Por Armando Rojas Arévalo
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
LEON FELIPE.
MANUEL: Bien me lo decía mi abuelito: “Mi’jo, métete al Colegio Militar y chance algún día llegues a general y hagas mucho biyuyo” (dinero). Por su parte, mi mamá acariciaba el sueño de que fuera marino y anduviera como galán con uniforme todo blanco, impecable. Es más, cuando yo tenía cuatro años de edad un día hizo que me tomaran una foto luciendo una gorra marinera. La foto está guardada en el archivo de la familia, con la advertencia de que si la muestran les hago un juicio sumario.
No le hice caso a mi abuelo, tampoco a mi mamá, y heme aquí, de civil, pantalón livais y tenis, recordando aquellas propuestas y preocupado porque a los militares les están dando en propiedad el país. Y no es lo que no lo merezcan, sino porque los soldados deben estar en lo suyo, que es la defensa de la soberanía y la seguridad nacionales.
No me arrepiento de haber estudiado la universidad, nada más y nada menos que en la mejor de América, la UNAM, en donde luego fui maestro por un poco más de 20 años; tampoco me arrepiento de haber escogido esta profesión de reportero y escribidor, estoy orgulloso de ello. Sin embargo, si le hubiera hecho caso a mi abuelito, a lo mejor ahora vestiría uniforme y caminaría encorvado por tantas medallas y corcholatas de batallas no libradas y mucho menos ganadas, y las paredes de mi casa estarían cubiertas con diplomas de cursos, distinguido huésped, y espadines de todos tamaños y nacionalidades. Tendría chofe o choferes, jardinero, albañil y hasta bolero. Si hubiera sido marino, sería almirante, ¡qué se yo! Andaría viajando por mares a bordo de los barcos de la armada, dejando en cada puerto un amor, como dice la canción.
Hace unos días me encontré con uno de mis ex alumnos de la Universidad que ya no quiso seguir estudiando, a pesar de que pudo haber optado por estar años y años pagando extraordinarios hasta titularse, como ya sabes quién, y prefirió meterse al Ejército, y hoy lo tienen acantonado en la Yesca, límites de Jalisco con Nayarit. Garboso, vestido con el uniforme verde olivo y barras en los hombros, se me cuadró como si fuera su superior, a lo que agradecí su deferencia.
Me contó que la primera vez que le dieron una responsabilidad como soldado, fue montar guardia en un plantío de amapola en la sierra y sintió un miedo que le arrugó toditito el cuerpo y hasta se mojó cuando unos narcos pasaron junto a él, por fortuna sin verlo. Al final, terminó gustándole la tarea. Ha tenido vacaciones y días francos cinco veces en dos años, come todos los días pescadito, carnita y pollo, sueldo seguro cada quincena, y cuando algún familiar suyo enferma lo atienden en el hospital militar cercano a donde viven sus papás o donde les agarre la emergencia. Tiene seguro de vida, le pagan más que cualquier “licenciadillo” y hasta le dan vales para para que pueda viajar en camión o en avión. Ya lo ascendieron y si aguanta que lo anden mandando de servicio a los lugares que se le ocurra “a mi coronel”, a lo mejor en un año lo vuelven a ascender.
Caray, de lo que me perdí. ¡Si le hubiera hecho caso a mi abuelito y a mi mamá!
El Ejército y la Marina -¡quién lo hubiera imaginado!- ya están en los negocios. Son banqueros, constructores, operan aeropuertos, están en casi todo. Están en todas partes. Les dieron a probar las mieles del poder que otorgan el dinero y la actividad empresarial y va a ser difícil que lo dejen. Al próximo presidente le va a costar uno y la mitad del otro devolverlos a los cuarteles.
El año entrante el Ejército tendrá su propia línea aérea. Ese consorcio pretende formar una compañía para transporte de pasajeros y carga con 10 aeronaves rentadas y el avión presidencial (de acuerdo con información de El Pais), y aparte de eso, el acuerdo presidencial es en el sentido de que el Ejército manejará, además de la central avionera “Felipe Ángeles”, también los aeropuertos de Campeche, Chetumal y Palenque, y Marina el de Ciudad del Carmen. En tanto, un almirante ya tiene a su cargo el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. La Armada ya maneja los puertos de Manzanillo y la correspondiente aduana, así como el aeropuerto “Playa de Oro”.
Los negocios otorgados por este presidente, no se sabe si por perversidad o por otro motivo, son cada días, más. ¡Ay, si Tata Lázaro viviera! (¿No fue él quien dijo que los soldados deberían estar en los cuarteles?)
Otros negocios: El Grupo Aeroportuario, Ferroviario y de Servicios Auxiliares Olmeca-Maya-Mexica, creado por la Sedena y que controla los aeropuertos mencionados, así como el Tren Maya; quiere manejar, además, una empresa turística con tres hoteles, dos museos y dos parques ecológicos, de acuerdo con información de El País.
Los elementos del Ejército que encabezan la construcción del Tren Maya y el Aeropuerto de Tulum tienen a su disposición 40 habitaciones de lujo, con alimentos incluidos, en hoteles del Grupo Vidanta, del empresario DANIEL CHÁVEZ (para quien trabaja el hijo del presidente). Algunas de ellas cuestan 910 dólares por noche, pero para la Sedena son gratuitas (Reforma).
(Los costos de la obra del Tren Maya se incrementan: tan sólo el Tramo 4, que va de Izamal a Cancún y en el que se esperaba gastar 30 mil millones de pesos, hasta ahora cuesta 53 mil millones (Reforma). Más allá del costo exorbitante de la inversión, una vez concluido lo más probable es que pierda dinero a carretadas. Los supuestos de este eran que el tren tenía una demanda capturable de 325 mil pasajeros al día, son cifras alegres.
POR OTRO LADO, el Ejército quiere cambiar la legislación en materia de Bienes Nacionales para que el Parque Nacional del Jaguar, que comprende 2 mil 500 hectáreas por donde pasará el Tren Maya, le sea concesionado por 99 años y no por 50, como se había previsto (Reforma). ¡No tiene llene!
En fin. No puedo ya ser soldado. Si lo hubiera sido, mi abuelito bailaría cumbia y mambo en el más allá y gritaría con todos sus huesos “¡gracias 4 T!”
Quince años como académico de la FCPyS-UNAM.
Premio Nacional de Comunicación 2015 «José Pagés Llergo», capítulo «Cátedra en Periodismo»