Inicio MEDIO AMBIENTE Ante el cambio climático, imperioso oír a la ciencia

Ante el cambio climático, imperioso oír a la ciencia

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Expertas en el tema examinan el problema y ejemplifican con México; en Mérida, durante marzo o abril, se podría alcanzar una temperatura de hasta 47 grados.

Mucho se ha hablado de que se debe llegar a acuerdos concretos para reducir las emisiones que causan el cambio climático, pero ¿qué implica lo anterior para nosotros si no se logra? Esto podría llevar a un aumento de hasta 7 grados Celsius en la temperatura para el final del siglo, consideró Ruth Cerezo Mota, del Instituto de Ingeniería, Unidad Académica Sisal.

La única mexicana que participó en la elaboración del último reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), ejemplificó que si en Mérida durante los meses de marzo o abril se alcanzan temperaturas de 40 grados, la falta de acción internacional implicaría llegar hasta los 47 grados en la zona.

Cerezo Mota comentó: “México es un país de costas y es un hecho que seguirá subiendo el nivel del mar. Aunque es inevitable, la diferencia es qué tanto. Si hacemos algo tendríamos un aumento de hasta 50 centímetros para finales de este siglo, si nos vamos al escenario de mayor cantidad de emisiones, sería hasta de un metro 50 en promedio para 2100”.

Tres escenarios

La investigadora del Laboratorio de Ingeniería y Procesos Costeros explicó que desde hace tiempo los expertos han tratado de saber qué pasará en tres escenarios: el primero es aquel en el que se logra reducir las emisiones y que la temperatura suba 1.5 grados; el segundo, en el que se tienen acciones, pero no se alcanza la meta y, finalmente, aquel donde no se hace nada.

La experta en cambio climático destacó: “Desafortunadamente, en cualquiera de los escenarios para 2030 estaremos alcanzando los 1.5 grados, la diferencia es si empezamos a bajar gradualmente la temperatura; sin embargo, los escenarios medio y de alto riesgo implicarían aumentos de 4 grados de temperatura media global, que para México conlleva un incremento de hasta 7 grados por arriba de la media; esto implica poner en riesgo la salud de la gente, pérdida de cultivos y de ganado, etcétera”.

De ahí que sin acciones concretas se observarán sequías intensas, con un déficit de lluvias importante –de hasta 30 por ciento de menos líquido–, además de que se espera que eventos extremos húmedos como las lluvias torrenciales ocurran de forma más intensa, dijo.

Cerezo Mota añadió que nuestro país firmó múltiples acuerdos climáticos y en este momento se debería ya estar transitando hacia el uso de energías renovables, es decir, dejar de pensar en refinerías o aumentar recursos a Petróleos Mexicanos, cuando tendrían que impulsarse las energías solar, eólica o bien nuevas fuentes energéticas.

Con ella coincidió María Amparo Martínez Arroyo, directora general del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, quien participó en el seminario permanente Ciudades Sostenibles ante el Cambio Climático, del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad.

Ambas enfatizaron que el cambio climático está aquí, sus efectos durarán décadas y no se podrán parar, por lo que es necesario adaptarse de forma dinámica, además de seguir creando capacidades para identificar las vulnerabilidades para cada localidad específica.

Martínez Arroyo, en su charla Política Climática en México: Avances y Retos en las Ciudades, precisó que nuestro país se encuentra en la posición 14 de las naciones con mayores emisiones de gases de efecto invernadero y el Inventario Nacional de Emisiones de Gases y Compuestos de Efecto Invernadero 1990-2019 revela que el principal gas de ese tipo es el dióxido de carbono (CO2) con 67 por ciento de las emisiones, seguido del metano (24 por ciento) y el óxido nitroso (6 por ciento).

En 2019, continuó, en México se emitieron 736.63 millones de toneladas de CO2 y las estimaciones de carbono negro ascendieron a 65 mil 582 toneladas.

Sobre los riesgos detallados por Cerezo Mota, Martínez Arroyo resaltó que se estima que nuestro país pierde cada año al menos 4 centímetros de costa, lo que incrementa los problemas para las ciudades instaladas en los 11 mil 500 kilómetros de litorales, como inundaciones, salinización del agua en pozos, entre otros.

