Se convierte en una rutina. Despiertas y quieres saber si todavía estás vivo. Estiras una pata, truena la rodilla.¡Híjole, voy bien! Creo que todavía estoy vivo, pero ¿completo?Siguen una serie de movimientos, estirones como los perros. Se siente una especie de descanso. Seguimos bien.La rutina cotidiana es interminable, hay que ir recuperando movimientos, flexibilidades y paulatinamente la fuerza en piernas y brazos. Esta bien, ni a mi me causo gracia recuperar agilidad y movilidad todos para, al final de la jornada exclamar sacando la cabeza por el balcón, pero bien tapadito: ¡la libré! A ver como amanecemos mañana.La foto ilustrativa es de una amable vecina que se empeña en imponerme rutinas. Angelito del Señor…
Periodista antediluviano, corresponsal en el exterior y reportero en méxico.