. Otra cualidad paralela es la de ser un gran músico y cantante, dicen por ahí fieles seguidores cumplidos de sus tertulias. Veamos pues algunos rasgos de este gran profesional.
-Rubén, eres originario de la Ciudad de México ¿dónde estudiaste?
-Estudié en la Primaria La Prensa; en la Secundaria No. 100 “Centenario del Triunfo de la República; en el plantel Vallejo del Colegio de Ciencias y Humanidades-UNAM y; en la que entonces se llamaba Escuela Nacional de Estudios Profesionales, (ENEP) Acatlán-UNAM.
-¿Dónde comienzas tu carrera de periodista?
-Me inicié como reportero en la revista “Información Científica y Tecnológica”, del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Mi primer
reportaje publicado fue acerca de la “siembre de lluvia”, un bombardeo con bromuro de plata hacia las nubes para estimular la precipitación pluvial.
(En consecuencia, se incorpora un texto de acotación y no al margen enviado por Rubén a posteriori, de lo que no tenía ni la más mínima idea, al final lo verán, de sus inicios)
-¿A quiénes rememoras con especial admiración o reconocimiento en el periodismo?
-Entre las mujeres, a las compañeras Maribel Gutiérrez Moreno y Blanche Petrich. Entre los hombres a don Carlos Narváez, Miguel Ángel Granados Chapa y Ramón Márquez.
-¿Qué experiencias profesionales recuerdas con más afecto?
-Un reportaje sobre una comunidad Rarámuri, en Chihuahua. Me acompañó mi amigo Armando Salgado quien publicó estupendas fotos; el reportaje mereció mi primera plana en unomásuno, un año después de que Sergio Guzmán, compañero de deportes, había entrevistado al primer Rarámuri que compitió en el maratón de la Ciudad de México y que también fue primera plana, además de un primer premio de un concurso de periodismo sobre la competencia. Un funcionario de la dependencia que organizaba el concurso
periodístico de ese maratón, me felicitó y me dijo que mi trabajo merecía el primer lugar, pero que no me lo quisieron dar los del jurado porque el año anterior ya lo había ganado unomásuno.
-¿Cuenta una vivencia que recuerdes con afecto?
-De ese reportaje en Chihuahua, sucedió que mientras ascendíamos por el monte, ya de retirada de la comunidad Rarámuri, una serpiente de cascabel atacó a Armando. Él no había querido hacer caso de la advertencia que minutos antes le había hecho el guía. La serpiente no lo mordió. Pero Armando quedó impactado porque, según cuenta, la mordida le habría dado precisamente en su “pilín”. El guía le dijo que si eso hubiera ocurrido se habría muerto en minutos. Llegamos a un aserradero donde se suponía
tenían suero anticrotálico. Lo primero que hizo Armando fue preguntarle al encargado del aserradero si tenían el antídoto. Y le dijo que no. El rostro de Armando se puso lívido, blanco por el susto de lo que pudo pasar y no pasó.
“¿Qué hubieras hecho?”, me preguntó. Yo sonreí y sólo atiné a decirle: “Le habría dado el pésame a tu esposa”. Luego de eso nos emborrachamos y reímos de lo cerca que estuvimos de la tragedia.
-¿Cómo aprecias la participación de más mujeres profesionales en el periodismo y en todos los ámbitos?
-Las mujeres son muy competentes, sus capacidades, su formación y perseverancia enriquecen el quehacer periodístico y hacen que cada uno de nosotros nos esforcemos más. El periodismo siempre ha sido muy competitivo, de mucha exigencia. Y me parece que algo similar ha pasado en todos los ámbitos: en los deportes, en la política, en la administración pública, en las artes y en las letras.
Se han ganado a pulso el lugar que tienen y nos han dado ejemplo de cómo se deben hacer muchas cosas.
-¿Qué expectativas ves a tu carrera en la era digital?
-Para mí el periodismo en esta era que llamas digital sigue siendo el mismo.
Las nuevas tecnologías facilitan la rapidez en la transmisión de textos e imágenes. Pero, en todo caso, plantean un desafío: esa rapidez requiere de reflexión; de análisis; valoración; comprobación de cada fuente; de cada versión; de una buena redacción. De lo que se trata, pienso, es de ofrecer siempre un producto periodístico de calidad: veraz, objetivo y puntual. O sea: como siempre. Para los que tenemos muchos años en el periodismo, las expectativas van en función de nuestra capacidad para manejar esas nuevas
tecnologías. Y me parece que eso es totalmente superable.
-¿Cómo aprecias las redes sociales?
-Un poco se responde en el punto anterior. Las redes sociales son mucha información, son mucho más que información, son más bien chismes, versiones no confirmadas. O peor aún: deformadas. Son útiles pero, como decía, hay que darles su dimensión reflexiva, analítica, verificable.
