Por Gabriel Gamar
De pronto estaba ahí como un milagro
deambulando por la casa entre las sombras;
su muerte era una falsa alarma
su adiós, sólo un hasta pronto.
Y yo que nunca había creído en los milagros
tenía que aceptar que sí eran ciertos,
pero cuando hice el intento de abrazarla
al instante se esfumó su cuerpo.
Le llamé, le grité y le rogué que volviera,
entonces como un milagro ella volvió a mi lado
y con su dulce voz me hizo una advertencia seria
“si me quedo contigo,
es con la condición de que no me toques;
podrás oír mi voz y mirar mi cuerpo entero
y hasta podrás percibir mi aroma algunas veces,
pero jamás podrás volver a sentirme como antes.”
No hice el menor caso a esta advertencia
y cuando creí tenerla de nuevo entre mis brazos
se esfumó para siempre entre las sombras,
y desde entonces no he vuelto a escuchar sus pasos.
Correo: gabriel_gamar@yahoo.com.mx
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