POR: GABRIEL GAMAR
En el bar se escuchaba un tango en el piano
que hacía más intensa mi melancolía,
de pronto levanté la mirada hacia la puerta
y ahí estaba ella hermosa, sonriente, cautivadora.
Ella se acercó hacia mi sin tocar el suelo
y sentí en mi mejilla su cálido beso
y mi corazón latió con la fuerza de un potro
brincando nervioso por una pradera.
Se sentó junto a mí y acaricié sus manos
y no pude evitar el tocar su rostro
e imaginarla desnuda durmiendo a mi lado
compartiendo mis sueños a la luz de una vela.
Al salir de mi ensueño me hechizó su sonrisa
y me atrapó para siempre con una mirada
mientras en el piano narrando su vida
seguía el pianista sufriendo un tango…
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