-México vive un cambio radical en el ejercicio del poder público ¿qué piensas de esto?
-México está en un proceso de cambio que no había ocurrido nunca. Lo curioso es que lo está impulsando el gobierno que quiere encontrar el apoyo de la sociedad. Lo ha logrado, pero parcialmente. Tiene que superar la contra-propaganda de, como dice el Peje, sus adversarios, pero tiene que superar también la desconfianza de muchos ciudadanos comunes a todos los políticos y a todo lo que huela a política. Si lo logra –cosa que está bien difícil- , habrá logrado que estado y sociedad caminen por la misma ruta.
Tuve la oportunidad de conocer a Rubén en aquel gran desafío profesional del unomásuno. Ha estado también en La Razón. Nos hemos vuelto a ver en muy pocas oportunidades, aunque suele ocurrir que en esos efímeros encuentros el afecto, estoy seguro, persiste de ambas partes. Hasta pronto, amigo querido. Aquí, algunos de sus escritos. CAD.
Mis inicios
Luego de muchos tropiezos y frustraciones para ingresar al mundo periodístico, un golpe de suerte me puso en la ruta de la meta que me había fijado. Yo quería trabajar como periodista, quería ser reportero de unomásuno.
Recién había terminado mi licenciatura en Periodismo y Comunicación Colectiva y pese a los intentos fallidos, conservaba el ánimo y las ganas de ser parte de ese que para mí era el modelo del periodismo que debía hacerse en México.
Y como digo, fue un golpe de suerte, porque de donde menos me lo imaginé vino la oportunidad. “¿Usted Rubén quiere ser periodista, verdad?”, me dijo la señora Guille. “Del unomásuno, ¿verdad, de ese periódico nuevo de mucha política?”, agregó la vecina enterada de cuanto ocurría en aquél populoso barrio del norte de la Ciudad de México, mi barrio.
“Si”, le dije y no me dejó contarle más de mis aspiraciones. Del bolsillo de su muy trabajado delantal, sacó una tarjeta de presentación, toda arrugada, que era de Carlos Duayhe. Entonces me contó: “Es que, fíjese Rubén, ya ve que mi hijo está muy enfermo. Pues lo llevé a La Raza. Y no le hacían nada, ¿usté cree? Y que les digo sus verdades. Que me empiezo a pelear a gritos con los de allí.
Y en esas estaba, cuando se me acercó este señor, el de la tarjeta”.
Y entonces sucedió que Duayhe, como reportero de unomásuno cubría el sector salud y andaba reporteando precisamente en el Centro Médico La Raza. Oyó la discusión, se acercó y le pidió a la señora Guille que le contara lo que había sucedido. Publicó la nota en las páginas de unomásuno y al otro día la atención para el hijo de doña Guille, mejoró sustancialmente.
“Tómela, Rubén. Vaya a buscar a este señor Dua…, bueno como dice allí. Y dígale que va de mi parte”. Con cara de incredulidad le dije: “¿En serio?”, y muy dueña de sí, mi vecina reforzó: “No me cree, ¿verdad?, vaya, va a ver que sí. Cuando me dio la tarjeta, me dijo que estaba a mis órdenes, por si algo se me ofrecía. Y ahorita se me ofrece”.
Con la tarjeta en mano fui al otro día en el vocho 73 que me había comprado mi mamá. El policía hasta me reconoció, porque en un par de ocasiones ya había intentado entrar al diario; le pregunté por Duayhe y me dijo: “Ah, si.
Hace rato llegó. Pásale”.
Lo encontré, le enseñé la tarjeta y le dije a lo que iba. “Espérame tantito”, respondió. Y al rato regresó acompañado del cartonista Magú, de las reporteras Blanche Petrich y Guadalupe Irízar y me parece que también de Margarita Ramírez, correctora.
Con todos ellos fuimos a ver a Carmen Lira, jefa de información. Y ella me dijo que debía hacer examen pero no para reportero, sino para auxiliar de redacción. “Si quieres, porque es lo que hay”, advirtió.
La cosa es que acepté, al poco tiempo hice el dichoso examen y pronto ya estaba dentro de unomásuno.
A la fecha agradezco las influencias de la señora Guille, que siempre me miraba orgullosa y satisfecha.
Periodismo bajo asedio
Rubén Vázquez Pérez 16 junio, 2017 Cronopio Creación literaria El asesinato de Javier Valdez evidenció que hay una escalada criminal pero selectiva contra periodistas.
Mostró igualmente que se asesina sin contemplaciones, con premeditación, alevosía y ventaja.
