Pocas veces se habla de las mentes brillantes nacionales. Con frecuencia se
recurre a notas negativas o se habla de delincuentes famosos que no son motivo de orgullo sino de pena para nuestro país.
Salvo raras excepciones se habla de mexicanos talentosos que han destacado en la ciencia, los negocios, la cultura, la literatura o el deporte, pero pocas veces se habla de los médicos que se han marchado a otros países a ejercer la noble profesión de la medicina y que brillan por su talento.
El pasado miércoles me llevé una grata sorpresa al ver la conversación que
Ricardo Rocha sostuvo con el neurocirujano mexicano Alfredo Quiñones-Hinojosa en el programa Reporte ADN 40. El doctor Alfredo Quiñones es nada más y nada menos que director de Neurocirugía de la Clínica Mayo, uno de los mejores hospitales que hay en Estados Unidos y en el mundo.
Nació en 1968 y creció en Mexicali, Baja California, cerca del muro divisorio entre México y Estados Unidos. En un poblado que no tenía electricidad y tampoco agua potable, por lo que su hermana a lo seis meses murió de deshidratación.
Su familia era tan pobre que hubo momentos en que no tenían ni para comer.
Sus padres eran muy trabajadores y como eran cinco hermanos su madre tenía que trabajar se convierte en la matriarca de la familia, haciendo de todo para sostenerlos.
Alfredo Quiñones cuenta que de niño era inquieto y travieso, pero con mucha imaginación, soñaba con viajar a las estrellas y que navegaba por el mundo. Leía mucho y como muchos niños admiraba al superhéroe mexicano Kalimán, porque hacía uso de las ciencias, la tecnología y las matemáticas.
Ya siendo adolescente decidió cruzar hacia los Estados Unidos en busca del
sueño americano, algo que él veía como un reto personal, porque quería ganar dinero para enviárselo a sus padres y esto lo motivó a saltar físicamente el muro a toda velocidad. A los 19 años saltó el muro 2 veces, la primera lo detuvieron y en la segunda lo logró sorteando todo tipo de obstáculos.
Así estuvo trabajando en la pisca de algodón en California, pero dormía en un carro, hasta que logró comprarse una casa rodante. Luego trabajó en una empresa de ferrocarril y se puso a estudiar inglés. Pero sentía que la gente los veía a ellos como invisibles y él no quería ser invisible. Así que se metió a estudiar en hasta llegar a la Universidad de California en Berkeley y desde ahí dio el gran salto a la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, logrando conseguir una beca a completándose con un préstamo.
Cuenta el doctor Quiñones que la primera vez que vio un cerebro expuesto quedó sorprendido y en ese momento decidió ser neurocirujano. Ahora su especialidad es extirpar tumores con una gran precisión y a la fecha ha operado más de 5 mil pacientes.
No importa el tamaño del tumor que tiene que extirpar, pero cuando se prepara para la cirugía lo hace como si fuera a exterminar a un monstruo y ha declarado que un médico siempre debe sentir miedo antes de operar, porque de esta manera actúa con mayor precaución y el resultado es exitoso. Si lo hace con seguridad puede cometer un error que podría ser fatal.
El neurocirujano Alfredo Quiñones-Hinojosa es tan reconocido en los Estados Unidos que ya ha sido protagonista de una serie de Netflix llamada “Ases del Bisturí” y está en proyecto la realización de una película cuyo guion ya está casi listo para la compañía de Brad Pitt.
Sin la menor duda el mexicano Alfredo Quiñones es un hombre excepcional que bien vale la pena admirar y reconocer.
Es poeta, redactor y fotógrafo originario de Puebla, radicado en Coatzacoalcos, Veracruz. Ha escrito varios libros de poesía y narrativa como Archivo de Sueños, Corazón de Metal y El Lugar Común, así como el poema Viajar es Regresar.