La sola frase que parece garantizar que el trono británico nunca estará vacío
Pero, ¿Sin Isabel II, tiene futuro esa monarquía?
Por Concepción Badillo.
La muerte a los 96 años de Isabel II el 8 de septiembre marcó el fin del reinado más largo en la historia de la monarquía británica. Para muchos de sus súbditos fue la única soberana que conocieron en sus vidas. Una que ascendió al trono a los 25 años y duró 70, viendo pasar a 15 primer ministros ingleses, 14 presidentes estadounidenses y 11 mexicanos.
Cuando en 1953 fué coronada, gobernaba sobre siete países independientes, lo que creció a 32 naciones en sus 70 años de reinado. En el momento de su muerte, su imperio se extendía a 15 países de la Mancomunidad y 14 territorios en diversas partes del mundo, con un total de más de 150 millones de personas.
Su muerte, aun cuando se veía venir, fue un gran golpe y dejó un gran vacío. Independientemente de los diferentes puntos de vista sobre la monarquía, especialmente en las regiones afectadas por el colonialismo, los expertos aseguran que su fallecimiento tiene gran significado y consecuencias a nivel internacional.
Ella era el enlace con el pasado: la única Jefa de Estado que se enlistó en la Segunda Guerra Mundial y la última que estuvo al frente de lo que era el poderoso Imperio Británico. Fue testigo del inicio y fin de la Guerra Fría.
Trató siempre de cambiar con los tiempos.
Abrió las puertas al público del Palacio de Buckingham y permitió que se televisaran los eventos de la realeza. Gracias a ella la monarquía se mantuvo popular pese a los muchos escándalos en su familia.
Su reinado fue ambos, tradición y cambio. Fue una madre que trabajaba, cuando las mujeres eran solo amas de casa, pero se apegó siempre a costumbres y tradiciones. No fue una feminista. Pudo haber hecho Rey Consorte a su esposo el Príncipe Felipe, pero no lo hizo.
Desde luego muchos la asocian con la historia de esclavitud y colonización británica que cobró tantas vidas y riquezas a países como la India, Jamaica, Kenia o Nigeria, donde muchos la ven como la cabeza de un imperio que los saqueó y oprimió.
Si bien la reina hizo gran esfuerzo en modernizarse, sus críticos alegan que nunca redujo los privilegios ni el presupuesto proveniente del herario, del que goza la familia real. El que de acuerdo a Bloomberg, el año pasado alcanzó los 115 millones de dólares.
Isabel II deja una nación con futuro incierto y con graves dudas sobre el papel, casi en su totalidad ceremonial, que en la actualidad juega el monarca en turno. Preservar la monarquía será ahora labor de su hijo, el rey Carlos III, quien no tiene la popularidad de su madre y tiene una imagen dañada principalmente por sus dificultades maritales.
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