Y que el homicida dispara desde la obscuridad, detrás de un fuerte y, hasta ahora, impenetrable blindaje de impunidad.
Significa que quién o quiénes deciden segar la vida de periodistas como Javier, lo hacen porque no están dispuestos a tolerar más el ejercicio de la libertad.
Menos si se trata de la libertad de expresión, especialmente cuando ésta desnuda, revela, exhibe y cuestiona.
Porque aún expresada en letras silentes, se hace insoportable, estridente, para los oídos de esa doble cara que suele usar el dueño del poder omnímodo.
Se busca, en otras palabras, que los periodistas no sean más incómodos, que no hagan periodismo, que no sean más periodistas.
Principio y fin. La muerte de un periodista
Cronopio Periodismo Cultural 15 julio, 2015
Rubén Vázquez Pérez
El que casi coincidieran dos hechos aparentemente desvinculados entre sí, provoca una lectura de los mismos que habría de interpretarse como un principio y un fin de tiempos bien distintos, por los que necesariamente debía de transitar, y transita, el periodismo mexicano, pese a todo, en evolución.
Primero, una propuesta novedosa –harto interesante- a cargo de la senadora Dolores Padierna Luna, para dotar a los periodistas de, quizás, el único recurso para sostener el rasgo que les da sentido y los justifica en una sociedad que se quiere democrática, esto es, el ejercicio de la libertad de expresión.
Y después, con un par de días de diferencia, el fallecimiento del más influyente periodista mexicano, Jacobo Zabludovsky, de quien, es cierto, habrá que recordar por su profesionalismo, riguroso método de trabajo cotidiano y enorme erudición; también por su aceptación del papel que le asignó el poder sexenio tras sexenio y, desde luego, por la honestidad que demostró al reconocerlo, así como por la capacidad para rehacerse a sí mismo, ante la opinión pública.
La propuesta de la senadora Dolores Padierna de introducir una cláusula de conciencia en las leyes secundarias que regulan el trabajo; el ejercicio de las profesiones y protegen a defensores de derechos humanos y a periodistas da, sobre todo a estos últimos, la posibilidad de desempeñar su profesión a partir de principios éticos.
Es decir: la propuesta apunta a asegurar la permanencia en el empleo de todo periodista que se niegue a convertirse en un mercenario o francotirador de los medios, dispuesto a escribir o publicar cualquier alabanza o infamia, ya sea porque su director así se lo ordena o porque se le presiona desde el gobierno.
Es decir, que ningún periodista podrá ser despedido, en razón de negarse a escribir o publicar aquello con lo que no esté de acuerdo, ya sea que se trate de algo que no le conste; que no haya verificado por sí mismo o que de plano, sea una mentira, un infundio, una calumnia.
Tampoco habrá de perder su empleo si se le obliga a usar su firma o reclama que se la haya utilizado sin su consentimiento para publicar textos que no son suyos y con cuyo contenido, no esté de acuerdo.
Y es precisamente esa posibilidad la que representa la finalización del más grave de los condicionamientos que todo periodista ha padecido desde que esta actividad se volvió industrial, incluido, desde luego, Jacobo Zabludovsky.
Sería fácil señalar que el finado se acomodó en la posición de manipulador y vocero oficioso que el poder le asignó en Televisa. Pero, ¿qué nos haría suponer siquiera que Zabludovsky no hubiera sido él también presionado, desde dentro del poderoso monopolio para el que trabajó desde tiempos en que éste se llamaba Televicentro?
¿Acaso los Azcárraga no intervinieron en este imaginario pero posible proceso de presión; se imagina alguien que el entonces joven reportero no tenía necesidad alguna como la han tenido los reporteros de todas las épocas porque su paga ha sido siempre insuficiente, improbable, irregular e incluso hasta inexistente?
Es muy probable, altamente probable, en cambio, que las decisiones sobre lo que se habría de informar o no; acerca de lo que se habría de resaltar o soslayar en Televisa, hayan sido tomadas en el escritorio de los Azcárraga, luego de un acuerdo con el mandatario en turno y, como sucede aún, a cambio de concesiones, permisos o exenciones fiscales.
El que los periodistas y reporteros dispongan ahora de una cláusula de conciencia –siempre que la propuesta prospere y no sea vista con desdén por legisladores, muchos de los cuales, por cierto, acudieron a dar el pésame y ofrecer condolencias a familiares de Zabludovsky-, implica la toma de conciencia por parte de los comunicadores.
Implica que tomen en sus manos los instrumentos legales disponibles y los usen y presionen para que la justicia laboral funcione con prontitud, con estricto apego a la ley; implica que dejen de escuchar el canto de las sirenas que prometen billetes y posiciones de poder y fama.
Veremos…
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