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Magno Garcimarrero

Mijaíl Kaláshnikov, el inventor del popular fusil AK-47, el arma más utilizada del mundo, murió un lunes 23 de diciembre de 2013 (hace justo 10 años) a la edad de 94 años en un hospital de la república de Udmurtia en Rusia.

Mijaíl Kaláshnikov nació en un pueblo llamado Kurya al norte de Siberia en la URSS ahora Rusia, un 10 de noviembre de1919. A los 19 años se enlistó en el famoso ejército rojo y participó como soldado en la segunda guerra mundial. 

Herido en 1941 pasó una temporada en un hospital donde escuchando las quejas de sus compañeros por el pésimo armamento con que los dotaba el ejército, comenzó a diseñar un fusil ligero para asalto.

En 1947 bautizó su invento con las siglas A.K.47 que significan: Avtomatic Kaláshnikov modelo 1947, la que, al tomar carta de naturalización en América Latina, fue rebautizada con el apodo de “cuerno de chivo”. A Mijaíl su invento le valió muchas condecoraciones, ascensiones en grados militares hasta llegar a general, e incluso estatuas y monumentos.

No le valió riqueza como a Alfredo Nobel la dinamita o a Bill Gates su sistema operativo, porque su arma fue creada dentro de un régimen económico que distribuye la riqueza en forma diferente.

Kaláshnikov vivió con una pensión de estado que le permitió pasar decorosamente, sin sobresaltos económicos, los años de vida hasta cuando ha muerto tranquilamente en la cama del Centro Clínico y de Diagnóstico de la República de Udmurtia.

La A.K.47 tiene a su favor una nutrida apología bélica, se dice que es la mejor arma del mundo, capaz de disparar en las condiciones más adversas, es imposible que se encasquille, dispara aun estando llena de fango, arena, agua o sangre, es ligera y cómoda de empuñar, no recula a pesar de su potencia así que puede accionarse con una sola mano, como lo hizo alguna vez ante las cámaras de televisión Saddam Husein; tiene un gatillo tan suave que hasta un bebé puede apretarlo; fácil de transportar, fácil de ocultar aún bajo un saco de vestir, su uso no requiere de previo entrenamiento, su infalibilidad obliga a quien es apuntado con ella a encomendarse a dios solamente, y eso si le da tiempo. De ella se han fabricado más de ciento cincuenta millones a partir de su diseño original.

Según la ONU se han producido matanzas con esa arma (por orden alfabético) en Argelia, Angola, Bosnia, Burundi, Camboya, Cachemira, Chechenia, Chile, Colombia, el Congo, Georgia, Haití, Italia, México, Mozambique, Palestina, Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Sri Lanka, Sudán, Uganda, Ucrania y Veracruz.

 El arma está oficialmente destinada a más de un centenar de ejércitos regulares, y al alcance de grupos guerrilleros como el EPR, ETA y matones de los cárteles de la droga en todo el mundo.

Dice el escritor italiano Roberto Saviano autor del exitoso libro “Gomorra”, de lectura obligatoria en estos atronadores tiempos, que “el kaláshnikov ha matado más seres humanos que la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, que el virus del sida, que la peste bubónica, que la malaria, que todos los atentados de los fundamentalistas islámicos, (que las cruzadas cristianas y el COVID 19, agregaría yo), que la suma de todos los muertos por terremotos que han sacudido la corteza terrestre”.

 A fuego de A.K.47 murieron Salvador Allende en 1973; Sadat en 1981; Ceaucescu en 1989. Desde 1983 la metralleta forma parte del escudo en la bandera de Mozambique, cruzada con un azadón, encima de un libro y una estrella (sugerente emblema). Osama bin Ladem en todas sus presentaciones en los medios portó en sus manos un arma de esas, para parecer amenazador y contrarrestar su imagen de santón o de faquir subalimentado. En algunas ciudades de Europa se puede adquirir vodka en botellas de vidrio en forma de A.K. 47.

Se cuenta que los planos originales del fusil kaláshnikov, así como el primer modelo que salió de las manos del inventor, siguen en poder de sus hijos en un pueblo al pie de los montes Urales: Ízhevsk; ahí dentro de una vitrina blindada está el modelo número uno.

En México, a pesar de la prohibición legal de poseer esa arma, se vende, se compra y se usa gracias al mercado negro cuyas raíces se enmarañan bajo nuestros pies sin que nos demos cuenta.

 Hasta hace muy poco tiempo, en Tepito se podían conseguir “frías” o “calientes” por la ridícula suma de mil a tres mil pesos. Son raros los funcionarios públicos de alto rango que no tienen entre su colección de armas un “cuerno de chivo” como curiosidad de armario.

¡Sea esta reseña un homenaje póstumo a Mijaíl Kaláshnikov por haber contribuido tan eficientemente al control demográfico!

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