La novelista y periodista española criticó el aumento de los dogmas políticos que están generando una crisis democrática.
«Es tremendo, pero estamos en la República de Weimar”, afirma Rosa Montero. Así responde a la pregunta sobre el talante optimista de su literatura, lo que considera una percepción equivocada. El argumento que esgrime en la charla que clausuró la cuarta Feria del Libro de las Universitarias y los Universitarios (Filuni) no puede ser más realista y devastador.
El mundo atraviesa momentos profundamente turbios, de una enorme involución política, económica y de derechos humanos, ante un futuro muy oscuro, agudizado por el calentamiento global, resumió la invitada española, en conversación con sus colegas Rosa Beltrán, coordinadora de Difusión Cultural, y Socorro Venegas, directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, ante una audiencia que la recibió calurosa en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario.
“Estamos además en un momento de crisis de credibilidad democrática. El sistema enfrenta una falta de justificación que se ha ganado a pulso porque es muy transparente, que es una de sus grandes cualidades, pero eso mismo permite ver su hipocresía, la desigualdad y la corrupción”.
La novelista, ensayista y periodista cifra el origen de esta crisis democrática en la gran crisis económica de 2008. “Salimos de manera muy falsa, con el empobrecimiento de 25 % de la población mundial. Este porcentaje vio que los causantes no sólo no habían sido castigados, sino que resultaron enriquecidos; mientras ellos perdían el futuro y sus hijos iban a ser más pobres que ellos, con menos oportunidades. Esto hace que no se sientan representados. Hasta ahí muy bien la crítica. Lo malo es que la gente se deja engañar y convencer por la falsa pureza de los dogmas”.
Falsa pureza
Rosa Montero atribuye el aumento reciente del dogmatismo de derechas y de izquierdas, laico y religioso, a su falsa pureza. Carente de transparencia, permite creer que es más puro y verdadero. “Es en lo que estamos”. De ahí que compara la situación actual con la República de Weimar (1919 y 1933), cuando la Alemania vencida enfrentaba en la posguerra lo más grave de la inflación y el endeudamiento, abriendo paso al liderazgo nazi.
“En el momento que surgió el nazismo pasó exactamente lo mismo –recalcó–. Cuando por primera vez se presentó a las votaciones el movimiento de Hitler, el nacional socialista, creo recordar que sacaron como un punto y medio de votos; en las segundas votaciones, como dos años después, sacaron medio punto; o sea, eran un partido residual y bajando. Al año y medio hubo unas terceras elecciones y sacaron 18 % de los votos, fueron el segundo partido… y empezó el infierno”, explicó.
¿Qué había pasado en ese año y medio? El crack del 29, recordó. Como en 2008, que empobreció a la gente y ésta dejó de creer en el sistema. “Y llegaron los cantamañanas dogmáticos con una falsa pureza, y la gente se entregó. A esto, ahora estamos añadiendo la presión del calentamiento global… ¡Y luego me dicen optimista!”.
La tensión acumulada del diagnóstico estalló en aplausos y risas para desplegar otras preocupaciones recurrentes en las letras de Rosa Montero, una mujer que ha comenzado un libro con esta frase: “Siempre he sabido que algo no funcionaba bien dentro de mi cabeza”. Que siempre ha sentido la realidad como un traje mal cortado en el que la obligan a encajar, que ha sufrido ataques de pánico desde los 16 y ha encontrado refugio en algo que parecería lo menos normal del mundo: encerrarse por horas, semanas, meses, en la esquina de una habitación, “a escribir mentiras”, dijo.
“La ficción no la escribes para enseñar nada, la escribes para aprender”, afirmó. “Es la búsqueda del sentido de la existencia. Y no puedes empezar ese viaje de conocimiento con las respuestas previas”.
Su más reciente novela, El peligro de estar cuerda, niega la existencia de la normalidad. “Lo normal es ser raro. Todo un abanico de rarezas”. Tras el disparo de trastornos mentales –otro tema recurrente en su escritura, como en La loca de la casa– a causa de la pandemia, consideró que se ha abierto la puerta al tema tabú, “pero la tenemos que derribar a patadas”.
En el abanico de rarezas ubicó a quienes, como ella, necesitan leer o escribir para soportar la existencia. “Necesitamos la escritura para relacionarnos con nuestras propias emociones –explicó–. Hay una especie de abismo, una oscuridad que nos persigue, y tenemos que poner un puente de palabras sobre ella… Siempre se escribe en la oscuridad”.