Gonzalo Valdéz Medellín
Conocí a Irma Serrano a finales de los años 70, cuando presentó su libro A calzón amarrado que escribió en coautoria con la periodista Elisa Robledo. La presentación la hizo en el pasaje Zócalo – Pino Suárez del Metro donde se llevaba a cabo la entonces muy famosa y concurrida Feria del Libro del Zócalo, a donde asistían luminarias como era la Serrano. Todavía conservo por ahí, todo deshojado el libro, la edición era groseramente chafa. Yo aún era un niño, pero siempre acompañaba a mi papá que durante muchos años rento un stand en la Feria pues se dedicaba la a venta de enciclopedias y colecciones diversas de libros. Ahí me llevó frente a Irma Serrano La Tigresa quien con sus carcajadas estentoreas platicó muy brevemente conmigo y cuando le dije que quería ser escritor, en respuesta a su pregunta «y qué quieres ser de grande?», me dijo, pues apúrate a crecer pero no vayas a escribir libros como el mío. Recuerdo sus carcajadas «y usted apoye a su hijo, señor», le dijo a mi papá. Me firmó el libro y yo con el deslumbramiento infantil atesore el libro que me había comprado mi adorado padre y que por por más que lo intenté en aquellos años, nunca llegó a interesarme. Más adelante, ya como estudiante de Teatro en Filosofía y Letras de La UNAM retomé el libro y comprobé que no pasaba de ser un bodrio, un libelo. Lo guardé como un dato curioso de mi vida. Cuando comencé en el periodismo nunca se me antojó entrevistarla, qué le podía preguntar a la amante de Gustavo Díaz Ordaz? La vi en Las Emmanuel le en Vivo, con la gran Isela Vega y dirigidas por Pablo Leder, a quienes sí entrevisté ahí en el Teatro Fru-Fru. Fue una experiencia impresionante la verdad, verla totalmente desnuda, con el pubis rasurado, plantada en proscenio y con luz blanca sobre su figura, en una imagen que rememoro como una imagen más allá del surrealismo de Bretón y más acá del erotismo del Bataille de Madame Edwarda, y yo con los ojos abiertos, en primera fila viendo ese pubis retador, descarado, subyugante… Su teatro, esa obra, era malisima, no obstante, era una puesta para vender sueños húmedos al machismo mexicano, cosa que logró con mucho éxito, como un impulso hacia el teatro pornografico. Personaje avasallador, que lo mismo navegó en los mares del cine, la televisión y la política, La Tigresa fue su propia leyenda negra, que de repente presumía su parentesco con la escritora Rosario Castellanos. Leyenda negra que no podía haber sido de otro color, sobre todo al haber compartido cama y sentimientos con ese esperpento humano que fue Díaz Ordaz. Apoyó a alguna gente de teatro, algunas mañas les debe haber enseñado en las artes de corromper los presupuestos culturales.
Irma Serrano ha muerto. Hay algún legado realmente valioso que haya dejado a la cultura y al teatro mexicano? Me temo que no. Sin embargo, queda como un personaje oscuramente pintoresco del medio del espectáculo. Descanse en paz. La foto con Salvador Novo la he tomado del libro del crítico teatral, Luis Reyes de la Maza : En el nombre de Dios, hablo de teatro.
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