Actualmente, el daño anual esperado (DAE) en México por inundaciones fluviales es de 7 mil millones de dólares y por inundaciones costeras de 130 millones de dólares. Se cree que Tamaulipas, Veracruz y San Luis Potosí tendrán los mayores niveles de riesgo por inundación. Además, se espera que para el 2080, el DAE por inundaciones costeras por desarrollo económico y cambio en el clima sea de 116 mil millones de dólares por año.

Martínez Arroyo aseguró: “Tenemos los conocimientos, las proyecciones, las experiencias buenas y malas acumuladas de una urbanización salvaje, hecha sin criterios ecológicos, de bienestar para la población, en la que predominaron la improvisación y los intereses económicos”.

De ahí que la investigadora sostuvo que resulta especialmente importante poner atención en México, en las metrópolis pequeñas y medianas que están en crecimiento, porque este es el momento todavía de meter freno o bien poner reversa.

Panorama desalentador

Las proyecciones indican que las sequías serán más intensas y extensas. El noroeste del país es una zona semidesértica y en los últimos años ha experimentado sequías. El panorama no es muy alentador, para el sureste de México tenemos déficits de lluvias, señaló Ruth Cerezo Mota, investigadora del Instituto de Ingeniería.

Agregó que el incremento del nivel del mar hace vulnerable a todo el litoral mexicano, a esto hay que sumarle la ocurrencia de huracanes que generan oleaje de tormenta. “Si ya de por sí el nivel del mar aumentó y a esto le sobrepones un oleaje de tormenta se tiene el riesgo de inundación aún mayor”.

Añadió que en México ocurrirán más eventos extremos que podrían convertirse en “normales”. Suceden rápido y dejan devastación, como pasó en Hidalgo y Ciudad de México. A lo anterior hay que sumarle problemas de infraestructura, “poca resiliencia del país para recuperarse; la nación está muy vulnerable a los efectos del cambio climático”.

Puntualizó que no haber respetado en las zonas costeras las áreas de dunas hace que se pierda la primera barrera de protección. Lo mismo pasa con los manglares. Ni planeamos ni protegemos, lo que nos hace doblemente vulnerables.

Sostuvo que en el IPCC están organizando paneles y a ella le tocó coordinar, junto con una colega, uno el 9 de noviembre, el de Norteamérica y Centroamérica. “Toda la esperanza de la humanidad está puesta en la COP26 en Glasgow, Escocia, en las negociaciones que se logren. Queda claro con el reporte del IPCC que el tiempo ya se nos acabó. Las negociaciones van a estar muy duras; desgraciadamente, están basadas en dinero y éste no necesariamente va de la mano con el bienestar de la humanidad”.

Tradicionalmente, las naciones que más emiten no son precisamente aquellas que más sufren los efectos del cambio climático. “Pero lo cierto es que este año hubo inundaciones en Alemania, que ningún modelo pudo prever, incendios que acabaron con un poblado completo en Canadá. El huracán que se formó en el Atlántico y llegó a Nueva York inundó el Metro. Así, queda claro que todas las regiones son vulnerables. La esperanza es que escuchen a la ciencia y estén dispuestos a negociar y a comprometerse de manera ambiciosa a reducir las emisiones”.

COMPROMISOS DE LA COP26

En la cumbre de líderes mundiales sobre el clima, la COP26, que en estos días se desarrolla en Glasgow, Escocia, más de cien países se han comprometido a salvar y restaurar los bosques de nuestro planeta.

En la declaración, los líderes prometen reforzar sus esfuerzos comunes para preservar los bosques y otros ecosistemas terrestres y acelerar su restauración, así como facilitar políticas de comercio y desarrollo sostenibles, tanto en el ámbito internacional como nacional.

También menciona el empoderamiento de las comunidades locales, incluidos los pueblos indígenas, que a menudo son afectados negativamente por la explotación y degradación de los bosques.

La declaración igualmente plantea aplicar y rediseñar las políticas y programas agrícolas para reducir el hambre y proteger el medio ambiente.

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