Gabriel Gamar
Cambiar de ciudad es como cerrar un capítulo de un libro que hemos escrito,
sabiendo que las últimas líneas quedaron impregnadas de momentos, lugares y
personas que se llevan un pedazo de nuestro corazón. La nostalgia es inevitable,
es ese susurro constante que nos recuerda lo que dejamos atrás, pero también es
el motor que nos impulsa hacia adelante. En medio de lo desconocido,
encontramos la oportunidad de reinventarnos, de redescubrir nuestra esencia en
un nuevo escenario. Los cambios, aunque a veces difíciles, nos permiten crecer,
aprender y abrirnos a nuevas experiencias, porque cada despedida lleva consigo
la promesa de un nuevo comienzo.
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