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El último vagón, un merecido homenaje a los maestros rurales

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El Último Vagón es una historia llena de nostalgia, que nos muestra la cruda realidad que todavía se vive en las regiones más apartadas del país, donde los maestros rurales han entregado su vida por la educación de una niñez con pocas oportunidades. 

En el pasado esta era la única manera que tenían los niños para aprender a leer y a escribir, en locales improvisados, como en esta película en que convierten un vagón de ferrocarril en salón de clases, donde una maestra entrega su vida por la enseñanza de los niños.

En un ambiente sombrío se desarrolla la historia de una familia que por cuestiones de trabajo tiene que mudarse constantemente por distintos pueblos del país, sin arraigo y sin encontrar un futuro promisorio. 

El Último Vagón es también sinónimo de una última mudanza en que la familia del niño protagonista, tiene que tomar una decisión para que el niño Ikal pueda estudiar para maestro y se convierta después en un trabajador de la Secretaría de Educación Pública, que en vez de velar por el crecimiento de las escuelas, se preocupa por cerrar esas pequeñas escuelas que son la única opción con que se cuenta en esos sitios alejados de la civilización. 

La profesora de edad avanzada deja su vida entera en estos parajes desolados, donde los niños son el futuro sin futuro, que tienen como libros de texto la lectura de las historietas de Kalimán, el hombre increíble. 

La actuación de Adriana Barraza es incomparable, con un realismo excepcional que nos lleva a estos días llenos de melancolía y de nostalgia, en medio de una realidad que duele. 

Por desgracia seguimos sumidos en el atraso educativo y la falta de inversión en las zonas rurales, dificulta las oportunidades de los niños del campo. Sin embargo, hay niños que logran sobreponerse a estos obstáculos y lograr superarse, saliendo adelante con estos escasos recursos.

El Último Vagón, todo un acierto de Netflix, es un homenaje a los maestros rurales, que han trabajado en condiciones precarias y con sueldos de miseria, sin recursos didácticos y a veces sin planteles educativos. 

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