Leo con un sentimiento ambivalente de orgullo y pena, la despedida del maestro Roberto Blancarte de su colaboración en Milenio Diario.
Fueron 22 años de constancia en los que puso en primera fila de los análisis religiosos serios, documentados y actuales al periódico. Sin resabio alguno, pero sin explicar las razones, el científico social se despidió del medio:
“Escribí durante 22 años todas las semanas, creo que con una o dos excepciones. Eso significa más de 1140 artículos. Se dice fácil. Nunca tomé “vacaciones”. Siempre sentí una responsabilidad con mis lectores y con las personas que me contrataron, para llenar ese espacio, con ideas; buenas o malas, pero que intentaban salirse del camino obvio y previsible. Publiqué incluso varios libros con recopilaciones temáticas de mis artículos.
Escribí también para la ya desaparecida revista Milenio Semanal”.
Aplaudo la decisión del analista que en cierta forma coincide con las adoptadas por mi en mis estancias laborales en muchos medios mexicanos y varios del exterior.
Hay circunstancias que obligan. Difícil conciliar una obra sólida, reconocida por los estudiosos de la política, la sociedad, cuando el periódico que seguramente llegaste a sentir propio, te traiciona colocando a tu vera al mercenario que intentará destruir tu prestigio y anular tus comentarios.
Es el caso. Junto a Blancarte abrieron espacios en radio, tel visión y claro, en los periódicos del grupo, a Epigmenio el porro ideológico del sexenio, quien ha logrado desplazar a Tiro Loco Fackerman.
Trabajé poco menos de diez años en Milenio, bajo la batuta de Carlos Marín, un periodista intachable que por su estilo al escribir levanta toda clase de furias de tirios y troyanos. Hombre sin concesiones, a su lado laboré con brevedad como adjunto de la Dirección Editorial.
Mas de seis años dirigí el semanario que inclusive en ese lapso logró el reconocido del mejor en la especialidad en materias políticas y de actualidad del país.
Pero lo dicho: el periodista debe dormir con la maleta al lado, siempre listo para partir a nuevos destinos, nuevas aventuras, nuevas experiencias.
Por conductos no oficiales, me enteré que el semanario tendría nuevo director. No esperé más y ante el gesto impaciente de Marín que me reclamó no haber esperado la decisión de mi traslado a otro cargo, publiqué en el propio medio mi despedida y, como es usual, mi agradecimiento a los directivos.
Aqui cabe la aclaración, mientras tienes algo que aportar, algo que represente beneficio al medio, eres bien recibido. Ignoro si fue mi caso, pero la sucesión se dio en Roberta, de apellido Garza, paisana de los dueños del periódico Semanal. El gusto le duró unas pocas ediciones más. Cerró sin que alguien se diera cuenta que todavía se editaba.
Con pesar, abandoné como antes lo hice con Unomasuno, como salí de El Universal, de Prenda Latina, de El Sol, de otros más.
Imagino que el único privilegio del periodista, es decidir de quién o quiénes quiere ser compañero de viaje. Me gustó y mucho aprendí de Carlos Marín.
Hoy, según veo, don Francisco el propietario de la cancha y la pelota, retoma sus orígenes cuando locutor en busca de fortuna; era conocido en el gremio como Pancholón.
Supongo que continua en tales afanes y en busca del apoyo mañanero. Está bueno, cada uno decide su amanecer.
Saludo a Blancarte y hay todavía, espero, en donde difundir el resultado de sus estudios…
Periodista antediluviano, corresponsal en el exterior y reportero en méxico.