Amarillismo y periodismo de excelencia son términos opuestos que tienen como punto de unión un nombre: Joseph Pulitzer, un húngaro nacionalizado estadunidense que aplicó y promovió el sensacionalismo a la par que su enemigo, William Hearst, pero que trascendió al instituir un premio a lo mejor de la prensa, lo que en contadas veces practicó.
Jószef Pulitzer en un principio quiso dedicarse a la milicia en su natal Hungría, donde nació el 10 de abril de 1847, pero su mala salud y el astigmatismo le impidieron ser admitido en el Ejército de su país, por lo cual decidió trasladarse al “Nuevo Mundo” para, desde allá, participar en alguna contienda.
Y lo logró. En 1864 llegó a Estados Unidos sin saber inglés y sin un céntimo en el bolsillo, se sumó al bando unionista y participó en la Guerra de Secesión, sin relevancia alguna.
Al final se encontró otra vez sin dinero, por lo cual trabajó en lo que pudo; tras ser estafado junto a otros 40 jornaleros, escribió su historia tan acertadamente que el dueño de la pequeña publicación alemana Westliche Post lo contrató como periodista.
Solo tres años después compró ese periódico por tres mil dólares, misma cantidad que invirtió en 1878 para hacerse del diario St. Louis Post-Dispatch, ambos en San Luis, Misuri, y que fusionó.
Adquirió experiencia, se presentó como defensor del hombre de a pie y se enfocó a la información de corte populista, mientras se unía al Partido Republicano e incluso fue elegido como representante en el congreso estatal, cargo que solo ejerció unos meses de 1869 antes de renunciar y regresar a su diario, donde ahorró suficiente capital para adquirir el periódico The New York World, en 1883.
Es en esa redacción de la llamada “Gran Manzana” donde comenzó a despuntar con innovaciones como la cobertura diaria de eventos deportivos, el reclutamiento de destacados periodistas de investigación, la publicación de más historias de interés humano y la creación de la “Hoja Dominical” o primer semanario.
El 5 de mayo de 1895 apareció en esa sección “Hogan´s Alley”, la primera tira de cómics publicada en un periódico y que enseguida se convirtió favorita de los lectores.
Como un experimento semanal a color, el 16 de febrero de 1896 debutó la estrella principal de esa serie de dibujos: “Mickey Dugan”, un niño vestido con un batón amarillo del que solamente se asoman sus pies, manos y una cabeza pelona con orejas grandes. Su creador, el dibujante Richard Felton Outcault, escribe sobre el camisón frases lapidarias de corte social o político.
Pero el ahora considerado “padre de los cómics” también comenzó a colaborar en The New York Journal, diario que en 1896 había comprado William Randolph Hearst y quien se convirtió en el mayor rival de Pulitzer.
Outcault compartía la historieta en ambos diarios neoyorquinos, lo que generó un enorme pleito legal por los derechos de autor que se saldó con una decisión salomónica: “Hogan’s Alley” se usaría en el World, ya bajo la pluma de George B. Luks, mientras que “El chico amarillo” (“Yellow kid”) sería el título del cómic en el Journal.
El personaje al que todos los lectores buscaban con avidez cada domingo se siguió publicando hasta 1898 y si bien la lucha por quedarse con Outcault la ganó Hearst, con quien el dibujante trabajó hasta 1920, la guerra con Pulitzer fue en ascenso.
Se desató una furiosa competencia por atraer a más lectores y vender más periódicos con la nota más escandalosa, sensacional, inescrupulosa y escabrosa que los editores pudieran imaginar, aun a costa de la verdad.
Las legítimas cruzadas contra la corrupción política y la injusticia social, entre otros temas, se transformaron hasta provocar que el gobierno estadunidense declarara la guerra al “opresor” Imperio Español para conseguir “la libertad” e independencia de Cuba y otras colonias.
Corresponsales de ambos diarios inventaron historias, contrataron supuestos informantes, describieron a los españoles como genocidas y convirtieron simples escaramuzas en sangrientas batallas, para vender mejor sus notas.
De esa lucha, primero a nivel de historieta y después con la dimensión de una guerra, como surgió el término “amarillismo” para describir a ese periodismo sin ética, irresponsable y mentiroso del que después József, ya transformado en Joseph, se arrepentiría.
Empeñado en hacer del periodismo un oficio respetable, Pulitzer había ofrecido en 1892 a la Universidad de Columbia financiar la creación de una escuela en la materia, pero su mala fama actuó contra él.
Una década después, con el cambio de presidente en esa casa de estudios, volvió a plantear esa propuesta y la creación de un premio a lo mejor de la prensa, ideas que fueron aceptadas pero se hicieron realidad después de su muerte.
Todavía sufrió algunas vicisitudes, como la denuncia presentada en su contra en 1909 por supuestamente difamar al presidente Teodoro Roosevelt y el empresario J.P. Morgan; el juez resolvió a favor de Pulitzer, lo que fue considerado como una victoria para la libertad de prensa.
Totalmente ciego y afectado gravemente por un agotamiento nervioso que lo llevó a no soportar ruidos como el de una cucharilla dando vueltas en una taza, decidió vivir en su yate “Liberty”, desde donde siguió trabajando hasta su muerte, el 29 de octubre de 1911.
En su testamento Pulitzer destinó dos millones de dólares a la Universidad de Columbia tanto para establecer el galardón, como para formar la Escuela de Periodismo, establecida en Nueva York en el año de 1912 y que actualmente es una de las de mayor prestigio a nivel mundial.
Su anhelo de crear un galardón para reconocer a lo mejor del periodismo se hizo realidad seis años después del fallecimiento del editor y magnate.
En 1917 se otorgó por primera ocasión el Premio Pulitzer a Herbert Bayard Swope, corresponsal de guerra del “New York World” que cubría a las tropas germanas durante la Primera Guerra Mundial y escribió una serie de artículos titulada “En el interior del Imperio Alemán”.
Actualmente se entrega el galardón en 21 categorías de ámbitos como la literatura, la fotografía y la música; la más reciente sorpresa en este tema ocurrió en 2017, con el reconocimiento entregado al rapero Kendrick Lamar.