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La segunda parte de los aforismos sobre el mundo literario.

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José de la Colina.

 
José de la Colina
08 octubre 2012
 
En la alta noche el cuento o la metáfora o el aforismo nos sorprenden
visitándonos cuando les da su gana, no cuando nos da la nuestra; y a
veces están bien, pero más frecuentemente tienden a la impostura, por
ejemplo: se presentan como virginales e inéditos y de pronto saltan hacia
nosotros desde ese programa de radio oído por casualidad, desde esa
revista que íbamos a tirar al cesto, desde ese libro que íbamos a echar por
la ventana.
Y a quién no le habrá pasado lo que a aquel argumentista hollywoodense
que, urgido de entregar el argumento para una película, escribió sin parar
durante innumerables noches e incontables tazas de café, esbozando,
desechando y volviendo a esbozar cientos de historias, hasta que, ¿en la
noche mil y una?, tuvo una idea genial, la anotó brevemente en el papel
y, cuando al día siguiente despertó esperanzado, leyó en el cuaderno de
apuntes:
         BOY MEETS GIRL.


La mejor autobiografía es sacar la lengua ante un espejo.


Acaso fue Álvaro Mutis quien me contó que Pablo Neruda había leído
tantas veces en público su ensayo “Viaje al corazón de Quevedo” que
una noche el público tuvo que salir de puntillas del salón para no
despertar al poeta dormido a la mitad de su texto.


Borges no fue premiado con el Nobel; o sea que los académicos del
Nobel nunca se autopremiaron con el Borges.


Qué ganas de tener en casa todas las obras de Camilo José Cela para no
leerlas.


Comenzó de poeta, siguió de pintor, se probó de actor, después de
locutor de la tele, volvió a  las letras, ejerció la crítica literaria en una
revista, luego los horóscopos en un periódico, entretanto hizo niño a
criadita, tuvo que casarse con criadita y familia parásita, produjo cinco
hijos, se perdió de vista y la más reciente noticia sobre él es que ejerce de
cantante de boleros en los convoys del Metro.


Platón bravuconeaba a toro pasado cuando desterraba de su República a
los poetas, pues desde siempre los poetas han sido unos desterrados (y
bien que algunos lo presumen).


¡Cómo sería el recital de aquel poeta que cuando estaba en el verso
trescientos treinta de un poema se levantó uno del público a preguntarle
cortésmente la hora!


El escritor suicida es el que una noche cree descubrir que el revólver o la
navaja se adaptan mejor a  la mano que la pluma y la máquina de escribir
y la laptop.


Respecto a la calidad de aquel libro de Fulano diré que un amigo se
apresuró a prestármelo con la única condición de que no se lo devolviera
si quería yo que siguiéramos amigos.


La época romántica comenzó cuando se le puso histeria a la Historia.


La hermosa y sensual señora se acostaba con los jóvenes escritores para
mejorar la calidad de la nueva literatura erótica del país.


Todavía hay escritores que escriben los rollos del Marx muerto, pero van
de Marx a menos.


Yo ya tengo definida mi estrategia –decía el sublime escritor
incomprendido–. Todos los años voy a atacar en feroces artículos a todos
los académicos del Premio Nobel, y así todo el mundo sabrá que si no
me dan el maldito premio es por mero resentimiento de los susodichos.

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